Para estómagos contentos

La cocina de la feria incluye, además de los clásicos, auténticas delicatesen que resultan inolvidables

16 oct 2018 / 12:01 H.

Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Pues la comida de feria, también. Si los ingredientes están a la vista, basta con una fugaz mirada para que se te haga la boca agua, porque todo lo que se ve es gloria bendita de primera calidad. Y si no están a la vista, el olorcillo de las cocinas cumple perfectamente su misión. En la feria, en general, se come bien y bueno. Suele ser mucha la pericia, experiencia y habilidad de los cocineros para llegar de la mejor manera a todos los paladares. Es normal que la oferta se repita de una caseta a otra, sobre todo en los platos clásicos, como las sempiternas y riquísimas migas con torreznos, el arroz al estilo de cada cual, el chorizo, la morcilla, el jamón serrano y del otro, los calamares fritos, el queso... Pero, tras los clásicos, hay todo un mundo de delicatesen en pequeños bocados, donde entran, por ejemplo, la ensalada de salmón y aguacate o la de mejillones. En las casetas se puede disfrutar de delicias como twister de gambas, tartaleta de hojaldre de jamón, carrillada en salsa, berenjenas a la miel, salmorejo casero, mojama, habitas con jamón y huevo, gamba blanca, langostinos y un sinfin de exquisiteces regadas con buenos vinos, rica cerveza, refrescos, rebujitos, finos, manzanilla... y hasta cubatas.