Fuera máscaras

    23 may 2018 / 08:28 H.

    Estamos asistiendo al sorprendente acuerdo de gobierno en Italia, donde el pactismo antitético va a propiciar que un partido segregacionista toque poder. En Francia el dique de contención de Macron parece ser el único impedimento de los Le Pen en sus continuos intentos de asaltar el Eliseo. Austria u Holanda coquetean con partidos xenófobos de corte radical, Alternativa para Alemania se ha quedado como referente de la oposición en el Bundestag y de Hungría mejor ni hablamos. De hecho, si analizamos mínimamente las causas del “Brexit” comprobaremos que el menosprecio del semejante y la vanidad están entre sus principales valedores. El nacionalismo, en su peor registro, recorre Europa como no lo había hecho desde los años treinta. Ese “nacionalismo de orejeras y rechazo al otro” que tan sabiamente supo diferenciar Vargas Llosa del “patriotismo sano y generoso por la tierra donde uno vio la luz”. En Cataluña se acaba de elegir un presidente de la Generalitat abiertamente racista, que como muy bien dijo en un artículo Javier Cercas, si en vez de hablar de los españoles, se hubiera referido a judíos o negros en sus artículos y tuits, jamás habría llegado al Palau de la Generalitat. Lo cierto es que agradezco la transparencia intelectual del señor Torra porque al igual que Brad Pitt en “Malditos Bastardos” quiero poder reconocer nítidamente a quien tengo delante, en este caso, un supremacista de manual que clarifica y retrata a todo el movimiento que lidera. Ortega y Gasset decía en 1910 que “España es el problema y Europa la solución” yo me atrevería a añadir que Europa es la solución de Europa. La Unión Europea ha sido el mayor pacificador en la historia de la humanidad, con todos sus defectos, es la única vacuna posible frente a la barbarie nacionalista. Urgen unos verdaderos Estados Unidos de Europa pero por lo pronto sería conveniente empezar a llamar las cosas por su nombre, algo que el nada sospechoso, de publicación españolista, Le Figaro ha empezado a hacer al comparar al líder catalán con Mussolini o Milosevic.