La rama educativa en Quesada

Ruta por los colegios de la zona para ver en qué proyectos merece la pena invertir todos los esfuerzos

15 sep 2018 / 11:20 H.

En la particular competición que mantienen el despertador y el amanecer, hoy, por primera vez, ha ganado el primero. Una a dos, en los marcadores particulares. A las cuatro y media de la mañana era la salida, así que sin tiempo casi para desayunar no hacer tanto ruido, he cogido dos paquetes de galletas, uno para el camino y otro para las nueve de la mañana. El motivo es que hoy toca irse para Quesada, donde vamos a hacer una ruta por los colegios de las aldeas. Ésta es la otra rama de la ONG, aunque muchísimo más pequeña que la otra, en comparación con la sanitaria, es casi anecdótica.

El viaje resulta muy tedioso; las carreteras son, las más de las veces, de doble sentido y con vehículos que no pasan de los cincuenta kilómetros por hora. Venimos conversando para amenizar el camino, no es para menos, las tres horas de viaje incitan a ello. Da para muchos temas de conversación el viaje: si educar o enseñar, si el cómic puede estar a la altura de un libro o la propia historia de Guatemala. El último es de los que más interesa, y aquí apenas hablo, escucho y me empapo de lo que puedan decir veteranos en el país como Basilio o Paco Vico. La Wikipedia ayuda bastante, pero los testimonios e impresiones la terminan de matizar. Eloísa, enlace de la ONG en el país, y Daniel, nuestro guía local, siempre dicen lo mismo al respecto de su país: hay demasiada corrupción. Yo me pongo a pensar, que como nosotros. Cómo era eso que decían, ¿mal de otros consuelo mío? La siguiente pregunta que surge es obvia: ¿por qué no os rebeláis? Y, aunque no la hago pública, me la contesto yo solo: seguro que no interesa.

Andamos entre “El Hombre que disparó a Liberty Valance” o “El bueno, el feo y el malo”, cuando llegamos a la localidad en sí. Si os digo que la sensación era la de vivir una de esas cintas, del Viejo Oeste sin ley, estaría mintiendo, porque aquí hay ley: la que imponen los caciques locales. En la que si uno no queda amedrentado por su mera presencia, el brillo metálico que esconden las fundas de los cinturones de los cuatro o cinco tipos que vigilan la escena desde un segundo plano, ya lo hace por ellos. Evidentemente la ONG se mantiene al margen, incluso a sabiendas de que es utilizada como arma política arrojadiza. Allí hay un pequeño centro de salud que da asistencia a toda la comunidad. Sin embargo, ese día vamos a ver más cosas: colegios. Por fin, voy a poder ver de primera mano, por qué esta gente está tan abocada al fracaso desde que nace. Así que tras despedirnos, volvemos a subirnos a la camioneta.

No voy a engañaros, aquí un colegio es una construcción de ladrillo cubierta por una chapa metálica; y las aulas son las sillas y mesas que nosotros tiramos. Hay sitios en los que las clases no están ni limpias, con la basura acumulada en ellas. Y de los colegios que visitamos, también ha resultado difícil ver a los chavales dando clase: siempre estaban jugando en el patio. Se está valorando en qué invertir y cómo, pero la verdad es que lo visto, resulta desalentador.

Desde pequeño, suelo marearme cuando me monto en el coche y hay muchas curvas, os imaginaréis que ésta vez no ha sido la excepción. Afortunadamente, aquí las camionetas llevan el maletero abierto para facilitar la carga y descarga de mercancías. El consejo de subirnos atrás y que nos diera el aire nos ha permitido disfrutar de las grandes vistas que ofrece el departamento de Jutiapa, muy parecido al de la sierras de Jaén, por cierto. La última aldea, Laguna Seca, es la más aislada de todas, pues está en la cima de una pequeña colina, lo que dificulta el acceso y fomenta el aislamiento. Y, sin embargo, una escuela limpia, y los profesores implicados, el factor determinante. Ellos sí creen en lo que hacen, están entregados a sus niños y les dan una oportunidad. He tenido el placer de conocer y poder entrevistar a uno de los maestros, y de verdad, lo que transmite es pura pasión por lo que hace. Sólo por la última aldea, mereció la pena la pena el camino. De todas las semillas plantadas, hay una que está siendo regada a diario, y que con un pequeño empujoncito, dará una oportunidad a los niños en este despiadado mundo. La enseñanza no asegura nada, pero prepara para todo.

Desde el comedor de una vivienda, y agradeciéndole a un vecino quesadeño que me prestara su hogar y su WiFi, envío el artículo a la Redacción.

El niño que se escondía
de los señores de blanco

En una de las aldeas que hemos visitado, Los Comunes, mientras corríamos el portón principal, uno de los niños ha salido corriendo; a avisar a los demás he supuesto. Nos enseñaron las instalaciones antes de pasar a ver las clases y a conocer a los chicos que había por allí. Todos nos han saludado, con un “buenos días”, pero he reconocido al pequeño del principio, escondido tras la profesora y llorando a lágrima viva. Cuando hemos preguntado qué le pasaba, nos ha respondido, que siempre que vienen señores lo pinchan, y que tiene miedo. Una vez que mi corazón ha recuperado su tamaño, me pregunto, si no temblaría yo también, al ver a esos señores de blanco con agujas que hablan en nombre del progreso.