De la Charca al río Leffey

El chef Rafael López Morales, nacido en Jaén pero arraigado en Pegalajar, cambió los fogones de su provincia para ampliar horizontes en Dublín, rica Babel de la cocina en la que conviven gustos de todas las culturas que la habitan

03 jun 2018 / 10:37 H.

A pesar del tiempo tan duro que hace aquí, sobre todo en invierno, cuando la lluvia hace acto de presencia casi diariamente, Dublín es una ciudad pequeña, con una gente muy acogedora”. Así describe su nuevo destino Rafael López Morales, un jiennense muy arraigado en Pegalajar que, desde el pasado mes de febrero de 2017, desarrolla su pasión y su profesión —la cocina— en la tierra natal de Oscar Wilde.

Algo tiene la capital irlandesa que a nadie deja indiferente —“cuando yo muera, Dublín estará escrito en mi corazón”, escribió James Joyce, otro ilustre vecino de las orillas urbanas del río Leffey, corriente fluvial de ciento veinticinco kilómetros de camino hacia el mar de Irlanda que, para el protagonista de hoy, hace las veces de “su” añorada y entrañable Charca. Estudió en la Escuela de Hostelería Gambrinus y se estrenó como cocinero en Almería, en el Restaurante Alejandro, poseedor de una Estrella Michelín: “Fue una gran experiencia que nunca olvidaré”, sentencia López. En ese local creció como chef, y cargado de ilusión y nuevos conocimientos recaló en el Hotel Condestable Iranzo de la capital jiennense con galones de jefe de cocina, su “último trabajo en España” antes de dar el paso trascendental de dejarlo casi todo para desarrollar su vocación.

“Mis hermanos viven aquí desde hace unos años, y en mi primera visita me di cuenta de que era una ciudad multicultural, donde hay mucha gente joven de todas las partes del mundo”, afirma, y añade: “Cuando hablaba con mis hermanos, me contaban sus anécdotas y viajes, y mis ganas de aprender nuevas técnicas de cocina me hicieron comprender que, por muy difícil que me resultara, tenía que dar el paso y seguirlos, dejar mi tierra”.

Los comienzos no fueron muy del todo halagüeños pero, finalmente, el paso de los días le descubrió un espacio por escrutar: “Al principio, en el mundo de la cocina me pareció que Irlanda no tenía nada interesante que proporcionarme, pero al poco tiempo me di cuenta de que sí, porque al haber tantas culturas mezcladas en una ciudad, esto te ofrece la posibilidad de aprender comidas de todo el mundo, y eso era lo que yo quería, crecer como profesional”. Y como bilingüe, que nada como chapurrear el inglés, a todas horas, para dominarlo por completo.

Así, a base de renuncias, añoranza y esfuerzo, este “Ulises” jiennense encontró su Ítaca en la capital de Irlanda, en forma de restaurante: “Trabajo en el centro, como subchef, donde intercambio conocimientos con chefs de muchos lugares del mundo y donde doy siempre a conocer nuestro ‘oro líquido’, que tan importante es para mí y que la gente se queda sin palabras cuando lo prueba”, atestigua.

Ha conseguido, entonces, Rafael López Morales no solo situarse profesionalmente en una parrilla de salida que le promete un lugar de honor en el podio diario de los cocineros, sino convertirse, incluso, en todo un embajador de su patria chica, que lleva a gala en la banda sonora de su acento.

Tiene veintiséis años, una edad en la que, muchos, todavía andan de la mano, pero acumula tanta experiencia, tanta vivencia —multiplicada por la lejanía— que, cuando vuelva para quedarse —si vuelve—, quienes se sienten a la mesa de ese restaurante que sueña abrir en el Santo Reino degustarán mucho más que un menú. Más de 2.600 kilómetros de tierra y agua lo separan de la provincia en la que abrió los ojos por primera vez, pero ninguna distancia es tan larga para un biennacido como para olvidarse de los paisajes de su memoria.

una vida familiar

La “morriña” es una compañera habitual para quienes dejan su tierra de nacimiento, y Rafael López también se acuerda de España, de Andalucía, de Jaén y de Pegalajar con mucha frecuencia. Afortunadamente, eso sí, pasa los días rodeado de parte de su familia, algo que le hace más llevadera la distancia: “Vivo con mis dos hermanos, mi cuñada —de México— y mi cuñado —de Venezuela”. En cuanto al idioma, no lo dudó un instante y, durante dos meses, recibió clases en Dublín. La amistad es otra de sus grandes bazas, y, como muestran las fotografías de estas páginas, aprovecha los momentos que el trabajo le deja libres para “ir a los pubs de Temple Bar y disfrutar de una Guinness con música en directo. También solemos alquilar coches para visitar la isla y disfrutar de sus impresionantes paisajes”, reconoce el cocinero jiennense.

gran urbe irlandesa

Más de un 1.100.000 habitantes pueblan la capital de Irlanda, lo que da noticia de la importancia de esta ciudad, la de mayor densidad de población de la isla. Fundada por los vikingos en el siglo noveno, rezuma historia y, desde 1997, ofrece una visión completamente distinta a la anterior, gracias a importantes inversiones de ese momento. El río Leffey la divide en dos partes y, por mucho que digan lo contrario las páginas webs, sus “inviernos son muy duros”. Grandes escritores hacen de Dublín una ciudad mítica, escenario de obras legendarias que le procuran un interés constante y, en consecuencia, un elevado número de visitantes que acuden a ella atraídos, también, por sus importantes museos, teatros y bibliotecas. Sin duda, otros reclamos de Dublín son su vida nocturna y su cerveza.

la ilusión de volver a su pueblo en verano para disfrutar del buen tiempo
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“Echo de menos España, a mi familia y a mis amigos; por suerte, mis padres vienen a menudo a visitarnos, y nosotros también vamos a menudo”. Rafael López Morales recuerda a los suyos y rememora sus costumbres desde Dublín, allí donde “se muere” por pasar los días del próximo verano en el pueblo que tanto ama: “Espero poder ir a disfrutar de las aguas de la Charca”, dice, esperanzado. Se acuerda mucho de Jaén, es cierto, pero también tiene muy claro que no puede desaprovechar las oportunidades que la vida le ofrezca: “Mis proyectos son viajar por todos los lugares que pueda y aprender todo lo posible para, en un futuro, volver a mi tierra y poder poner en práctica todo lo aprendido, y que la gente pueda disfrutarlo”. Sí, su afán viajero le guarda todavía muchas sorpresas, muchos destinos y fotografías que tomarse en lugares increíbles, pero ninguna tan hermosa como el horizonte que se ha puesto: regresar a su provincia, al mar de olivos, y aquí hacer que sus paisanos gocen con los platos que sus manos sean capaces de elaborar.

de fiesta
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Las celebraciones en torno a San Patrick tienen tanto arriago en Dublín que pocos se resisten a conmemorar al patrón de la ciudad. Rafael López, rodeado de amigos y familiares, aprovechó la festividad del pasado 2017 para visitar algunos de los locales más célebres de la capital irlandesa y disfrutar de la jornada con los suyos.

de cine
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Otra vez entre camaradas y parientes, López Morales no lo dudó ni un instante y posó como un auténtico rey, con el impresionante telón de fondo del Castle Ward, una cinematográfica fortaleza irlandesa que, a buen seguro, le resultará más que familiar a los incondicionales de la famosa serie televisiva “Juego de Tronos”.

de copas
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Corría el mes de marzo del año pasado cuando el grupo de amigos que forman Rafael López Morales y los suyos se tomó esta fotografía delante del The Temple Bar, el pub irlandés más famoso, que data del año 1840, nada menos. El local está ubicado en el centro de Dublín, la principal zona de ocio de la capital de Irlanda.

de cicerone
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La visita de su familia es uno de los momentos que más disfruta y que aprovecha para “lucirse” como guía turístico. Con su gente se le ve, el septiembre pasado, en la calzada de los Gigantes, Patrimonio de la Humanidad desde 1986. Uno de esos paisajes irlandesas que nadie se puede perder cuando se visita la isla.