Tristeza y melancolía tras un Viernes Santo sin procesiones

Ninguna cofradía completó su desfile, por la amenaza de lluvia

01 abr 2018 / 12:04 H.

Miles de linarenses se congregaron en la Plaza de San Francisco para ver la salida del Nazareno, algo que se ha convertido en todo un ritual. La amenaza de lluvia no acongojó a una hermandad que se caracteriza por su valentía, lo que los llevó a abrir las puertas de la parroquia para dejar salir el paso de San Juan, portado por su habitual cuadrilla de costaleras. Más tarde llegó la Niña, como conocen de forma cariñosa los más devotos a la Virgen del Mayor Dolor, y, finalmente, los portones de la iglesia se abrieron para que el calor de los linarenses acogiera al Nazareno, que movió su mano derecha para bendecir a los devotos.

Ante los aplausos y las lágrimas de los miles de fieles que estaban en la Plaza de San Francisco, el Señor comenzó su desfile procesional por las calles de Linares en lo que fue una “madrugá” muy especial. Todo iba sobre ruedas cuando la lluvia obligó a refugiarse a unos cofrades que regresaron rápidamente a la iglesia de San Francisco para evitar que las imágenes se mojaran.

El Viernes Santo estuvo marcado por la incesante amenaza de lluvia. No llegó a romper, pero el cielo tampoco daba garantías ya que, de vez en cuando, caían algunas gotas sueltas. Las previsiones tampoco ofrecían esperanza, por lo que dos hermandades decidieron no salir en procesión. La Expiración y el Descendimiento se quedaron en San Francisco y Santa Bárbara, respectivamente. Sin embargo, el paso de palio de la Virgen de la Esperanza, madre del Cristo de la Expiración, debía regresar a su casa hermandad. Aprovechando una tregua en la que sol se zafó de las nubes, los horquilleros elevaron a la Virgen y la trasladaron hasta la cofradía, acompañados con los sones de la banda y las lágrimas de las mujeres que, vestidas de mantilla, veían cómo se encerraba la última “esperanza” de desfilar por las calles junto al Cristo de la Expiración y su madre. Uno de los momentos más emotivos ocurrió cuando los que portaban a la Virgen no querían encerrarla, salían y entraban del portón de la casa hermandad, meciendo sus varales y retaron al mismo cielo mientras sonaba el himno nacional.

Por su parte, El Santo Entierro retrasó una hora su salida en procesión. La caballería esperaba en las inmediaciones de la plaza para sumarse al cortejo. Cuando el reloj marcó las 20:00 horas salió de la parroquia para desfilar por las calles en un recorrido recortado. Mucho frío y viento en una comitiva, que tuvo que volver porque las nubes descargaron a su paso por la calle Sagasta. El atrevimiento de esta cofradía no salió bien. El Yacente y la Virgen de la Soledad regresaron envueltos en plástico a San Francisco, minutos después de partir. Cuando El Santo Encierro regresa a la parroquia, suele quitarse la corona a la Virgen y se envuelven su cabeza en un manto negro y la sacan a las calles para, aquel que quiera, la porte en sus hombros. Esto no ocurrió por dos motivos, la falta de costaleros ha hizo que este año saliera con ruedas, y la lluvia, que impidió que La Soledad paseara su luto.