12 feb 2017 / 11:27 H.
    “a las mujeres nos gusta la henna”
    idcon=12622001;order=3

    En una de las estrechas calles de Chaouen, antes de llegar a la zona de intramuros, está la casa de Nawel. En la puerta, un cartel con preciosos dibujos invita al turista a llamar y, si es posible, entrar. Dentro reside una joven de tan solo 26 años con su hijo pequeño y su marido. La henna es un atractivo turístico más de la ciudad. Lo habitual es que en las calles haya chaouníes que dibujen en la piel de los visitantes pequeños detalles que, con el paso del tiempo, se borran. “Aquí, en Marruecos, la utilizamos mucho las mujeres para pintarnos”. La precisión con la que dibuja sorprende. Nawel no utiliza moldes ni calcomanías. El cliente elige de un catálogo el dibujo y ella lo plasma en la piel igual. No más de diez minutos. El precio, la voluntad. Con unos cuantos dirhams se conforma. Hay que tener en cuenta que el salario medio al día en Chaouen está en 60 dirhams, es decir, alrededor de 6 euros. Los tatuajes de henna, una especie de pasta hecha de polvo de color marrón oscuro, para la cultura marroquí no son una decoración estética de la piel, sino que son mucho más que eso. Los símbolos que se dibujan tienen un significado y a menudo se utilizan dibujos que protegen del mal de ojo, la brujería o, por ejemplo, para la fertilidad. Todo un misterio.

    “el horno del puente tiene 450 años”
    idcon=12622023;order=6

    Justo a la entrada del puente portugués, por el que se accede a la mezquita española, Jamaa Bouzafar, está el horno más antiguo de Chefchaouen, con 450 años de historia. Lo dirige, en la actualidad, Mohamed, un panadero a la antigua usanza que no termina de acostumbrarse a que los turistas le hagan fotografías. Llama poderosamente la atención. Su fábrica del pan es bastante peculiar. Está en la calle, como todos los hornos, metida en una especie de zulo en el que se amontona la leña. “El pan lo hacemos por encargo, pero cada día podemos llegar a elaborar alrededor de ciento cincuenta kilos”, comenta. Su español no es perfecto, pero se defiende. Es algo corriente que quienes pasan por uno de los lugares más concurridos de la ciudad se paren para hacerle preguntas. Mohamed y su familia viven de un horno en el que no solo se puede encontrar el famoso pan aplanchetado de Chaouen, sino también exquisitos dulces. Habitualmente, los hornos de este tipo hacen pan tres veces al día. Los chaouníes acuden a comprarlo para el desayuno, el almuerzo y la cena. Cada uno cuesta veinte céntimos y pueden comer perfectamente cuatro personas. Su sabor es un manjar de dioses al alcance de la mano de todos.