Objetivo: El Salvador

La oenegé jiennense Quesada Solidaria da los primeros pasos para abrir una nueva ventana
de solidaridad en este país centroamericano

20 sep 2018 / 12:06 H.

Ya les vengo contando lo de las comunicaciones en este rincón de Centroamérica. La carretera CA-2 es la que nos dirige desde donde tenemos la misión central, en Antigua (Guatemala) en dirección suroeste, hacia El Salvador. De nuevo, se nos plantea un viaje largo y accidentado debido a la fiesta de las antorchas. Al menos, será el penúltimo día, pues mañana serán los desfiles. Nuestro conductor, don Francisco, se ha enterado, casi al montarnos, que en vez de ir a Patzún y llevarnos de vuelta a Antigua, además, iba a ser él mismo, el que nos trasladara a la frontera salvadoreña. El pobre hombre pasaba de comer en casa, a tener que dormir fuera y volverse al día siguiente.

Cuando vamos acercándonos al final de camino, una larga hilera de camiones espera su turno para ser registrados y poder pasar la aduana. Más adelante, Alfedro, el salvadoreño que iba a hacer de enlace en El Salvador, nos explicaría que, la de La Hachadura, era la que pasaban la frontera de camiones y transportistas y, por tanto, el atasco era permanente, pudiendo estar varios días un camión, esperando, hasta ser atendido. Sin embargo, en ese momento, nuestra única preocupación, es poder localizar a Alfredo para seguir adelante en el país salvadoreño; algo que parece imposible en esa larga línea de vehículos. Finalmente, todo sale bien y salvo un par de anécdotas: como que el lector electrónico no funcionó con mi pasaporte y me pasó el agente manualmente, o que, Alfredo, conocedor del problema de La Hachadura, consiguió evitar toda la cola, nos ponemos nuevamente en marcha, ahora, por la 2, solamente, sin el CA delante.

La 2 es una carretera que nos lleva, siguiendo la costa pacífica, hasta la playa El Majagual, donde nos alojaremos, tras casi 12 horas de viaje. La cena la hacemos en la playa, pues aquí, la ley de costas, es inexistente. En tan inmejorable vista, incluso de noche, tanto Alfredo como Rafa, un amigo suyo que lo está acompañando en este proyecto, nos cuentan acerca de la historia de su país, cómo pasaron por una guerra recientemente, y el estado actual de las maras, que es el nombre que asumen las bandas de crimen organizadas aquí.

El amanecer frente al mar es raro en alguien de secano, como el jaenero; pero, si ya es el Pacífico, ni hablamos. No puedo hacer otra cosa que pedir café y escribir antes de poner rumbo al verdadero objetivo del viaje: conocer el hospital guadalupano en la ciudad de Cojutepeque. Éste está regentado por una orden religiosa, las Agustinas, que nos reciben, junto con toda la directiva, en una reunión en la que ponen, a disposición de la ONG, todo de cuanto disponen: personal, instalaciones, material y horario. Luego, tras la visita en la que muestran el interior de manera puramente técnica y responden a las preguntas de los médicos, he de decir que, sin entender demasiado, las sensaciones que han dejado, son estupendas, tanto en voluntad de la orden, como en pulcritud y equipo del hospital. Al acabar, nos han invitado a comer, sin que estuviera programado, donde nos han enseñado el convento en el que viven, muy cercano al hospital y nos han hablado del proyecto educativo que también llevan a cabo con familias marginadas, sobre todo, de las que dejan las maras a su paso.

Previa parada para ducharnos y dejar las maletas en el hotel, hemos subido un momento a ver las vistas de El Salvador desde uno de los miradores del volcán homónimo, lástima que estaba nublado. Por último, uno de los hermano mayores de Alfredo, nos acoge en su casa para cenar, en señal de que apoya lo que hace su hermano y que quiere que salga adelante. Allí, tanto la mujer de Alfredo, como la de José Ramón, maestra y médico respectivamente, profundizan en ambos sistemas, mostrando, lo que a su parecer, puede necesitarse más. El día ha sido largo y tenemos la impresión de haber recorrido casi el país entero por carretera. Caemos rendidos, pero con buenas e ilusionantes sensaciones de lo vivido. Hemos viajado junto a don Francisco, los dos Pacos, Carrasco y Álamos, Antonio Gómez y Basilio Dueñas, más el escribiente.

El árbol
que da mirra

En la visita al convento de retiro de las Agustinas, donde nos invitaron a comer, hay un gran árbol que preside el primer patio de la casa, de los dos que hay. Éstos son al estilo de los claustros clásicos, galerías internas que protejan de la lluvia y el patio, con un gran jardín adornando y dando vida a la casa. Durante la despedida, se ha ido al baño por última vez y se han intercambiado las primeras impresiones acerca de la viabilidad o, al menos posibilidad, de plantear el proyecto. Uno de los médicos, Paco, se ha interesado especialmente por el árbol central y las frutas que daba. Las monjas han podido ofrecer poca información al respecto, pero sí que han dicho que el fruto es la mirra. El médico en cuestión, ha cogido tres frutillas con la intención de probar a plantarlas en su jardín y ver si crecen. Pura poesía es llevarse las semillas, de vuelta para España, regarlas con cariño, y mandar, en unos años, alguna foto del resultado. Espero que sea un anticipo de intenciones, y que el proyecto de El Salvador, germine, de la misma manera, dentro de Quesada Solidaria.