En la cuna del “heavy metal”

La ingeniera de Caminos, Canales y Puertos Rocío Marfil cambió su Jaén natal por Granada para estudiar, se curtió como persona y profesionalmente en Panamá y, ahora, lucha por asentarse en la ciudad británica de Birminghan

25 nov 2018 / 12:09 H.

El que destruye un puente / construye un precipicio”, escribió, no hace demasiados años, el poeta madrileño Benjamín Prado. Quizá los mismos años que hace que una jiennense, Rocío Marfil Torres, daba rienda suelta a sus dotes como ingeniera y ponía su grano de arena en una obra colosal, de esas que dan hasta para titular una película: el tercer puente sobre el canal de Panamá, a más de ocho mil kilómetros de distancia.

Al país centroamericano llegó con su título de perita de Caminos, Canales y Puertos bajo el brazo, después de impartir clases, durante dos años, en una academia: “Estudié la carrera en Granada, aunque mi pasión han sido siempre las matemáticas, pero me parecía más sensato estudiar una ingeniería, porque mi carrera tenía muchas salidas y apenas paro”, confiesa, y añade: “Un compañero de carrera me mandó un mensaje para ver si me interesaba irme a trabajar a Panamá, al principio no me gustaba la idea, estoy muy apegada a mi familia y era una inversión sentimental demasiado alta, pero ante la falta de oportunidad en España decidí irme, ya que pensé que podría ser una buena oportunidad para regresar a España con un buen curriculum y poder optar a un puesto de trabajo en Madrid, donde siempre he querido trabajar y vivir”, asegura.

¡Menuda aventura!, a tenor de sus recuerdos: “La llegada a Panamá no fue nada fácil, para mí siempre fue un país con una pizca de hostilidad”, dice. Y es que, para Marfil, la cultura es totalmente diferente, las ciudades no tiene aceras y apenas están iluminadas, hay un tráfico caótico y tiene muchas zonas peligrosas. Además, su clima tropical y el hecho de que todos los días anochezca a la misma hora no ayudó mucho a entablar un “idilio” entre la ingeniera de aquí y la república panameña. Si a eso se añade que la comida local tampoco era santo de su devoción, Rocío Marfil “se indigestó” con el país del salsero Rubén Blades: “Siempre comen arroz con pollo o pollo con arroz, con lo que eso supone para una española. Añoraba mucho la típica terracita para tomarme una cerveza con amigos, las típicas tiendas a pie de calle —allí todo está concentrado en los centros comerciales—, añoraba mucho a mi gente y, sobre todo, a mi familia, los cambios de estación en España —allí es verano todo el año— y, por supuesto, la comida”. Tanto es así que afirma que cada vez que regresaba a España, cargaba la maleta de paté, jamón, lomo y una garrafa de aceite de las grandes”.

Estaba a punto de tirar la toalla y volver a la piel de toro cuando una llamada para trabajar, de esas que alegran el día, la retuvo allí. Pero eso es otra historia y su presente está de nuevo en Europa, en la cuna del “heavy metal”: “En julio decidí que era el momento de marcharme, aunque no fue una decisión fácil. Su novio, un belga al que conoció en la construcción de la pasarela panameña, fue trasladado por su empresa a Birmingham y, como en el bolero, lo dejó todo cuando le dijo: “¡Ven!”. Por eso y, también, “porque era una oportunidad de oro para acercarse a España”, conste. Dicho y hecho, pasó agosto aquí y, el pasado septiembre, volvió a hacer las maletas: “Actualmente hago un curso de inglés, y espero poder empezar a trabajar pronto aquí”, sentencia, mientras suscribe que en su nuevo destino hay mucha oferta laboral, “casi más que en Panamá”, para “engordar” su curriculum vitae.

Las matemáticas —su verdadera pasión— han terminado por demostrarle que dos —lo canta Sabina— no siempre es igual que uno más uno, y que hasta en los planes más trabajados caben las sorpresas.

fama bien ganada

Que la ciudad británica donde, actualmente, reside la protagonista de este reportaje, Rocío Marfil, con su novio, fuese bautizada como la cuna del “heavy metal” no es ninguna casualidad. Antes bien, allí nacieron dos bandas trascendentales para este género musical, Black Sabbath y Judas Priest. Y es que la tradición contemporánea en esta disciplina que atesora Birminghan hace de ella todo un santuario para los aficionados no solo al “heavy”, sino también al rock sinfónico y progresivo. Por si fuese poco, el conocido como “grindcore”, con Napalm Death a la cabeza, es hijo de esta ciudad, que vio nacer igualmente a The Moody Blues. El “jazz” es uno de los estilos que gozan de más popularidad entre sus habitantes, de ahí que se organicen numerosos festivales, algunos de ellos tan célebres como el “The Harmonic festival”.

variedad religiosa

La ciudad británica cuenta con tres catedrales; una anglicana —San Felipe, del siglo XVIII—, otra de confesión católica, San Chad, y la ortodoxa, dedicada a la Dormición de la Virgen María y al apóstol San Andrés. Hay una más, en construcción, en la que celebrarán su liturgia los coptos. Una antigua sinagoga judía de 1813 engrosa el patrimonio religioso de Birminghan, donde se encuentra también el conocido como Gurú Nanak Nishkam Sewak Jatha, un templo sij, erigido en el último cuarto del siglo XX. Por su parte, los budistas meditan en la pagoda Dhammatalak. Esto da cuenta de la amplia diversidad de religiones del país, donde también los musulmanes crecen desde su llegada. Desde 1960 tienen una gran mezquita que se suma a las más de doscientas que salpican toda la ciudad.

experiencia inolvidable como ingeniera en el puente del canal de panamá
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“Llegó un momento en el que, después de casi un año en Panamá, me planteé volverme, no me gustaba el país, la cultura, me sentía sola, el trabajo era decepcionante, parecía una administrativa más que una ingeniera”, recuerda Rocío Marfil. Pero eso fue hasta que la llamaron para trabajar en el departamento de calidad de la obra: “Sin dudarlo, hice la entrevista y me admitieron, eso me hizo crecer muchísimo, me hizo sentirme realmente una ingeniera y me hizo pensar que todas las horas de estudio habían tenido sentido: ese puente fue, durante dos años, como mi bebé”, confiesa la jiennense, y añade: “Verla crecer poquito a poco me encantó, aprendí muchísimo, era una obra en la que trabajamos a la vez más de mil personas, había más de diez nacionalidades distintas, eso también me enriqueció muchísimo, aprendí mucho de diferentes culturas, a raíz de empezar mi trabajo mi vida allí empezó a ser diferente, conocí a mucha más gente, empecé a salir más, a viajar más por el país... Exprimí al máximo la experiencia” concluye.

“de uniforme”
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Casco y chaleco, entre otras protecciones, son elementos imprescindibles en la indumentaria de quienes pasan su jornada laboral a pie de obra. Una prevención de riesgos que Rocío Marfil y su novio, el belga Jo Verleysen, llevaron a rajatabla mientras trabajaban en la construcción del tercer puente sobre el canal de Panamá.

impresionante
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La fotografía de la izquierda muestra una perspectiva del puente sobre el canal de Panamá en el que trabajaron tanto Rocío Marfil Torres como su chico. Diseñado por Louis Berger, la pasarela es colgante y cuenta con doble carril de mil cincuenta metros de longitud. Esta instalación une las dos regiones de Panamá.

viajera
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El mundo se le queda pequeño y su alma viajera disfruta a la hora de visitar lugares desconocidos para ella. Por ejemplo la Ciudad Eterna, Roma, donde Marfil y Verleysen pasearon muy acaramelados y aprovecharon para inmortalizar su visita ante uno de los emblemáticos monumentos romanos de Italia, el Coliseo.

paseo marítimo
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“Lo que dejé por ti”, recordaba Rafael Alberti tras abandonar Argentina para irse a vivir a la Roma de su exilio. También Rocío Marfil abandonó lugares idílicos, entre ellos el paseo marítimo panameño, conocido como la Cinta Costera. Cuando vuelva por allí, seguramente, lo hará como turista, con billete de regreso.