Una mochilera de Linares

Isabel Rus Moreno, con su título de Filología Inglesa y Turismo, se plantó en Alemania donde consiguió trabajo rápidamente. Junto a su chico, Paul,3 le saca partido a Berlín y disfruta de su pasión por viajar “barato y sin prisas”

07 ene 2018 / 11:21 H.

Me llamo Isabel Rus Moreno, nací en Linares y, desde niña, he sentido curiosidad por ver el mundo. Me pasaba horas mirando el mapa, en una enciclopedia de mi padre, pasaba las páginas para ver de cerca los puntitos con los extraños nombres de lugares desconocidos”. Así se presenta esta joven linarense, una jiennense por el mundo, que se graduó en Filología Inglesa y Turismo en la Universidad de Jaén. Gracias a una beca Erasmus, recuerda, llegó a Alemania por primera vez. “Estudié en la ciudad universitaria de Jena, aprendí el idioma e hice amigos, así que cuando, al regresar a España para acabar la carrera me vi, como tantos jóvenes jiennenses de mi generación, con un título recién obtenido en las manos y muy pocas oportunidades laborares, no lo pensé dos veces y regresé”, aclara. En tierras germánicas, precisa, rápidamente encontró un puesto de maestra de Inglés y Español, además de un trabajo extra, a tiempo parcial como traductora. “Enseñé a niños, adolescentes y adultos en una escuela de idiomas. Después, conocí a Paul, mi pareja, me mudé a Berlín con él y, sin darme cuenta, tenía mi vida en Alemania”, deja claro.

Su día a día en el extranjero es tranquilo, apunta. “La gente es en su mayoría educada y calmada, no hablan tan alto como en España y, en general, tampoco trasnochan tanto. Aunque bueno, Berlín es una ciudad muy grande y hay de todo. La escena ‘techno’ es especialmente grande aquí, pero es un caso más bien aislado, comparado con el resto del país”, apostilla. Lo que más le gusta de la capital alemana es su diversidad y lo poco que a la gente le importa lo que haga cada cual, cómo se vista, cómo se vea. “Cada uno va a lo suyo y no van a pararse a murmurar si este o el otro tiene el pelo rosa o lleva ‘leggins” de leopardo. La gente es mucho más libre y cada uno se enorgullece de quien es”, aclara. “Incluso, es posible encontrar un área nudista en el céntrico parque Tiergarten, ya que en Alemania del este son muy fans de la FKK, es decir, la Frei Körper Kultur o cultura del cuerpo libre”, abunda. “La gente sale a disfrutar el sol, va con las bicicletas al trabajo y los bares sacan las mesas a las aceras. Como no hay mar cerca de Berlín, vamos a nadar al lago con un picnic y a los festivales y ‘open airs’ que hay por toda la ciudad. En invierno es diferente”, precisa, para aclarar: “Como andaluza necesito mi dosis de vida social, solecito y buen humor, pero todo esto se hace complicado de encontrar cuando hace frío. Las caras largas, la nieve sucia acumulada, los días oscuros y los grados bajo cero se te meten en los huesos y en el alma y no hay valor a salir de casa cuando vuelves del trabajo”. Son ya cinco los inviernos en Alemania, aunque, como sostiene, el pasado fue diferente. “Pensé: otro y me muero”, bromea.

Tener dos trabajos, reconoce, compensa, ya que, gracias a haber podido ahorrar, se pudo escapar una reciente escapada de varios meses. “Paul y yo empacamos las mochilas y empezamos la aventura. Este año visitamos México, Marruecos y el sureste asiático. Empezamos en Tailandia, pasamos por Camboya y, después, Vietnam. Nos quedamos más o menos tiempo en los lugares según nos gusten o no, vamos sin prisa, conociendo las ciudades y las personas, entendiendo el ritmo de cada lugar. Siempre quise viajar así y no con prisas y límites de tiempo”, reconoce esta linarense.

“Paul y yo somos unos viajeros empedernidos, pero no somos ricos ni mucho menos. Intentamos viajar barato y sin afectar el medio ambiente demasiado, por eso volamos lo menos posible y tomamos las rutas por tierra”, apunta.

un hogar infinitivo

Esta jiennense, residente en el extranjero, tiene muy claro lo que más extraña cuando está lejos. “Mi familia. Mis padres, mi hermano, mis abuelos y tíos. Al sentirme suspendida en el aire, entre Alemania, España y todos los lugares que una vez han sido mi hogar, me siento que no pertenezco realmente a ningún sitio. La vida sigue en Linares, mi familia, mis amigos siguen su vida, yo la mía y si estoy allí, echo de menos mi casa en Alemania y viceversa”, reconoce. “Se hace tremendamente difícil, la sensación de que te falta un verdadero hogar y de que no puedes tenerlo todo, por eso me intento mentalizar de que mi casa no es un sitio físico. Mi hogar es saber que mis seres queridos están ahí, que me quieren y apoyan, decida lo que decida, y que me dan la libertad de tomar mi camino sin reproches. Esta sensación de calor y amor ilimitado es mi hogar, y lo llevo conmigo a todas partes”, razona.

el valor de las cosas

“Al viajar y ver tantas caras, lugares y miserias uno aprecia mucho más las cosas pequeñas. Una sonrisa, sábanas limpias, agua caliente. Viajar me ha hecho ver el insignificante lugar que ocupo en el mundo, pero el gran poder que cada uno tenemos para cambiar las cosas que nos rodean. No podemos cambiar el mundo, pero sí el que tenemos a mano”, argumenta. Explica que, en Camboya, por ejemplo, cuando se le acercaron por primera vez niños descalzos que pedían dinero, se le rompió el corazón. “La pobreza forma parte de la mayoría de las vidas fuera de la burbuja Europea, pero es imposible ayudar a todos. Elegí dar lo que tengo, así que ayudé por unos días en un colegio con clases voluntarias de inglés, a cambio de alojamiento y comida. Una de sus mejores experiencias en un viaje”, explica la linarense.

grandes experiencias en una furgoneta wolkswagen en europa y por todo méxico
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Esta linarense recuerda que una de las mejores experiencias de su vida es la de haber podido recorrer el Viejo Continente en una de las míticas furgonetas Wolkswagen. Sin embargo, aclara Isabel Rus Moreno, más emocionante todavía fue patearse México. “Comenzamos en la Península de Yucatán y llegamos por tierra hasta Ciudad de México. En el camino a la ciudad Maya de Palenque, descubrimos que nos habían robado la tarjeta de crédito, todo el dinero en metálico y los pasaportes, mientras dormíamos en el autobús. Nadie se hizo responsable o pudo ayudarnos, pero, ante nuestra desesperación, tres pasajeros del bus ofrecieron su ayuda y nos llevaron con ellos”, relata. Este maltrago le permitió descubrir una pequeña comunidad, que vivía en cabañas en mitad de la jungla, rodeados de tucanes, monos, cascadas y pirámides mayas sin explorar. “No pagamos nada por quedarnos una semana con ellos y formamos una bonita familia por unos días con mexicanos, americanos, israelíes y una chica de Canadá”, cuenta la linarense.

una oportunidad única de adentrarse en los paisajes de camboya
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Con esta instantánea, Isabel Rus Moreno recuerda su paso por Camboya, una de las joyas del sureste asiático, un país que bien merece una visita.

una amante de la fotografía que saca partido a sus viajes
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Una imagen de Isabel Rus Moreno tomada en una calle de San Cristóbal de las Casas, en México. Y es que la fotografía es otra de las pasiones de la linarense, que, incluso, se plantea exponer en una galería de Berlín.

una oportunidad de conocer gentes y aprender de ellas
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Los viajes son para esta linarense, una posibilidad de entablar contacto con la población local y descubrir que hay mucho más en el mundo por descubrir de lo que la gente se piensa.

el arte, la literatura y el deporte forman parte de su día a día
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El arte, la literatura y el deporte, junto a su novio, le sirven a la joven linarense para disfrutar del tiempo libre, unas aficiones que disfrutan allá donde van, como en Marrakech.