Giro del agua

    14 ene 2018 / 11:30 H.

    Este relato no es otra cosa que la situación estrambótica de Jules ante sus propias observaciones y verdades. Cuando te das cuenta de que una cosa está de un manera distinta a como debía de estar puede ocurrir que llevara mucho tiempo con el cambio.

    Unas veces el cambio descubierto produce una alarma y en otras ocasiones te coloca ante el pensamiento de lo que pudiera estar sucediendo. Alguna de estas situaciones, bien la de alarma o la del pensamiento, debería haber tenido Jules cuando le llamó la atención el sumidero del lavabo. Cerró el grifo y volvió a abrirlo limpiando con la mano los restos de espuma de afeitar. Se distrajo ante alguna de las noticias que estaban dando por la radio y volvió a abrir el grifo. Quiso tener nítido el concepto por el cual el agua gira en un sentido o en otro cuando entra en el sumidero.

    Le atribuyó al efecto Coriolis (1792-1843) lo que pudiera corresponder a los detalles de fabricación de la tubería por la que se marcha el agua.

    Cuando la verdad es imposible cualquier cosa puede sustituirla. A esta conclusión llego Jules cuando se vio obligado a justificar la desaparición de dieciocho tabletas de chocolate en el plazo de una semana. Para ello buscó una demostración en la que aplicaba una voracidad especial en las cucarachas y los ratones hacia el chocolate. No tenía en cuenta si a las cucarachas les daba asco comer en donde habían comido los ratones o si a los ratones donde las cucarachas. Cualquier cuadro pictórico, con independencia de sus dimensiones, contiene una historia si le dedicas suficiente tiempo.

    Jules encontró en la écfrasis (descripción detallada) el método para encontrar esa historia, pero no encontró los motivos para que le interesara o fuera cierta la historia. Realmente daba igual mientras no provocara una guerra o suspensión de vuelos en los aeropuertos.

    Jules terminó encontrando una similitud manifiesta entre los cuadros y las series de televisión.

    Los viajes en ferrocarril hacen que el camino sea más real y que los paisajes puedan ser conocidos. Jules estaba convencido de esta realidad. Le gustaba la incertidumbre del tiempo dentro de los vagones y la soledad de los raíles al terminar de pasar el tren. Las estaciones, una a una, justificaban el viaje.

    Jules estaba convencido de que no podría tener miedo a la noche si entraba en ella con el tren. A Jules le hubiera gustado saber la influencia de la fiebre en los hechos históricos. Conocer aquellos instantes en que el emperador, con los golpes de la enfermedad dentro de la cabeza, decía que avanzaran los ejércitos o que parara la invasión.