“Como el título de aquella canción... la muerte no es el final”

08 feb 2019 / 08:00 H.

Hace casi un mes que nos dejaste y he decidido escribirte unas letras, porque sé que seguirás leyendo a diario este periódico, como desde que tengo uso de razón has hecho. Te escribo con sentimientos totalmente encontrados; por un lado me inunda la pena por el vacío que nos has dejado: en la casa hay un silencio que se hace duro de masticar, la oficina está apagada, oscura, triste, falta color, el que ponías con tu presencia...

Pero por otro lado son ya muchos los momentos en los que me sorprendo hablando contigo esbozando una sonrisa, con esa alegría que siempre has desprendido, con esa intensidad que le ponías a las cosas.

“De vez en cuando te comento cualquier incidencia, y te siento ahí, a mi lado, es en este momento en el que me doy cuenta de la suerte que he tenido de tenerte, lo privilegiado que soy por haber disfrutado de ti y haber compartido contigo codo con codo todos estos años, y haber aprendido a tu lado tantas cosas.

No hubiera sido nadie sin tu ejemplo. ¿Empezamos a escribir todo lo aprendido?

No, mejor lo voy a resumir: nos enseñaste a luchar, a tener temple en la adversidad, a perder el miedo al riesgo, a no perder el tiempo..., y aunque no llegamos a tu nivel, oye, permíteme la arrogancia, no lo hacemos mal del todo, por lo menos eso dicen, hemos heredado tu espíritu de combate, nos enseñaste bien. Contigo he comprendido al montañero que se deja la vida subiendo un “ochomil”, en la certeza de no tener precio dejar este mundo haciendo lo que te gusta, porque la vida hay que vivirla y no que te la vivan otros.

Otros buscan constantemente situarse en su zona de confort. Tú no. Tú no eres capaz de estar más de dos días en esa cómoda zona, y si llegabas a ella, rápidamente te ponías en marcha para llegar a la siguiente meta, así fue con todo: con tu viaje a América, que el abuelo no aceptaba, o que con tu trabajo fijo y estable quisieras realizarte profesionalmente como graduado social, o en estos últimos años haciendo Derecho a los setenta y cuatro años y poniéndote la toga hasta un mes antes de dejarnos. Así eres tú: inconformista, luchador y viviendo intensamente. Alguna vez te lo dije: si un día te vas, será con las botas puestas, y te sonreías.

Sabías que así iba a ser, y así ha sido... Dicen que los mejores genes se saltan una generación, y en tu caso parece confirmarse... Siéntete orgulloso del legado que dejas.

No hay más que recordar a tu nieto David, el temple que demostró en la misa al relatar todas esas vivencias contigo. Toda la iglesia sintió un nudo en la garganta cuando terminó, todavía lo recordamos. Este parece haber asimilado bien tus enseñanzas.

En todos dejas tu impronta, pero en tres de ellos muy claramente: Jaime es igual en carácter, gestos, personalidad, en todo, y llegará lejos si aprovecha sus condiciones como tú lo has hecho...

Raquel, que ha heredado de ti el perfeccionamiento del trabajo bien hecho.

Y Natalia, tu Natalia, que tiene tu misma capacidad de meterse a la gente en el bolsillo. Leí, hace poco, que los grandes hombres dejan grandes recuerdos y enseñanzas que hacen que sigan con nosotros toda la vida, y en esas estamos, cada minuto que pasa, te añoramos más y te sentimos más cerca.

Te volveré a escribir pronto, y creo que cada vez soy capaz de hacerlo con más alegría, como sé que tú quieres que sea. Te vamos a seguir recordando a diario en esos desayunos, reuniones, cenas, pero será contando todas esas vivencias entrañables que nos has dejado, esas enseñanzas que nos han marcado la vida y recordando todos los éxitos que te has labrado.

Eres mi padre, y para mí eres único, el mejor que he podido tener, no soy objetivo, pero creo que casi todo el que te ha conocido piensa igual, por algo será. Y para terminar, no puedo hacerlo de otra forma que recitar, como a ti te gustaba: “...Cuando la pena nos alcanza por un hermano perdido, cuando el adiós dolorido busca en la fe su esperanza. En tu palabra confiamos con la certeza que Tú, ya le has devuelto a la vida, ya le has llevado a la luz...”. Porque la muerte no es el final...