“En 1993 abrimos con la UJA una ventana al mundo”

Antonio Pascual apuesta por un proyecto educativo con perspectiva de futuro

28 jun 2018 / 08:15 H.

Con una cita de Benito Pérez Galdós, del prólogo de la tercera edición de La Regenta de Clarín, comenzó Antonio Pascual Acosta su intervención, en la que se mostró emocionado por encontrarse en su tierra: “A lo largo de mi vida, Jaén ha sido una referencia esencial y determinante de mi biografía más personal e íntima”. Y, tras mostrar su gratitud a la Universidad, recordó que la puesta en marcha de la institución académica en 1993 no habría sido posible sin la calidad docente e investigadora, el empuje y el tesón de tantos profesores del Colegio Universitario de Jaén. “Sin el apoyo y la colaboración de tantas personas que, ya sea desde la Junta de Andalucía, desde la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Jaén, desde los partidos políticos, las organizaciones empresariales y sindicales o desde los medios de comunicación, ayudaron a hacer realidad un instrumento que ha transformado social, cultural y económicamente a la ciudad y a toda su provincia, y que ha ayudado a abrir en Jaén una ventana al mundo”, manifestó.

También habló de la actividad pública, cuya grandeza, puntualizó, reside en la posibilidad de acometer proyectos generales de transformación y mejora de la sociedad en la que se vive: “Ustedes me proporcionan hoy una ocasión inmejorable para comprobar de una sola ojeada una de las consecuencias que más gratamente pueden obtenerse en el desempeño de una tarea pública”. Y defendió el trabajo de hombres y mujeres que se dedican a la política: “Pienso que aún siguen vigentes, al menos para mí lo están, aquellas características que el filósofo e historiador alemán, considerado por muchos como uno de los padres de la sociología moderna y al que tanto le gusta citar a nuestro rector, Max Weber, señalaba como esenciales para el ejercicio de una tarea pública en una sociedad democrática: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura”.

Antonio Pascual calificó su trabajo universitario como una verdadera vocación, por lo que durante su intervención hizo un reconocimiento profundo y sincero a la que consideró la mayor y más noble aventura de la historia: “La humanidad no sería la que es, ni habríamos alcanzado el nivel de bienestar y el grado de autonomía del que hoy gozamos, sin las sucesivas aportaciones de estudiosos, científicos e investigadores; de miles de hombres y mujeres que, a contracorriente muchas veces y en frecuente conflicto con dogmas, directrices o inercias, probaron intuiciones, fundamentaron conocimientos y aplicaron técnicas innovadoras que, poco a poco, han ido abriendo y despejando el camino del futuro”.

Tras más de 40 años dedicado a la educación, consideró que el proyecto educativo en el que cree y que siempre ha defendido no es un servicio sometido a las demandas perentorias del mercado: “Debe ser una apuesta con perspectiva de futuro, que considera a cada alumno como persona, aún en fase de formación, y a los que, por tanto, hay que ofrecerles medios humanos y materiales, conocimientos científicos y culturales, así como sólidos principios éticos y valores cívicos que les permitan, una vez interiorizado todo este bagaje, crecer en madurez, en autonomía y criterio propio, para juzgar o actuar y, de esta forma, avanzar en el dominio de los procedimientos y destrezas que han de servirles a lo largo de su vida para integrarse en la sociedad como miembros activos, responsables, útiles y creativos”.

En este punto, consideró que educar es, ante todo, abrir horizontes, impulsar el acceso al mayor número de oportunidades, promover la capacidad de elección, facilitar la resolución de los problemas y de las necesidades que se planteen ahora o en el porvenir: “Y es también, lógicamente, motivar e ilusionar a los jóvenes, ayudarles a ser ellos mismos y a estar preparados para analizar el entorno en el que cada cual se mueve, con el fin de intervenir en él como un factor de cambio y transformación”. Una parte importante de su intervención la destinó a la estadística, y el cambio que en ella se ha producido desde los años 70. “Pero el tratamiento de los datos no empieza en este siglo, por lo que debemos mirar y aprender del pasado. Ello nos ayudará en el presente a encarar el futuro”, argumentó. Y terminó como empezó, con agradecimiento: “Significa para mí un estímulo al considerarme unido a un conjunto de personas comprometidas con lo que Unamuno calificó como uno de los mayores servicios que se pueden prestar a una nación, entregarse de una manera callada y persistente a cultivar lo que denominó el heroísmo del trabajo y el culto a la verdad’”.