De qué hablamos

    18 abr 2018 / 09:24 H.

    La cuestión es buscar una respuesta al conflicto mental que arrastramos cuando situaciones de la vida diaria nos ponen en la disyuntiva de tomar decisiones claras o afrontar la búsqueda de soluciones.

    Y es que una mirada a nuestro interior, tan real como la vida misma, plantea asuntos cotidianos en los que las respuestas distan mucho de lo esperado. Basta con pensar, ciñéndonos al caso como el de niñas y niños de la comunidad de Aragón, en Zaragoza, en los casos de necesidades especiales de atención educativa que aumentan en un porcentaje que se dobla en centros concertados que llenan sus aulas en detrimento de la enseñanza pública. La masiva emigración de jóvenes fuera de Andalucía, sería otra de las muestras en que el de dónde venimos o qué está pasando, es la punta del iceberg de los problemas en que la enumeración de una retahíla interminable: problemas de los pensionistas, déficit de calidad en la Universidad, generalización de la “posverdad”, a la asunción de principios inmutables, contribuyen a la generación y generalización de conductas en las que el sistema de valores se instala en procesos inversos de racionalización, que acaban bloqueando las posibilidades de desarrollo y logro del bienestar colectivo.

    Será la realidad, una vez más, la que nos facilita los resortes en los que se abren nuevos caminos que alumbrar. Naturalmente no olvidando las prácticas que de puro enquistamiento convierten en normalidad aquello que socialmente debe ser punible por todos y cada uno de los ciudadanos en los que el mirar para otro lado se convierta en una práctica reprobable por las buenas normas aplicadas. No es necesario para los colectivos sociales el visualizar en los mismos entornos donde se ha instalado. Iniciativas personales y de grupos, haciendo prevalecer el valor de lo bien hecho y el esfuerzo colectivo, se han colocado a la vanguardia del progreso económico y social al que han accedido multitud de personal que son ejemplo a imitar.