Entrando al trapo

16 nov 2018 / 09:01 H.

En un principio la muleta era un trapo blanco que, liado en un palo, se usaba para dar salida al toro y evitar así la cogida al entrar a matar. El color rojo llegó después precisamente para atenuar el contraste del blanco con la sangre. Pero el embestir de los toros tiene que ver más con el movimiento que con el color. En cuanto ven moverse algo dentro del ámbito que consideran como terreno propio, mueven las orejas y se van derechos. Eso si son bravos, porque los mansos se lo piensan más. Las personas aprendimos que hay que dosificar la bravura, que es mejor no entrar a las provocaciones y que es bueno contar diez antes de responder. Pero a veces cuesta sujetarse, como en el caso de este aventajado personaje de la “secta de La Sexta”, llamado Dani Mateo. Porque si es cierto, como ahora dice, que solo pretende hacer humor, no se entiende que en lugar de usar el ingenio acuda a la zafiedad. El humor sirve para hacernos reír a todos, aunque a veces pueda doler. Con él podemos ridiculizar personas, instituciones, sucesos o actuaciones, pero sin injuriar. Esa es la frontera entre el buen humor y el mal gusto y la mala leche. Hacer gracia ofendiendo al personal solo se podría entender si la leña se reparte con ecuanimidad. Pero no es el caso. El sectarismo está reñido con la libertad, con el valor, con la honestidad intelectual y con el buen humor. Una bandera, Dani, será un trapo para ti, para el toro y para el resto de animales. Porque los animales no emplean símbolos. Pero los seres humanos sí. El mismo toro lo es. Y hacemos de ellos una forma de expresar valores comunes que, por encima de otras diferencias, compartimos con nuestros antepasados. A los que, por cierto, rezamos. Si seremos carcas, Dani, que nos emocionamos con los himnos, besamos la bandera y lloramos el día de la patrona o llevando al nazareno en procesión. Y no te digo nada con una media de Morante, aunque luego no acabe en faenón. Qué le vamos a hacer. La bandera simboliza la España de siempre, con sus virtudes, sus defectos, sus guerras y sus paces, en la que nos llevaremos mejor o peor, pero estamos todos. La que fuera de íberos y de celtas, de romanos y visigodos, de cristianos y de moros. Ese “trapo” nos representa a todos, azules o rojos, norteños o sureños, listos o tontos, listas o tontas, graciosillos o tocapelotas. A mí, que a estas alturas te rías de Franco me resulta más patético que gracioso. Porque los chistes de Franco, que había muchos y muy buenos, tenían su gracia cuando estaba vivo. Lo tuyo es una burda payasada. Pero lo de tus mocos me ha encendido. Y por eso entro al trapo aun sabiendo que es una trampa para ocultar miserias propias de un antifranquismo absurdo y trasnochado. El humor sirve más para unir que para separar, y sería mejor usarlo para destensar que para calentar. Y tú sabes que encabronas el ambiente, y lo haces porque te pagan para eso. La supuesta izquierda gobernante hizo ya sus cuentas estando Zapatero. Se le escapó por un micrófono indiscreto tras una entrevista con Iñaqui Gabilongo: “Nos interesa que haya tensión” dijo el figura. Y en eso está el asunto. En encabronar al personal como medio de conseguir rentabilidad electoral. Parecerá mentira, pero viendo algunos humoristas actuar, tengo que reconocer que contra Franco nos reíamos mejor. Y bastante más.