Una historia con un gran final

El empeño de un grupo de cofrades representativos y la cooperación del pueblo de Jaén y sus instituciones hicieron posible la construcción de la Casa Museo de la Virgen de la Capilla

03 mar 2019 / 16:12 H.

Una de las placas que reciben al visitante en la Casa Museo de la Virgen de la Capilla desde su inauguración contiene los nombres de la junta de gobierno que regía la hermandad de la patrona de Jaén no solo en el momento en que este singular inmueble abrió sus puertas, sino también durante el largo proceso de construcción del edificio, que requirió lo mejor de cada uno de ellos para convertir en realidad tan acariciado sueño. Cofrades representativos de la Señora cuya memoria, además de en el recuerdo vivo de muchos jiennenses, permanece inalterable cincelada sobre el mármol que cuelga en las paredes del museo; la gran mayoría de ellos, ya desaparecidos, componen la última relación de históricos de una cofradía que no dio de mano hasta conseguir un espacio donde “se centralizasen todas las donaciones y obsequios que el pueblo de Jaén ha venido ofreciendo a través de los siglos a su querida patrona”, rezaba una publicación de la época.

Hasta la colocación de la primera piedra de la casa, en 1986, hubo que lidiar mucho; primero, adquirir el viejo inmueble, paredaño con la capilla de la Virgen y sobre el que volaba su camarín. Una gestión felizmente culminada a través de un crédito bancario a la que siguieron numerosas visitas a autoridades y entidades, siempre con el objetivo de adquirir con ellas un compromiso que llevase a buen puerto el proyecto. Muchas fueron las iniciativas puestas en marcha para recabar fondos con los que erigirla, y entre ellos no faltaron mesas petitorias como la que se colocaron en la gran cuestación popular llevada a cabo por las calles de la ciudad en 1985, caseta de feria, la rifa de una por entonces de rabiosa actualidad videocámara BETA... y un sinfín de propuestas con las que arrimar dinero a la causa. Pero, sin duda, la participación del Ayuntamiento de Jaén resultó crucial, que se encargó, en tiempos de Emilio Arroyo como alcalde de la ciudad, de casi la totalidad de los costes de la construcción de la casa museo, un gran paso que aliviaba a la cofradía de tan costoso proceso y la animaba a volcarse en su posterior musealización, no menos cara.

Poco a poco, el paisaje del barrio de San Ildefonso daba la bienvenida a una nueva edificación cargada de historia, eso sí, que había que dotar de contenidos. Se implicó a empresas y particulares para este fin y, en el mes de junio de 1987, en plena celebración de las fiestas patronales, el pequeño callejón sin salida de la calle Vicente Montuno Morente —dedicada al eterno cantor de la Virgen— era un hervidero de autoridades, cofrades y jiennenses que atestaban los aledaños de la iglesia de San Ildefonso para asistir al acto de inauguración de la casa museo. Ante esa multitud, el obispo de la Diócesis, Miguel Peinado, asistido por el capellán de la cofradía, Jesús Moreno, bendijo las instalaciones; el alcalde, Emilio Arroyo, junto con el hermano mayor, Ramón Calatayud, cortaron la cinta e invitaron a Jaén a conocer el edificio. Un recinto plagado de vitrinas y expositores en los que el ajuar de la Virgen de la Capilla lucía como piezas de un tesoro digno de ser conocido y contemplado. Mantos, algunos de ellos de incalculable valor material, histórico y sentimental; las coronas ofrendadas por el pueblo jiennense en 1953, tras la pérdida de las anteriores durante la Guerra Civil; bulas papales cargadas de siglos; el paso de procesión de la patrona; condecoraciones y joyas donadas por particulares a la imagen; viejas fotografías, las varas de la junta de gobierno y los diferentes enseres que, desde antiguo, el cortejo de cada 11 de junio saca a las calles...

Desde entonces, acercarse a ver de cerca tanta historia y tanta evidencia de devoción es una posibilidad llena de encanto, que ofrece también la cercanía de la propia talla en su pequeño camarín, que continúa en su sitio como parte insoslayable de la casa museo y nexo de unión insuperable con la actual basílica menor de San Ildefonso.

Una apasionante quimera que el empeño de unos pocos y la cooperación de muchos hizo realidad para sumar al patrimonio jiennense un museo con nombre de Madre.