El valiente no nace, se hace

20 dic 2017 / 20:26 H.

Quizás sea buen momento de reconocer que hemos perdido algo. Se nos quedó por el camino la valentía. Y, como si de una pérdida se tratara, vamos a ver las cinco fases en que se divide. Primeramente viene la negación. Justificar de mil formas lo que uno considera como tal. Y, sin embargo, habría que volver a detenerse, para saber qué lo es y qué no. Ojos que no ven, corazón que no siente; pues como dice la ley, la ignorancia no exime de la responsabilidad. Un poquito de beneficio de la duda, y su infinitésima, que no infinita, variedad cromática, acotada binariamente. Os presento también a “mirar hacia otro lado”, que es la hermana menos puta, de “hacer la vista gorda”. Pues, aunque ambas conscientes del oficio que ejercen, la una por necesidad, la otra, por vicio. Cuando todo empiece a tambalearse, aparecerán las excusas, que como los políticos, siempre oportunas, dirán que todo va bien para evitar que cunda el pánico. Si ellas satisficieron tu pobre conciencia, hasta otro momento, en caso contrario, sigamos.

Es el turno de la ira, y no del personaje pequeño y gruñón de “Del revés”, no. La dura, la de verdad, la que sólo quiere ver el mundo arder. De decirme lo equivocado que estoy al señalar tal cosa, y poner mil ejemplos de gente que nos han dicho que sí lo es: hablar de los héroes recogidos en aeropuertos con cantos y vítores que nos muestra Cuatro en la sobremesa; de ensalzar a cobardes, que, de carrerilla colegial, citamos, la mayoría de ellos monarcas o militares cuyo mérito es tener sumisos que respondían ante y por ellos; aún quedarán los más acérrimos que hablen de aquéllos que discutían en los albores del imperio romano, si era más fuerte Thor o Superman, confundiendo valentía, con temeridad. Para todos ellos tengo una única pregunta, ¿hace cuánto dejasteis de ver a vuestros padres, madrugando cada mañana, a pesar de estar hastiados de su vida, para daros algo mejor, como verdaderos valientes?

¿Ya terminamos nuestro particular “luz, fuego, destrucción”? Oportunidad de negociar. Hemos reconocido que estamos en una escala de grises, volvamos al blanco y al negro; que nos sentimos cómodos eludiendo enfrentamientos, preparémonos para el combate; que nos hemos acostumbrado a lo malo elogiando cualquier mundanidad. #Hoyempiezo. #Operaciónbiquini. #Orgullomadridista. ¡Ya está bien!

Perdimos la valentía de antaño. Los samurái, si bien casta privilegiada y a la vez vasallos piramidales, estaban preparados para entregar la vida, para morir honrando su nombre. Hablando de honor, el soldado del tercio español, sabía diferenciar perfectamente la diferencia entre honor o cómo ellos mismos querían verse, de la honra, lo que pensaran los demás de ellos. Os voy a contar un secreto a voces: la Inquisición, crucifijo en mano, asaltaba las casas llevándose a familias enteras. Después de violar y torturar a las niñas, eran quemadas vivas. ¿Sabéis por qué? Porque habían conseguido la confesión jurada y escrita de los progenitores, de que eran brujas. Por supuesto, confesaron a las primeras de cambio, apenas los despertaran en la noche, molestos por el sueño interrumpido.

Y es que estamos asustados. Tenemos miedo, en mayúsculas. Tememos a una sociedad que no acepta la individualidad; recelamos del prójimo, en el cual proyectamos nuestras oscuras intenciones; aunque, lo que más nos inquieta, lo que nos desvela en mitad de la noche, es que nos avergonzamos de nosotros mismos. Ha llegado la hora de reconocer nuestra pusilanimidad y enfrentarla. Apaguemos las luces y bajemos solos a nuestro desván interno. Derrotemos al monstruo en que nos transformamos evitándonos, y veamos, que, en realidad, no era más que la sombra de nuestras dudas. Es hora de cambiarse la chaqueta, ese qué pensarán de mí, esa honra de brillantitos y luces, de estados de “todo genial” en Facebook, por el viejo y sacrificado honor, ese cómo yo me imagino y cómo lucho por conseguirlo. Cojamos esa lanza en astillero y cabalguemos de nuevo.