“Vente a Alemania, Carlos”

El jiennense Carlos Soria Serrano cambió la inquietud de no tener trabajo por la decisión de emprender una nueva vida y no se equivocó. Desde 2013 reside, con su mujer y su hijo, en Karlsruhe, donde trabaja como aislador industrial

23 dic 2018 / 12:38 H.

Vente a Alemania, Pepe”, le sugería un presuntuoso Gerundino (José Sacristán) a Alfredo Landa en la película del mismo título que dirigió, allá por 1971, Pedro Lazaga. Y Pepe, obnubilado por el tren de vida que, aparentemente, llevaba su paisano de Peralejos, cogió la maleta, la ató con una cuerda y allá que se fue.

Carlos Soria Serrano, el protagonista del reportaje de este domingo, no escuchó la voz de Gerundino, sino la llamada muda de un folleto publicitario que, un buen día, le espetó: “¿Quieres trabajar en Alemania?”. Quizás en ese momento no fue consciente de lo que supondría en su vida la pregunta que le lanzaba aquel impreso, pero Soria, sin Gerundino a quien admirar aunque —eso sí— cansado de esperar un empleo que no llegaba, tampoco lo dudó: “Llegué a casa y llamé por teléfono. Me explicaron que era para hacer una ‘ausbildung’ —formación académica en Alemania— de aislador industrial. Tendríamos que pasar una serie de entrevistas y reuniones tanto en Jaén como en Madrid, ya fuese por la empresa que nos contrataría a los seleccionados o por parte de la Camára de Comercio alemana en España”, recuerda.

Nacido en Jaén en 1989, a sus veinticuatro años de edad Carlos Soria iniciaba una aventura laboral que lo conduciría a tierras germanas: “Tras dos reuniones en Jaén y la definitiva en Madrid, donde nos explicaron las condiciones de la formación, tales como el internado donde, al principio, tendríamos que vivir, la duración del mismo —que sería de tres años— y todo lo relacionado con el puesto de trabajo al que optábamos, nos dieron a cada uno la noticia de si contaban con nosotros o no; por suerte, a mí me escogieron para formar parte del proyecto”, evoca, y añade: “Todo empezó a mediados de junio de 2013, cuando la empresa nos pagó, a mí y a unos treinta compañeros, un curso intensivo de dos meses en un reputado centro de estudios e idiomas”. Sesenta días “muy duros”, asegura un jiennense que nunca tuvo en los idiomas, precisamente, su asignatura favorita pero que, a fuerza de tesón, logró superar la prueba definitiva de alemán y, en septiembre de aquel mismo año, llegó a la patria del poeta Schiller para comenzar su programa formativo: “Teoría en una escuela en Leuna y prácticas en un taller de Holleben y en la empresa”, rememora. Sin embargo, su destino estaba en Karlsruhe, “una ciudad al sur, frontera con Francia y con parte de la Selva Negra en ella”. Allí aprendió y, poco a poco, se adaptó a un país extraño que, al final, se convirtió en el escenario entrañable del más gozoso acontecimiento de toda su vida: el nacimiento de su hijo.

Pero para eso habría que esperar aún cuatro años, hasta 2017. Entre medias, treinta y seis meses en los que atesoró los conocimientos suficientes —y un montón de buenos amigos— como para llegar a la fase final del proceso de selección como llegó, hecho todo un aislador industrial para el que su trabajo era ya pan comido. Entró en la firma G+H Isolierung y, por fin, se cumplió en él la sentencia de Sófocles: “El éxito depende del esfuerzo”. Sí... y su éxito llegó en forma de una estabilidad que permitió que su novia de toda la vida, Belén Sánchez González, siguiera sus pasos y, juntos, crearan una familia que, en 2017, coronó el pequeño Carlos: “El 23 de octubre nació nuestro primer hijo, lo mejor que me ha dado Alemania”, celebra el jiennense. ¡Quién se lo iba a decir aquel ya lejano mes de marzo de 2013, cuando volvía de “echar unos papeles para unos cursos en la calle San Andrés! Desde luego, la aventura de Carlos Soria no tiene nada que ver con la del protagonista de la película.

un nombre apropiado

Casualidades de la vida o no, resulta que la traducción del topónimo de la ciudad en la que residen los Soria Sánchez no puede ser más apropiada: “Reposo de Carlos”, significa Karlsruhe. Un guiño del destino que, allá por el siglo XVIII, lanzó un marqués de la época que se construyó no solo un palacio digno de su rango, sino toda una ciudad que ha llegado hasta el siglo XXI con esa curiosa y —en el caso del protagonista de es te reportaje— increíble denominación; como si no hubiese otras urbes en toda Alemania, el jiennense recaló en la que, por nombre, le va que ni pintada. “La primera vez que llegué a Karlsruhe me impactó mucho ver tanto bosque y tanta vegetación por todas partes. Es una ciudad tranquila y acogedora”, asegura Soria, y añade: “Por suerte, es la ciudad más caliente de Alemania, pero aun así s un poco fría, con trescientos años de antigüedad y un castillo muy bonito”.

“abanico” de calles

La urbanización de Karlsruhe es de lo más peculiar, con calles en forma de abanico que esconden hitos dignos de ser conocidos. Entre estas vías públicas resalta la avenida principal, conocida como Kaiserstrasse, repleta de comercios y establecimientos hosteleros y, sin duda, una de las más transitadas. Asimismo destaca el palacio del “margrave” Carlos III Guillermo, aquel que tuvo la feliz idea de bautizar con su nombre el lugar que, tres siglos después, acoge a sus tocayos jiennenses. Otro de los espacios más sorprendentes de esta urbe alemana es el Centro de Artes y Medios ZMK, que experimenta con las nuevas tecnologías aplicadas a la creación artística. O, también, el museo estatal Kunsthalle, uno de los más veteranos de todo el país, que atesora entre sus valiosas piezas un autorretrato del mismísimo Rembrandt.

la familia sueña con regresar a españa para vivir defintivamente en su país de origen
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Tanto la ciudad en la que residen como la totalidad del territorio alemán ofrecen interesantes salidas profesionales y opciones de ocio y cultura dignas de ser tenidas en cuenta a la hora de apostar por construir una vida en suelo germano. Sin embargo, y a pesar de todas las ventajas tecnológicas y la capacidad industrial de Alemania, tanto Carlos Soria Serrano como su esposa, Belén Sánchez González, anhelan regresar a España y poder reconstruir su periplo vital en el país en el que ambos nacieron: “A día de hoy seguimos viviendo en Karlsruhe, pero con unas ganas inmensas de volvernos a nuestra tierra por fin”, asegura el aislador industrial jiennense después de cinco años de residencia en la ciudad en la que nació su único hijo. Valoran la naturaleza que salpica el territorio alemán, pero echan de menos su patria chica y, si tienen posibilidad, terminarán por instalarse en suelo español en el momento propicio. Luchadores y constantes, persiguen un deseo por el que están dispuestos a batallar hasta conseguir cumplirlo.

paisaje tranquilo
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El jardin del Castillo de Schwetzingen es uno de los lugares más conocidos y visitados de Karlsruhe, y Carlos Soria y su esposa, Belén Sánchez, están entre esos curiosos que lo recorrido para conocer sus bellos rincones: “Fuimos un día mi mujer y yo con unos amigos españoles que teníamos aquí”, recuerda el jiennense.

con “carlitos”
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El mercado navideño de Karlsruhe es, estos días, uno de los sitios preferidos por la población. Se encuentra en la Plaza del Mercado, donde también se erige una pirámide que no es sino el sepulcro del fundador de la urbe, el “margrave” Carlos. Ante el monumento funerario, Belén Sánchez posa con su hijo hace escasos días.

fuente de amistad
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El vasto complejo del Castillo de Schwetzingen tiene escenarios para todos los gustos. Entre tanta grandeza, una amplia fuente alivia los calores a los visitantes y procura un continuo rumor de agua que da gusto disfrutar. En la fotografía, Carlos Soria posa con un “buen amigo español”, ambos de los más meditativos.

a la vanguardia
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La fotografía muestra el Instituto Tecnológico de la ciudad alemana donde residen los Soria Sánchez. Precisamente desde este edificio, sede de una prestigiosísima institución académica, se envió, en 1984, el primer correo electrónico que navegó por el ciberespacio en Alemania, un país que se caracteriza por estar siempre en la vanguardia.