Vivir en la Ciudad de la Luz

Marina Úbeda Domingo estudió Traducción e Interpretación en Granada, pero ha terminado en París como responsable de relaciones con inversores en una financiera, gracias a un máster y a su increíble capacidad de adaptación

20 may 2018 / 10:41 H.

Plotino, el filósofo griego que sentó las bases de la estética de la luz, apostaba por ella como la más hermosa manifestación a los ojos del ser humano, tan bella que, sin poseer color en sí misma, hace aparecer los colores de la cosas iluminándolos. Si se atiende al discípulo de Platón, vivir en una urbe que, entre otros muchos sobrenombres, es conocida como la Ciudad de la luz, debe de ser increíble. Marina Úbeda Domingo lo sabe muy bien.

Jiennense de la zona de Los Jardinillos, siempre con la Catedral a un tiro de piedra, esta licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Granada tuvo claro muy pronto que lo suyo era conocer mundo, empaparse de la cultura de otros lugares y, en cuanto se le presentó la ocasión, hizo la maleta y voló sobre el cielo que araña la Torre Eifell: “Al no tener muy buen nivel de francés todavía, decidí ir a trabajar a Disneyland París durante el verano de 2010”, recuerda. La experiencia, además de enriquecerla por dentro —el sueldo no daba para alardes exteriores—, le valió para perfeccionar el idioma.

Regresó a España para terminar su carrera, pero la capital gala es mucha capital y su vocación la empujaba hacia las orillas del Sena. Dicho y hecho, se graduó y —“oh là là”— se convirtió en toda una auxiliar de conversación sin ninguna prisa por volver: “Me di cuenta de que las oportunidades profesionales abundaban en comparación con España durante y tras la crisis”, asegura. Emprendedora y decidida, concluyó su labor docente, pero no su aventura parisina.

Nada menos que la Sorbona le abrió sus puertas y, en 2013, cursó un Máster en Turismo y Economía y puso los cimientos de su vida actual. Eso sí, a fuerza de tesón, trabajo y esfuerzo: “Para financiar mi estancia en una ciudad tan cara, trabajaba cuidando a niños, de dependienta en tiendas, como intérprete y dando clases de Español e Inglés a estudiantes”, rememora.

Con su posgrado bajo el brazo y una voluntad férrea, Marina Úbeda recaló en el mundo del márquetin y la organización de eventos en una empresa financiera. Un sector que, en cuanto se fijó en aquella chica nacida en el lejano Jaén, se dio cuenta del talento que atesoraba y la “fichó”. Paso a paso, desde 2013, creció como profesional y, en octubre del año pasado, se incorporó a la firma en la que, actualmente, desarrolla su labor como responsable de relación con los inversores: “El mundo de las finanzas requiere mucho trabajo, pero es muy interesante y hay muchas posibilidades de evolución y puestos diferentes”, manifiesta, una vez constatado que “en una ciudad como París se encuentran bastantes oportunidades laborales”. Úbeda se confiesa enamorada de los idiomas, pero la idea de pasarle la vida traduciendo textos tampoco la volvía loca: “Me di cuenta de que eran muy importantes como complemento para otros oficios”. Este descubrimiento, unido a sus ansias constantes de aprender, esclarecieron su horizonte profesional, en el que maneja como pez en el agua.

La mítica París de la bohemia, la que fuera capital cultural de Europa y del mundo, hace gala, también, de otro sobrenombre: la Ciudad del Amor... Un hermoso apodo que la experiencia de Marina Úbeda avala. No en vano, la urbe que tanto quiso uno de los poetas que más y mejor escribieron del sentimiento amoroso, Pablo Neruda —“no hay tarde más dulce en el mundo”, dijo de ella cuando la dejó— le ha procurado un gran compañero de viaje —en el más amplio sentido de la expresión—: Alex, un policía nacional e investigador judicial francés al que, tras tanto estudiar lenguas, le habla con el idioma de los ojos.

deportiva y solidaria

El deseo de mantenerse en forma es una actitud que no entiende de lenguas ni de fronteras, lo mismo que ocurre con el espíritu solidario. Dos valores —el deporte y el altruismo— que Marina Úbeda Domingo posee y que pone en práctica en la urbe parisina: “En mi tiempo libre hago gimnasia sueca —ejercicios variados y suaves para las articulaciones que, para quienes lo realizan, resultan de lo más completos— varias veces por semana”, asegura. Completadas las tablas físicas, su interioridad también se ejercita al servicio de los necesitados. Lo hace a través de su colaboración en los restaurantes solidarios Les Restos du Coeur, donde, en sus palabras, “se les da de comer a los más desfavorecidos”. Una cotidianidad que, pese al carácter impersonal que imprimen ciudades tan grandes como París, no la aparta de mantener sano el cuerpo, la mente y el alma.

rodeada de libertad

París fue el principal escenario de la Revolución Francesa, del mayo del 68 y de un montón de acontecimientos que han marcado la historia contemporánea. Estos y otros hitos anteriores han dejado una impresionante huella patrimonial en la ciudad, “con una riqueza artística y arquitectónica espectacular y una diversidad cultural muy interesante”, dice la jiennense. Define la vida allí como “un tanto individualista y anónima, lo cual no siempre es agradable cuando se viene de un sitio como Jaén, donde todo el mundo se conoce, hay buen ambiente y la gente sale bastante”. Sin embargo, celebra la libertad que procura París. Úbeda, en compañía de las amistades —casi todas francesas— que ha hecho en estos seis años, sabe disfrutarla: “Nos encanta salir a comer o cenar, ver exposiciones o hasta alguna película en casa”, concluye.

a jaén, por el momento, en navidad y los periodos de vacaciones
idcon=13322338;order=15

Marina Úbeda está muy integrada en su vida francesa. Trabajo, amor, amistad... Lo tiene todo para ser feliz. Eso sí, la distancia que la separa de los suyos le activa la morriña, pero impone la cabeza sobre el corazón y acepta la realidad: “Por supuesto, echo de menos mi tierra, pero desgraciadamente no se puede tener todo”, manifiesta, estoicamente. Tan en su salsa se encuentra que no contempla regresar, al menos “de inmediato”, a su provincia natal: “He hecho mi vida aquí y tengo una buena situación”, apostilla. París bien vale una misa, dice un refrán que le cae que ni pintado. “De momento habrá que contentarse con algunas vacaciones y la vuelta obligada a casa para Navidad”, asegura, una “resignación” que sofoca gracias a la ingente cantidad de actividades culturales, los “picnics”, los paseos — hay muchos rincones menos conocidos y con gran encanto y la gastronomía francesa, que se caracteriza por su elevada variedad y los productos de calidad con los que se elaboran sus mundialmente célebres platos.

“Enóloga”
idcon=13322346;order=17

Se confiesa una gran amante de los buenos caldos , y la oferta de París “sacia” su sed a este respecto. “Aquí hay una cultura del vino increíble, con mucha variedad y calidades diferentes, eventos, cursos...”. En la imagen, Úbeda, con unos amigos, disfruta de una sabrosa copa en las vendimias de Montmartre.

anfitriona
idcon=13322355;order=19

Marina Úbeda domina a la perfección el idioma francés, lo que la convierte en una anfitriona de lujo. Lo saben bien sus padres, su hermana y las primas a las que les ha hecho de guía de excepción en París. En la foto, con una de ellas, Marisol Úbeda, en el puente de Alejandro III, con la emblemática Torre Eifell al fondo.

entre amigas
idcon=13322363;order=21

Asegura que echa de menos a su familia y amigos, a Jaén y la comida española, aunque, cuando se mete en la cocina, mata la nostalgia a base de platos típicos de aquí. Sin embargo, no desaprovecha lo mucho que le ofrece la gran ciudad y en ocasiones, en compañía de sus amistades, le gusta salir a “tomar algo”.

viajera
idcon=13322367;order=23

Comparte con Alex, su pareja, la pasión por conocer otros lugares lejanos o, si el tiempo escasea, alguna capital europea o incluso el propio territorio galo. Croacia fue uno de esos destinos, que visitaron durante la primavera de 2015 —la foto está tomada en Dubrovnik— y que forma parte ya de su particular álbum de recuerdos.