El vómito de leer lo que se lee

Había una vez un pueblecito de paz y bien, bonachón y tranquilo donde todo era agradable monotonía entre cosecha y cosecha, con la romería y las fiestas en honor de la patrona como la mejor expresión del júbilo colectivo, el descanso de tanto trajín de vida, una vida llena de trabajo y trabajo, con tajos de sol a sol a la que hay que buscarle expresamente la felicidad porque no viene dada por grandes herencias ni tampoco la suerte se ceba casi nunca con quien más dobla el espinazo. Ese pueblecito acaba de sellar con fuego en sus señas de identidad los renglones torcidos de Dios, que unos angelitos, presuntamente, han desarmado las entrañas de otro angelito... Y algunos medios de comunicación se han entregado a la causa del amarillismo y el sensacionalismo, al vómito más cruel y primitivo, al dolor y hedor más insoportable... Dolor y hedor insoportable, que huele hasta provocar mareos, que duele hasta abrirnos en canal y, la vida también tiene estas cosas, quienes asumimos el ejercicio de la profesión periodística como algo inequívocamente paralelo a la dignidad humana estamos siendo encasillados juntamente con los que han hecho de este precioso pueblo de Jaén donde han pasado las cosas que han pasado la puerta de entrada al infierno. Han publicado fotos pixeladas de los niños, han dado la fachada del colegio, incluso el nombre del pueblo, han estigmatizado a los maestros y las maestras, publican el árbol genealógico de los niños y su desamparo, dónde viven sus padres y hasta titulan con su piel. Lo más horripilante de todo es lo que presuntamente pasó, desde luego, pero inmediatamente después de que esta sociedad haya llegado a esto, que miremos hacia otro lado, que no se señale a quien se salta sin reparos la más elemental de la leyes no escritas, el respeto a unas criaturas... Es trágico también que no se actúe de oficio contra esos profesionales de la información que se saltan la Ley de Protección de Menores, que al campo no se le pueden poner puertas, pero la dignidad de las personas es coto cerrado, infinitamente más cuando son niños. Qué pena, qué gentuza.