“No estemos tristes por el discípulo del Señor”

03 mar 2019 / 08:00 H.

A mi buen amigo Antonio: Te vas sin avisar, con una vida de lucha infinita, marido, yerno y padre ideal... Abuelo de mi ahijada, que, ahora sí, otra estrella en los Cielos la guiará. Ya dejaste de sufrir y en un abrazo infinito, con tu querida Mari Carmen, te encontrarás al fin. No temas por lo que dejas aquí. Mi querida Almudena y sus niñas me tendrán siempre ahí. Mil gracias amigo una vez más, por tu apoyo, por tu entrega, por formar parte de nuestra hermandad.

Miércoles, día previo a la Cena del Señor. Amaneció como cada día, como manda Dios. Y al alba de la mañana, nuestro hermano Antonio se marchó....

¡¡¡Enarbolando con Fe la Santa Cruz de nuestra redención!!! Peregrinó de la Sierra Morena y Moclín, en tierras de la provincia de Granada, alma pura que por su familia desvivía sin fin. El Apostolado y los Discípulos, hoy más que nunca, rezan por ti, por tu nueva peregrinación, ante los brazos de Dios Padre, al encuentro eterno con Nuestro Señor Jesucristo.

Preparemos pues la Santa Mesa del Sacrificio Pascual, dos humildes velas, que te guíen allá donde vayas, amigo Antonio.

Y no estemos tristes, porque el humilde Discípulo de Nuestro Señor, fue llamado a su encuentro, para formar una estrella más en el firmamento.

Como aparece en los Evangelios: “Entonces Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?”.

Juan 11:25-26