“Por una autovía pasa de todo”

Los centinelas de la Usecic se despliegan en minutos para un control preventivo

19 feb 2019 / 12:24 H.

Cae la noche y una docena de guardias civiles uniformados escucha atentamente las instrucciones del capitán Diego Casado. “Esta noche vamos a establecer un control preventivo en la A-44”, les anuncia el jefe al mando de la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic) de la Comandancia de Jaén. Su movilidad, versatilidad y distribución posibilita su presencia en toda la provincia a cualquier hora y en cualquier momento. De ahí que sea la brigada más camaleónica y la que complementa al resto de unidades de la Benemérita en Jaén. Es sábado y toca control específico de seguridad en la autovía. Los miembros del grupo están apostados en una carretera secundaria cercana a La Guardia, donde ultiman los detalles del operativo. El oficial les recuerda el protocolo que hay que seguir “a rajatabla” durante el control: “Vamos, señores”, concluye a modo de arenga. Los cinco coches de la comitiva encienden las luces y toman la autovía.

En cuestión de segundos todo está preparado. La oscuridad exige medidas adicionales para asegurar a todos los miembros de equipo: los dos últimos vehículos del convoy se quedan atrás. Por lo tanto, son los primeros que se encontrarán los conductores a los que les obligarán a reducir su velocidad. A un kilómetro de distancia, dos agentes ya están colocando los “ovnis” (las luces parpadeantes que brotan del suelo); otros ponen los conos para formar los carriles, mientras que los compañeros forman la “ese” (dos vehículos cruzados) y los que cierran el control instalan los pinchos. Cualquier intento de huir es inútil y solo sirve para empeorar las cosas. La “jaula” está preparada. Los guardias civiles de la Usecic son reconocidos por los delincuentes a kilómetros de distancia: “¡Los picos de la boina verde!”, les llaman.

En poco más de dos minutos, el control ya está montado. “Lo fundamental para nosotros es la seguridad del equipo y de la vía”, afirma el jefe. Dos agentes se sitúan en primer término: uno dará el alto y hará las preguntas de control a los conductores; y el otro, colocado a la derecha con un arma larga, asegura a todo el grupo. Tres guardias más se encargan de la zona de la identificación y el registro en ese punto; otro con arma larga completa la cobertura de seguridad de todos sus compañeros. En último término, el agente de la “ristra” de pinchos y el vehículo de persecución. También hay un guardia de paisano, del servicio de Información, que va repasando matrículas, caras, datos... Todo el mecanismo funciona como un reloj. Esa cadena les ha servido para dar caza a los pocos que han intentado huir para eludir algún control.

“¿Es que pasa algo?”, pregunta una conductora, alarmada por el espectacular despliegue de hombres de verde. “No, señora, pero esto precisamente es para que no pase nada”, responde un agente. Y es que la prevención es el fin de este tipo de controles. “Que el delincuente sepa que estamos vigilantes”, explica el capitán Casado. De hecho, el control no se ha montado al azar. Por una autovía, “circula de todo”, tal y como describe un veterano de la Benemérita. El lugar elegido es un “punto caliente”, ya que es paso obligado entre Almería y Granada con Madrid. “Nuestra misión fundamental es prevenir. Buscamos droga, armas, infracciones administrativas y personas que estén en busca y captura”, aclara el jefe del operativo. Hace menos de medio año, estos mismos agentes consiguieron interceptar a tres ciudadanos gibraltareños que daban un porte de 360 kilos de hachís. “Para coger un alijo de estas características hay que tener también un poco de suerte”, admite el capitán, un veterano del Instituto Armado con muchos años de servicio y muchos kilómetros recorridos.

El control ya está en marcha. Hay dos agentes que se encargan de seleccionar los vehículos que serán identificados y registrados. El criterio queda en manos de su intuición profesional, “de nuestro vista para detectar la delincuencia”, dice el guardia civil Alfonso, que forma parte de la unidad desde hace más de una década. Uno de los primeros vehículos al que dan el alto los agentes va conducido por un hombre de mediana edad, que viaja solo. Lo alumbran con la linterna y ven que va vestido con un pijama. Toca ir a la zona de identificación y registro “Cosas más raras hemos visto”, dice el jefe. “Es que voy a recoger a mi hija”, se justifica el conductor, todavía con el susto en el cuerpo. Una mujer más nerviosa de lo normal y otro que no recuerda el nombre de la propietaria del vehículo, a pesar de que asegura que es su novia, son los siguientes en pasar a la zona de identificación y registro. “¿Tiene usted algo que pueda comprometerle?”, cuestiona el agente tras el protocolario “buenas noches”. Son preguntas de control, para poner a prueba a la gente, ver cómo reaccionan, qué caras ponen y cómo actúan.

A pesar de que el ritmo es casi frenético, los coches forman ya una larga hilera en la autovía. La caravana transita despacio. Solo aquellos vehículos que levantan sospechas son desviados para una inspección mucho más a fondo. Los turismos de alquiler, los que tienen matrícula extranjera o en los que va solo una persona tienen muchas papeletas para ser interceptados. Un BMW es el siguiente en caer: viajan dos jóvenes de rasgos árabes. El capitán Casado habla con ellos en francés: dicen que vienen de Almería, donde viven y trabajan, y que van de vacaciones a Francia. Su documentación está en regla. Los agentes los cachean y registran el maletero y el equipaje: todo negativo. El patrón se repite en todos los vehículos inspeccionados esta noche. No hay nada reseñable. “Cuando montas un control nunca sabes realmente cómo puede terminar la cosa”, dice Casado, minutos antes de ordenar a sus hombres que hay que levantar el operativo. La noche termina para los centinelas de la Usecic.

El último servicio del agente “Rony”
idcon=13757702;order=18

El control preventivo de seguridad efectuado por la Usecic en la noche del pasado 9 de febrero fue especial, porque tuvo sabor a despedida. Fue el último servicio del agente “Rony”, uno de los miembros del Servicio Cinológico (Secir) de la Comandancia de Jaén. El perro antidrogas de la Guardia Civil se jubila, tras más de siete años persiguiendo a los “malos”. Su cuidador, el guardia civil Gregorio, tiene un nudo en la garganta porque sabe que es la última noche que compartirá trabajo con el que considera “un compañero más”. “Tiene siete años y ya se merece descansar”, explica. Y es que “Rony” también está enfermo y ya no puede estar en la primera línea. En su haber tiene algunas de las principales operaciones antidroga desarrolladas en la provincia en los últimos años por la Guardia Civil: “Es uno de los mejores que hemos tenido”, añade Gregorio. El perro, un pastor belga, tuvo que trabajar varias veces en el control. Utilizó su privilegiada nariz para olfatear varios vehículos a los que se les había dado el alto. Al día siguiente, partió para Madrid, donde pasará unos días de adaptación a su nueva vida en la escuela canina de la Guardia Civil.