De canícula y entrañas de la tierra

Entrega veraniega de fin de mes del “señor Jota” cargada de añoranza por aquellos paseos por el campo donde siempre cantaban los pájaros >> Ya, ni pájaros ni sueños

29 jul 2018 / 10:53 H.

Barrunta estropicio el “señor Jota” para quien la atonía del verano 2018 no es buena mensajera y seguramente la madre naturaleza ejemplificará sus escrituras en forma de zarpazo, que no es buena la buenura del tiempo reinante, el mejor verano que se conozca desde hace años. La canícula no es tal canícula, pese a que el sol pega de lo lindo, no se me alarmen que sí que aprieta pero no como siempre, y las desventuras de cada noche empapado antaño son hoy de un tirón. Obra y gracia del cambio climático, ahora para bien, mayormente para desastre, que bien lo sabemos y no queremos verlo. Apura el “señor Jota” sus paseos en julio con una tormenta en la cabeza, que estamos dejando tieso el subsuelo de tanto regadío, que estamos convirtiendo el bosque olivarero en una alfombra verde infectada de química para que no haya una gota de hierba ni brote un ruiseñor.

“Por nuestra codicia, lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho”, lo escribía hace siglos Francisco de Quevedo y lo trae el “señor Jota” a colación de lo que estamos haciendo con nuestro campo, que ya ni canta a gloria ni sabe a nada de tantos productos que se le echan. De explotarlo, nos está explotando en las narices. Es bucólico, está preñado de niñez el sentimiento veraniego que este domingo de fin de mes escribe en negro sobre blanco, claro que sí, suena a contrario, a modernidad y a futuro y es todo lo contrario. Todo lo contrario, que el futuro pasa por hacer permanecer el presente y el presente de Jaén es agrícola, apegado a sus pueblos y a sus aldeas, a sus recónditas cortijadas con agua que da vida. Cuanta más química se le echen a las tierras de labranza y menos pájaros oigamos cantar porque mueren de tanto veneno y de inanición por falta de comida más dependerá el mañana de lo que otros trabajen, no de lo que trabajemos nosotros y la plusvalía se quede aquí. Decía Nelson Mandela que “no hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambios para descubrir cómo has cambiado tú”. Y Jaén lo hace doblemente, cambia la tierra y el campo, hasta robamos año a año unos metros a la montaña para poner un olivo (un dichoso olivo más) y cambiamos nosotros, lo cual no está bien, más aún por los datos tenebrosos de paro, especialmente paro juvenil. Cambiamos, nos cambian, todo cambia, nada permanece, pero no cambia lo bueno, la renta per cápita sigue bajo mínimos, los índices de bienestar no se asemejan a otros lugares, un trabajo de nuevas tecnologías no es sinónimo del Santo Reino y tampoco somos capaces de soñar, que soñando todo llega. Ni eso nos concede la divina providencia. “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para lo valientes es la oportunidad”, Víctor Hugo. Amén, que rima con Jaén.