Porque los sueños se cumplen

madre de un joven con leucemia

21 may 2017 / 11:22 H.

Entre el repertorio de recuerdos que hilvanan una infancia, Sheila Çargas (Huelma, 30 años) ve a un sacerdote —“don José María”— avanzando por la planta del hospital con su silla de ruedas cargada con vídeos antiguos y películas de dibujos animados que, luego, les ponía a niños que, como ella, estaban ingresados en el área de Oncología. Con 5 años, le diagnosticaron una leucemia de la que quedó curada a los 20. Pero nada fue sencillo. La recuperación se hizo de rogar: “Por mi sistema inmunológico, los tratamientos tardaban en hacerme reacción”. Evoca como un “episodio importante durante la enfermedad” que el miedo de su madre a perderla la llegó a hacer la Primera Comunión un años antes de lo que le correspondía. Fueron momentos duros. Pero, cuando, ya madre de dos niñas de 2 y 4 años, mira atrás y piensa en el equipo médico y, sobre todo, en las enfermeras, destaca: “Me dieron mucha felicidad, mucha alegría. Tengo recuerdos malos del hospital, claro, pero pesan más los buenos. El trato de las enfermeras, intentando hacernos la vida más llevadera, tanto a los niños como a los padres. Eran como hadas madrinas”.

Se les antojaban damas con esos poderes mágicos que son capaces de devolver la ilusión. Y, aunque ha pasado mucho tiempo, Sheila recuerda nítidamente a Marisol Escribano, presidenta de “Pídeme la Luna”, y a la actual supervisora del Servicio de Oncología Infantil y miembro de la asociación, Rosa González. Como cuenta esta última, las enfermeras siempre intentaban “hacerles la enfermedad más llevadera”. Y Marisol se volcaba con ellos. “Cuando los niños podían salir, se los llevaba al Castillo”, cuenta. Durante dos décadas, desde Oncohematología Pediátrica, se encargó sola de organizarles actividades hasta que, un día, hace ahora 5 años, esta enfermera jabalquinteña de sonrisa amplia y abrazo cálido tuvo una idea: “Me di cuenta de que estaba ante pacientes especiales y me dije que tenía que hacer algo que también lo fuera”.

Un título arraigó en su mente: “Pídeme la Luna y te la intentaré alcanzar con tal de que tus sueños se hagan realidad”. De esta forma, nació la asociación que, este año, recogerá el Premio Jiennenses del Año 2016 en la categoría de Valores Humanos. Nacida en el seno del Hospital Infantil de Jaén, “Pídeme la Luna” es un colectivo sin ánimo de lucro formado por enfermeras, médicos, auxiliares de Enfermería, estudiantes de Medicina y Enfermería, farmacéuticos y demás personal sanitario, así como numerosos padres y madres de niños de la Unidad de Oncohematología y muchos voluntarios dispuestos siempre —como destaca la web de la asociación— a dar lo mejor de sí mismos por ver a nuestros niños felices”. Porque ver sus caras iluminadas por la alegría y arrancarles una sonrisa en el difícil camino por el que transitan es el único objetivo que tienen.

“La asociación está dirigida a darles sus caprichos a los niños”, explica González. Se les pregunta qué sueñan y, una vez que confiesan aquello que desean con todas fuerzas, el engranaje humano que forma “Pídeme la Luna” se pone a trabajar para que lo vean materializado. Los deseos son de lo más variopintos. La asociación ha organizado viajes colectivos a Disneyland-París, al musical de El rey León, en Madrid, e, incluso, ha llevado a los menores a nadar con los delfines, a Portugal. El sueño de muchos niños es conocer a “galácticos” del fútbol o a cantantes, como Manuel Carrasco, al que pudieron ver anoche en el concierto que ofreció en el Ifeja, o a Malú. Pero también los hay que llegaron a pedir un jamón de jabugo, como recuerda Escribano. Y a todos se les intenta complacer.

Conseguirlo no es fácil. “Nosotros no recibimos subvenciones de instituciones públicas”, indica la presidenta de “Pídeme la Luna”. Así que, para reunir fondos, escribió un cuento que ya va por su octava edición y ha traspasado fronteras llegando, incluso, a Suramérica. Con él, un poco de merchandising y mucho trabajo altruista organizando eventos, “Pídeme la Luna” recauda fondos y se desvive por que niños, como una vez lo fue Sheila, alcancen sus sueños.

“Es una terapia que nos da ganas de vivir”