El viejo coso

05 sep 2018 / 08:44 H.

Alguna vez les conté que nací a un puñado de metros de la vieja Plaza de Toros de La Alameda. En aquellos tiempos, el coso jiennense tenía un elevado protagonismo, lo mismo que lo tuvo el desaparecido Teatro Cervantes. Abundaban los festejos taurinos de todo tipo, desde corridas de toros con las grandes figuras de la época a novilladas de promoción y aquellas que llamábamos charlotadas, en las que —al igual que en las becerradas— se solían rifar varios artículos, sobre todo, un jamón, entre los espectadores. También la plaza acogía las veladas de lucha libre, de boxeo, de cine y espectáculos flamencos en los que venían los mejores cantaores del momento y muchas otras manifestaciones artísticas y deportivas e, incluso, en el redondel se celebraban los concursos de labañilería. De todo aquello disfruté yo en mi niñez porque la Plaza de Toros, de la que Hipólito era conserje, era nuestro principal escenario de juegos. Incluso en ella jugábamos los partidos de fútbol tras pagar, de tapadillo, 30 céntimos por cabeza al avispado conserje.

Me acuerdo de todos aquellos jóvenes novilleros de los años 50 que suspiraban por ser grandes toreros. Los que se repartían la mayor atención de los aficionados, porque apuntaban buenas maneras eran Paquito Amor, Pedro Fernández Peña “Peñita”, Justo Armenteros y el sevillano Antoñito Sánchez, que contrajo matrimonio en Jaén y aquí se quedó para siempre. También estaban por entonces Juanito Belmonte y Paquito Delgado, todos ellos apoderados y guiados por Santiago Martínez, que fue el iniciador y asesor de otros toreros como Antoñito Ordóñez, Morenito de Jaén y muchos más, aunque él mismo me reconoció, en una ocasión, que había sido un apoderado sin suerte. Algún día les hablaré más de Santiago Martínez a quien, con el paso de los años, me unió una gran amistad. Lo mismo que con otros muchos de los que he mencionado.

Casi ninguno tuvo suerte, pero algunos de ellos continuaron su vida taurina como subalternos, entre ellos Peñita, que se hizo muy popular en nuestra ciudad y que terminó relevando a Antonia “la Torera” en la conserjería de la ya nueva Plaza de Toros hasta su jubilación. En el año 1985 fue objeto de un homenaje popular organizado por amigos y excompañeros, capitaneados por Pepe Arias “el Formidable”, otro novillero jiennense que soñó con el éxito en los ruedos.