Evocación
de Esteban Ramírez

El pintor, colaborador de Diario JAÉN, homenajea la figura del que fuera presidente del periódico a través de un emotivo recuerdo en el que plasma la impresión que le causó su personalidad

17 feb 2019 / 12:37 H.

Recuerdo mal el primer encuentro con Esteban Ramírez (Torredonjimeno, Jaén, 1931; Jaén, 1999); después y ya a mi regreso de Barcelona a Jaén en 1977, lo encontré tan interiorizado y secreto como antes, aunque, probablemente, más expectante y ávido de información en torno a esas cosas de apariencia menor y, no obstante, verdaderamente cimeras a la hora de categorizar y constituir la verdadera espina vertebral de una geografía, de una provincia, en el caso que aquí nos ocupa, la de Jaén. Fue a partir de mi incorporación a las páginas de Diario JAÉN, en 1992, cuando mi trato con Esteban fue más fluido, sobre todo a partir de la edición del encuadernable “Jaén Pueblos y Ciudades”, a la sazón, probablemente el compromiso editorial más importante del que tiene memoria esta provincia, sin duda cicatera con Esteban por parte de sus supuestos intelectuales, especialmente cicateros con quien, a mis ojos, le preocupaba más la escuela que la Universidad. Efectivamente, la primera —lo percibía bien— amplía y refuerza el soporte del mapa sobre el que se dibuja la persona que contribuye y desarrolla esa ciudadanía exenta de cualquier atisbo o veleidad tendente al señorito “revirao”, satisfecho de su saber, a quien muy certeramente desdeña Julián Marías. En fin, en cualquier caso, Esteban Ramírez fue rara avis en estos predios y, a mi ver, un convencido humanista cuya muerte, acaecida hace ahora veinte años, cierra en Jaén el siglo XX.

Menudo de figura y valsado de palabra, a Esteban le gustaba escuchar. De cuando en cuando, lo visitaba en su despacho de Diario JAÉN, siempre con la misma pregunta y él me respondía con idéntica preocupación a la vez anterior: “Cuesta, cuesta...”. Luego, casi siempre mostraba interés por las bandas de música existentes en los pueblos de la provincia y de otros aspectos de asentamiento como base cultural y colectiva que, en algún sentido, dejaba vislumbrar cierto aliento de espíritu krausista. Al margen de su extensa biografía universitaria, de su actividad en cualquiera de las funciones encomendadas, tales como la Fundación Paco Natera y, especialmente, Cartas, durante el periodo que Esteban desempeñó el cargo como director de la entidad diocesana de Jaén. En cualquier caso, es lo cierto que Esteban Ramírez comprendió enseguida que, al margen de cualquier intento de politización, el siglo XX concluía en parecidas circunstancias a como Ortega y Gasset contempla la Europa del siglo XX en su aquilatado estudio “La Rebelión de las masas”, para ciertos estudiosos, aún sin concluir. Salvada aquella época de plata de la transición (la de oro aún no ha llegado), Esteban otea nuevamente el horizonte que le corresponde a España cincuenta años después de concluir la edición del citado estudio realizado por Ortega y, en efecto, percibe enseguida la profunda laguna existente en la provincia jiennense que, de algún modo, trata de paliar a través del conocimiento suficiente para asentar un concepto de autoestima entre los giennenses que no se corresponda con el victimismo acostumbrado.

A mi modo de ver, tal es la más alta distinción que habita en el pensamiento de Esteban por aquellos días, de aquí su tenaz dedicación a Diario JAÉN en torno a cuya cabecera creó una familia que periódicamente se reunía con este u otro motivo. Arropado en el servicio colectivo de la información, se ocupó también de otras empresas audiovisuales (emisoras, semanario “La Loma”) que a todos se nos ocurren al revisar la apretada trayectoria de este personaje jaenés. Sin complejos, la que le supuso una tarea ingente fue la mimada edición “Jaén Pueblos y Ciudades”. Siete tomos, cuyo corpus, no hace demasiado tiempo merecía el elogio de un muy destacado profesor universitario al que escuchábamos el editor José Madero y yo. En efecto, Esteban hizo posible la edición de una obra capaz de divulgar de manera atractiva y con todo rigor la historia de esta provincia, contemplada en las diferentes vertientes de que está compuesta y, claro es, contemplada en su conjunto como un todo unitario vertebrado al margen de lo que el filósofo y académico Julián Marías llama la barbarie del especialista. Durante algunos años aquella fue la empresa de mayor empeño en el que hacer intelectual de Esteban, cuya figura, un tanto misteriosa, solo dejaba intuir su grandeza a través de cortas intervenciones como, por ejemplo, las pronunciadas cada año con motivo de los premios anualmente otorgados por el diario provincial “Jiennense del año”, cuya edición, desconozco si estos se conservan, podía constituir, entre otras cosas, una auténtica biografía paralela a cuanto tiene de personal y suyo el impagable empeño de editar los volúmenes de “Jaén Pueblos y Ciudades”, sin ninguna duda obra coral, pero también sin duda alguna, semblanza del intelectual que la hizo posible y, claro es, también de la persona que habita en Esteban Ramírez. Hombre cabal, atento al pulso y la demanda social de su tiempo, contemplado desde la atalaya del sacerdote que siempre quiso ser, pero también, acaso desde ese concepto del anarquista conservador que Miguel de Unamuno, probablemente en sus días más lúcidos, reclamaba para él.