Intolerantes

    14 feb 2017 / 11:44 H.

    Eso no está bien, me aborda un educado transeúnte. Estoy “vapeando” y sin nicotina, digo con sentimiento de culpa. Es su salud. Me dejó tan bloqueada que sólo pude decir gracias, cuando debía haber contestado: “¿A usted qué le importa?”. No es una anécdota aislada. Nos estamos volviendo intolerantes, no dejamos pasar ni una: miramos con odio al padre que reprende al niño por la calle, denunciamos al vecino que está solo y oye música, o al que tiene un niño que llora por las noches. Lo correcto permite entrar en lo personal, reprender y reprimir todo. Olvidamos los vicios propios, nuestro derecho a disfrutar o a “tratarnos mal”. Lo correcto sería dejar que el padre eduque a su prole sin maltratarla; que el vecino se deleite con la música, sin que atruene la casa para molestar, o que tú “vapees” sin echarle el aire a nadie encima. Los tolerantes de siempre somos, sin saberlo, los intolerantes de ahora. Nuestro sentido de la justicia nos hace confundir pederastias, abusos, maltratos, fraudes, con pequeños gustos personales que forman parte de nuestro libre albedrío de nuestra elección de cómo vivir.