“Todo un referente taurino”

09 abr 2018 / 08:00 H.

Hemos escrito sobre el mundo de la construcción en varios obituarios. La familia de los Pérez Fuentes sigue ligada a este oficio, desde el almacén de materiales hasta miembros de la familia relacionados al oficio de la arquitectura. Pedro Pérez Fuentes se nos fue cuando se ganaba sus bien ganados años de júbilo, disfrutando del ocio con sus amigos en el Centro de la Tercera Edad y de su familia, a la que siempre se entregó. Fue un gran profesional que ejerció su trabajo de maestro de albañilería y lo transmitió en los alumnos de la Escuela Taller, en uno de los módulos de albañilería allá por los años 90 del pasado siglo.

No se me olvidará su espíritu jovial y su amabilidad, siempre ofreciendo la sonrisa y la disponibilidad para cualquier asunto. Sobre todo, lo asimilo con la feria de septiembre, más en concreto con el espectáculo de los toros cuando contemplo un cartel de nuestros toreros, Javier González o el Sombrerero. Les tenía una aprecio especia taurino. Me vienen a la mente tantos recuerdos y conversaciones que compartí en muchas ocasiones con su persona. Le refería el mundo taurino desde la plaza alta de la Mota hasta la plaza del ayuntamiento, los rejoneadores, los cuadrilleros, el mozo de plaza, las fechas de las corridas, los toreros de los años cincuenta... Él me respondía con sus primeros intentos fallidos, en el coso de Priego de Córdoba, las vivencias de antaño y conocimientos adquiridos, los tiempos del Pireo... o me cantaba el pasadoble dedicado al novillero frustrado Chivani por los años sesenta y setenta. “Que salgan ya los coches de Contreras, / que a Priego se dirige el Chavalillo//...), y, sobre todo, me daba lecciones de maestro del mundo taurino. No se conquistaba el puesto de asesor taurino por su pasado, se lo ganaba por sus amplios conocimientos desde la biología del toro hasta el último secreto de la lidia. Tuve la fortuna de tenerlo a mi lado acompañándome a la inspección de los toros antes de la corrida por los años 80, presidiendo el inicio y estreno en los ruedo de nuestros queridos Sombrerero y Javier González, e impartiéndome lecciones del saber estar en los cosos; luego me asesoró en los años de las novilladas y corridas de los toreros; continuó haciéndolo con alcaldes y concejales, siempre amable, condescendiente, y sincero, pero razonando el momento oportuno de sacar el color de pañuelo adecuado, que había preparado con mucho mimo para la ocasión.

Siempre, le veía del brazo de su Mercedes, y recibía el cariño y afecto de sus dos hijas, Pili y Merce. La cofradía del Dulce Nombre de Jesús siempre estuvo en su corazón y lo transmitió a los suyos: a él y a sus hijas y familiares los he visto de costalero, anderos, capataces, penitentes y demandantes. Se enroló en aquel gremio de los albañiles que hicieron renacer esta cofradía con gran fervor y lo siguen manteniendo hasta el día de hoy. Siempre que veía a Pedro por el camino de la Malena, me venían a la mente los caballeros de una cuadrilla del Corpus del siglo XVII en la plaza alta de la Fortaleza de la Mota, otras veces, levantando el andamio que encerraba los corredores de la muralla del Gabán, y, últimamente, vistiendo el traje nazareno para compartir el seguimiento de su enfermedad con el más profundo fervor a Jesús. Descansa en paz.