Veladores de la tradición

exvicedirector de la económica

14 may 2016 / 21:26 H.

En pleno siglo XXI, en una sociedad en la que prima la inmediatez, las nuevas tecnologías, el individualismo y el cambio continuo, se mantiene la Santa Capilla de San Andrés con unos valores opuestos a estos. Una institución cuyas raíces están enclavadas desde hace quinientos años en la provincia desde que el fundador, Gutierre González Doncel, dispusiera los estatutos que pondrían en marcha la maquinaria de la “Noble Cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora”. Fundada en virtud de la Bula expedida en Roma el 2 de abril de 1516 por León X, la Santa Capilla fue ubicada en la parroquia de San Andrés. Las garantías que ofrecía el Patronato Rector de la institución y las numerosas gracias espirituales de las que gozaba la Santa Capilla motivaron que, entre 1548 y 1919, se agregaran, hasta 76 patronatos benéfico-religiosos de muy distinta índole.

Del promotor de la organización, Gutierre González Doncel, sus herederos guardan lo más importante: el respeto de los estatutos. Aunque no tengan ni tan siquiera un retrato —en la sede hay tres bustos con el rostro que interpretaron sus autores, según los escritos—, se calcula que nació en la segunda mitad del siglo XV en Jaén. González llegó a formar parte del grupo de españoles protegidos por el Cardenal de Santa Cruz de Bernardino de Carvajal. Fue reconocido como “clérigo expectante apostólico residente en la Curia Romana” y en mayo del año 1508 le conceden el priorato de la parroquia de San Andrés. Es a partir de esa fecha cuando comienza a recibir una serie de beneficios eclesiásticos. Al vivir en la capital de Italia, lejos de su familia y de su tierra natal, el jiennense aprovechó los privilegios que poseía para crear una fundación piadosa que favoreciese a sus deudos y paisanos.

Empeñado en materializar su idea, el sacerdote consiguió, junto con un compañero, el privilegio para fundar en la Catedral una capilla y una cofradía. Sin embargo, debido a las diferencias surgidas con el Cabildo catedralicio, no logró establecerse en el templo renacentista. En cualquier caso, González siguió adelante con su idea hasta lograr un nuevo privilegio, y ubicarse en la parroquia de San Andrés, de la que ya era prior.

El actual gobernador, Juan Carlos Escobedo, explica una de las peculiaridades por las que se distingue la institución cargada de simbolismo y respeto religioso y humano. “Tan solo pueden existir doscientos miembros, de los que veinticinco serían de la familia del fundador, conocidos como parentela”, asegura. En este sentido, la intención del fundador era que la cofradía administrara los bienes originales y la perpetuación de su ideario. Desde entonces, hay un Ilustre Gobierno compuesto por un gobernador, administrador, consiliarios diputados y auxiliares, ayudado por la parentela, y velador de la continuidad de la fundación.

Si bien hay algunos aspectos en los que se adaptaron a los nuevos tiempos, el “rito” para la elección de los integrantes continúa intacto. Y es que, al estar acotado a tan solo doscientos miembros, el ingreso de un nuevo cofrade no es relativamente sencillo. Así, consiste en que dos cofrades proponen a un aspirante y se elige en un cabildo. De esta manera, la votación pasa por todos los miembros de la institución que depositan, en un recipiente, un haba blanca si están a favor del ingreso, o negra si no lo aceptan. Los nombres y apellidos de los doscientos se encuentran enmarcados en la Sala Capitular. “El hueco queda cuando uno de ellos fallece y es renovado con una elección. En esta lista de los nombres se encuentran personas de todos los estatus. No solo hay personas de clases altas, también hay gente humilde. Otro de los cambios que se aprecian y que se introdujeron con los nuevos tiempos es la aceptación de mujeres”, explica Escobedo, quien apenas lleva dos meses en el cargo. En cuanto al gobernador, es nombrado cada año y se puede renovar hasta tres años.

La sede de la fundación, ubicada en la judería, es un edificio calificado de monumento histórico-artístico desde 1931. Y es que, en su interior, se guardan auténticas joyas; obras de arte de gran valor, así como un archivo y biblioteca con interesantes documentos. En la actualidad, las dos puertas de entrada y salida se encuentran en las calles San Andrés y Rostro. Hay tres partes diferenciadas: la antigua iglesia parroquial de San Andrés, la Capilla de la Inmaculada y las dependencias de la fundación benéfico-docente. Destaca la reja de la Santa Capilla de hierro forjado del maestro Bartolomé Ruiz cuyo programa iconográfico alude al misterio de la Inmaculada Concepción con el abrazo de San Joaquín y Santa Ana, unidos por un ángel, ante la puerta áurea de Jerusalén. Todo un mundo simbólico, de riqueza y de belleza, pero firme a sus principios: el culto, la cultura y la caridad.

“tenían grandes ponentes”