El celo del lince, el comienzo de una nueva vida

En las sierras de la provincia de Jaén vive la mitad de la población del lince ibérico a nivel mundial

21 ene 2019 / 12:03 H.

Cuando cae el frío del invierno empieza una época especialmente importante para los linces ibéricos. Entre finales de diciembre y el mes de enero se produce el celo de este felino de motas negras tan arraigado a la provincia jiennense. Esta especie protegida evoluciona positivamente en Jaén gracias al enorme esfuerzos de proyectos como LIFE+Iberlince, con el que aumentó tanto la conservación y proyección del lince que, actualmente, en la provincia, se puede encontrar la mitad de la población mundial de este precioso felino.

Los amantes de este animal pueden disfrutar, en estas fechas, de la posibilidad de ver a alguno de ellos en su hábitat natural, ya que, en la época de celo, son relativamente más visibles. Con sus maullidos fuertes y roncos —lejos de parecerse a los de un gato doméstico— son localizados más fácilmente con unos buenos prismáticos. Este año, el celo comenzó un poco más tarde de lo habitual (ya que el frío se hizo esperar algo más), por lo que el celo está en su máximo apogeo en este momento.

Normalmente, las hembras viven separadas de los machos y su llamamiento sirve para atraerse unos a otros. Tras la cópula, Miguel Ángel Simón, director del proyecto LIFE+Iberlince, apunta que la gestación suele durar 63 días. Esto lleva a que los partos se produzcan entre marzo y abril, en función de si las cópulas fueron a principios o finales de enero. Asimismo, expone que la media de crías que suele tener una hembra ronda las 3, aunque solo sobreviven entre 1 y 2. Eso sí, añade que desde Iberlince observaron casos “extremos” en los que una hembra tuvo hasta 5 cachorros. Los pequeños linces, que nacen completamente ciegos, tardan entre 30 y 40 días en salir de la madriguera del parto para hacer vida. Antes de esta época, Simón explica que las crías no salen mucho, ya que son muy pequeñas y el exterior puedes ser peligroso para ellas. “A partir de esto, comienza una nueva vida. Este es un momento increíblemente importante para la biología de una especie”, asegura. Según los datos recogidos por Iberlince, los linces ibéricos suelen ser sexualmente adultos cuando llegan a partir de los tres años, aunque se han dado casos en los que hembras de 2 años se quedaron preñadas. Además, también observaron que otras, con solo un año, ya tuvieron un embarazo.

La Sierra de Andújar es la cuna histórica de esta especie y, además, en ella empezó todo el proyecto de conservación de la especie. “En el año 2002, los linces que había en Andújar tenían mayor variabilidad genética que los de Doñana, es decir, que la población estaba mucho más sana genéticamente. Allí fue donde comenzamos a capturar ejemplares para montar todo el programa que ahora mismo engloba 2 países y 3 comunidades autónomas”, subraya Miguel Ángel Simón. Tal es la importancia de esta zona para la especie que, en ella, puede haber en torno a 180 ejemplares. Asimismo, en la provincia hay otra región donde este felino moteado encuentra un hábitat natural idóneo para su desarrollo. Esta es el valle del río Guarrizas, una zona que hay entre Santa Elena, La Carolina, Vilches, Arquillos y Aldeaquemada. “Esta se seleccionó como área de reintroducción porque había un hábitat muy bueno y densidad de conejo. Allí empezamos en 2010 y, en 2018, podríamos contabilizar unos 100 linces”, añade el director de Iberlince. De esta forma, en la provincia jiennense pueden encontrarse hasta unos 300 ejemplares y Simón aclara: “En todo el mundo puede haber en torno a 650 linces y la mitad están en Jaén. Ahí se ve la importancia de esta tierra”.

Desde que el proyecto Iberlince se activó en la comunidad, el aumento de linces es más que considerable. Tanto es así que, en 2002, en Andalucía había 94 linces (54 en Andújar y 40 en Doñana) y ahora, solo en Jaén, puede haber unos 300. Sin embargo, sigue habiendo problemas que amenazan a la conservación de este felino. El principal al que se enfrenta —el lince en general y las crías en particular— es que, a consecuencia de estar altamente especializados en comer conejo de monte, se ven muy afectados por las dos enfermedades víricas, que repercutieron gravemente en el número de estos roedores. La mixomatosis y la enfermedad hemorrágica del conejo (EHV) “producen una gran mortandad y esto hace que los linces no tengan comida y, sin alimento, ni hay reproducción ni los cachorros son capaces de salir adelante porque no tienen el físico adecuado”. El director de Iberlince recuerda que, cuando la EHV mutó en 2012, el número de cachorros de lince descendió de una manera drástica: De una media de 50 cachorros en la Sierra de Andújar, la cifra cayó a solo 13. “Sin comida no hay reproducción, porque si uno no come no se entretiene en pensar en otras cosas”, bromea.

El segundo problema que más preocupaba (en pasado) al equipo de Iberlince era el furtivismo (disparos, colocación de lazos, cepos...). Miguel Ángel Simón comenta que, al principio, tenían muchos más problemas que ahora. “Creo que es gracias a toda la concienciación que se ha hecho y a la ayuda de la Federación de Caza, que estuvo trabajando desde el primer momento con nosotros en el proyecto de conservación”, declara. Así, indica que desde dicha federación se explicó a los cazadores el interés y la importancia de la conservación del lince y, tras mucho trabajo conjunto, Simón asegura que, en comparación con los primeros años, ahora mismo, “el furtivismo está estable”. Aún así, apunta que, aunque seguirán produciéndose casos, el futuro de la especie está asegurado, ya que los nacimientos superan las muertes.