Jaén, cultura del toro

23 ago 2018 / 12:41 H.

Hace un par de días la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao se llenaba de abanicos de “Jaén, cultura del toro” con ofertas turísticas provinciales relacionadas con los toros. Por la mañana, antes del apartado, -que allí es una auténtica ceremonia-, empresas turísticas y asociaciones de aficionados de reconocido prestigio asistían a la presentación oficiada y explicada por el vicepresidente segundo de la Diputación, Manuel Fernández Palomino. Una propuesta, que ya fue presentada antes en otras ciudades de especial significación taurina como Madrid, Olivenza, Valencia, Santander o las francesas de Arles y Nimes, y que engloba los recursos jiennenses relacionados con el toro bravo: desde las ganaderías, —como la de “El Añadío, que es ya un referente del turismo taurino a nivel internacional—, hasta las plazas de toros, museos o fiestas tradicionales como las de San Marcos. Y con los toros por delante se daban también a conocer otros aspectos de la provincia: sus paisajes, sus monumentos, su patrimonio artístico, sus dehesas y, —cómo no—, sus aceites. Es frecuente en estos tiempos de “corrección política” que, —por aquello de no despertar arrebatos—, las administraciones públicas eviten la cosa de los toros. Por eso hay que celebrar esta iniciativa de la Diputación Provincial, que antepone el sentido común, entendiendo que esas discusiones de “toros sí o toros no”, tan antiguas como legítimas, —siempre que se hagan con el debido respeto—, no deben servir para ocultar la transcendencia histórica, cultural, económica, medioambiental, turística y social que los toros tienen en esta provincia. Porque es verdad que hasta ahora la tauromaquia jiennense no se reflejaba suficientemente en la imagen que el público en general tenía de nuestra tierra. No ha sido la relación con los toros una referencia clara de cara al turista, al desconocido, o al ciudadano jiennense no aficionado, ni ha sido una faceta contemplada en las “cartas de presentación” del Santo Reino. Y sin embargo está muy claro. Jaén es tierra de toros. Y desde un punto de vista integral, —entendiendo por Fiesta de los Toros todo el conjunto de actividades humanas en las que el toro es el protagonista—, una de las más importantes de España. En la dehesa, en las plazas de toros o en las calles de los pueblos, en el campo o en la ciudad, en la sierra o en el valle, la mítica relación con el toro vive entre nosotros marcando en el calendario, año tras año, los acontecimientos que desde tiempo inmemorial nos distinguen. Una cultura, la del toro, que se manifiesta en muy diversas formas y que resulta imprescindible para conocer nuestra propia identidad. Lo decía D. José Ortega y Gasset, “Cualquiera que quiera conocer la historia de España de los últimos tres siglos tiene que tener en cuenta lo acontecido en sus plazas de toros”. Pues bien, si queremos conocer la historia de Jaén, tampoco podemos obviar la vinculación en el tiempo con todo lo que rodea al toro. Hay pueblos y comarcas enteras que no se podrían reconocer sin en esa relación con el toro tan mítica y ritual como cercana y natural. El aceite y los toros se hacen despacio, tienen sus propios ritmos, su propio temple, que solo la mano del hombre sabe atemperar con el esmero necesario. Y eso se sabe hacer y se hace aquí, en Jaén. Aceite y toros. Temple y sabiduría.