Educación y democracia

07 jun 2018 / 08:41 H.

España ha dado un ejemplo a nivel internacional de madurez democrática, situándonos a la altura de las circunstancias al relevar a un gobierno que lastraba demasiados casos de corrupción, por otro que, mientras no se demuestre lo contrario, aún no tiene ninguno. El presidente saliente dio la enhorabuena al entrante. Además, gracias por los servicios prestados, y adiós. La mayoría social estaba harta de esta política de no intervención o “laissez faire” del ya casi exlíder del PP. Ahora bien, pactar con independentistas y nacionalistas se va a convertir en una hipoteca a dos años que ya veremos dónde desemboca. Por lo pronto, y mirando las cosas en positivo, porque hay que ser positivos, se abre un espacio de diálogo que ni Ciudadanos ni PP han sido capaces de permitir, y necesitamos un verdadero, auténtico y esencial proceso por el que se articulen y cohesionen los territorios españoles sin agravios comparativos y de una vez por todas. Puede que a estas alturas sea una quimera, un imposible, pero al menos hay que intentarlo. A ser democráticos, en cualquier caso, se aprende, y debemos alegrarnos de que haya un espíritu renovador que dé normalidad a todo este asunto del cambio de gobierno provocado por la moción de censura. En ese sentido, también a ser educado se aprende, y de eso no sé si podemos presumir tanto. Pasear por cualquier calle de cualquier ciudad española se ha convertido en una odisea, esquivando bicicletas y monopatines, sobre todo las primeras. ¿Es que no hay calle? ¿Por qué no se multa a los que circulan con sus bicis por las aceras? Y qué decir de los perros, sin bozal, peligrosos en muchos casos, defecando en cualquier lugar. Sin ir más lejos, un viaje en autobús puede convertirse en una tortura, con las conversaciones ajenas a grito pelado, los teléfonos sonando sin parar, los videos escuchándose, y los continuos bips de los mensajes de los teléfonos móviles. En Europa eso no se permite, y bien claro que lo hacen ver revisores, conductores, o en los carteles. Incluso se advierte de la musiquita atronadora de los auriculares a quien va al lado. Sí, también molesta. Por no hablar de la cultura del reciclaje, que brilla por su ausencia ante la inmovilidad de las autoridades competentes, y la inexistencia de conciencia... Aprobamos en democracia, pero en educación suspendemos, lo cual significa que lo lamentaremos tarde o temprano, porque esa factura acaba cobrándose por un lado o por otro, aunque siempre en el mismo segmento de población. Los estados neoliberales son eso, muy bonitos por fuera y podridos por dentro, pura fachada. Calles con mobiliario urbano de calidad y acabados dorados, servicios públicos esquilmados y depauperados. Complejos administrativos burocráticos donde abundan las inercias lentas y kafkianas, frente a las velocidades de los contratos basura. Un país sin un sistema de formación cívica y profesional de calidad, que no protege el conocimiento, que no lo potencia, o que no plantea la educación como su pilar básico, es un gigante con pies de barro. Una vez más la política se distancia de la sociedad, dando ejemplo para el resto del mundo, vale, pero mostrando lo que la separa de la gente corriente. Incluso habría que pensar si todo esto que ha sucedido no será acicate para que acaben votando más a Ciudadanos y a PP en las próximas elecciones. ¿Que no? Al tiempo.