Una enfermera en Múnich

María Villar Jiménez es enfermera y podóloga y encontró su trabajo actual a través de una plataforma de búsqueda de empleo en Internet. Esta torrecampeña no dudó en hacer la maleta y establecerse en Alemania

14 abr 2019 / 11:23 H.

Internet fue la clave para que María Villar acabara en Múnich, a miles de kilómetros de su querido Torredelcampo. En agosto del año pasado no dudó en hacer las maletas y recorrer la distancia que la separaba del que sería su actual trabajo. Ella es enfermera y podóloga y, sin saber una palabra de alemán, se lanzó a la aventura. “Vi el anuncio en una plataforma de búsqueda de empleos de Internet, pasé las pruebas junto a otros veinte compañeros y así he acabado aquí”, dice con una simpatía innata. Esta torrecampeña no tiene miedo a salir del país, ya ha estado en Brasil, Portugal y otros lugares que le han dejado una amplia experiencia sobre la vida. Por ello no dudó en apuntarse a la oferta laboral que pintaba “muy bien”. La Unión Europea le dio una beca para estudiar el idioma, con cursos de 34 horas a la semana que compaginaba “como podía” con el trabajo. “Al principio tuve muy poca vida social”. Además, entró en un programa que le aseguraba una vivienda asociada al hospital en el que está contratada. “Los pisos en Múnich son carísimos, unos 800 euros por habitaciones de 12 metros cuadrados, y con esta ayuda el hospital paga el 50 por ciento y yo la otra mitad, por lo que queda más asequible”. Asimismo, las condiciones laborales son “inmejorables” y, en ese sentido, se siente muy “segura” pues, además, lo podría cotizar más tarde en España. Mientras aprendía el idioma le asignaron un asesor para que le ayudara en el día a día y a manejarse con el “papeleo” alemán. “Aquí todo es muy burocrático, incluso para adoptar a un perro o para ir a hacer la compra hay que rellenar formularios y papeles, es un poco agotador”, comenta.

Por otro lado, hay más frentes en la ciudad que le han “complicado” la estancia. “El carácter alemán es complicado, mientras que nosotros somos más abiertos y enseguida estamos tomando unas cervezas, ellos necesitan conocerte más, y lo hacen poco a poco, tardan meses hasta que finalmente se toman esa cerveza”. En la planta en la que se encuentra ha tenido “suerte” y sus compañeros de trabajo la han tratado siempre con profesionalidad, contestando a sus preguntas con mucha corrección, aunque algún otro extranjero en su situación no ha tenido esa respuesta. Confiesa que ese carácter no ha sido fácil, “y más siendo andaluza”. Socializar para Villar es esencial. “Al principio, cuando no hablaba el idioma me frustraba muchísimo, porque quería hablar y no me salía bien. A pesar de las muchísimas horas de clase, sentía que no lograba comunicarme bien y me entraban ganas de darme de cabezazos contra la pared”, asegura. Villar es muy “nerviosa”, una mujer activa que invierte todo el tiempo del que dispone en actividades, por ello no tardó en hacerse con el idioma y hacer amigos. “Soy de las pocas españolas que tiene amigos alemanes aquí”, comenta la torrecampeña.

“No es un camino de rosas”, se sincera, pues del grupo de veinte españoles que fueron juntos al programa, cinco ya han regresado. “Hay que adaptarse a muchas cosas muy diferentes, el tiempo, la gente, el idioma... Es normal que algunos regresen, y todavía podrían ser más”. Por ahora, ella aguanta estoica, es más, se está planteando abrir una consulta de podología en Alemania. Afirma que no plantea quedarse ahí “para siempre”, tan solo “abre frentes”. “Amo Andalucía, la comida, el clima, mi familia, estar ahí, y no sé cuándo, pero volveré. Mientras tanto, abarco todo lo que puedo y más, siempre que tenga ilusión y ganas de hacerlo, voy a por ello”. Se siente “muy afortunada” porque su familia siempre la ha apoyado, algo que le ha dado fuerzas para seguir avanzando en sus proyectos vitales, la lleven a donde la lleven.

“kit” para sobrevivir

Al poco tiempo de llegar a Múnich, María Villar recibió un paquete muy especial en su casa. “Era un pack de superviviencia andaluz”, recuerda con ilusión. En el interior, jamón, queso, aceite de oliva ecológico —de la marca Villar, que lo produce su familia—, además de más “cosillas”. “A mi padre y a mi madre ni se lo tengo que pedir, al mes, más o menos, me mandan uno”. Villar confiesa el momento en que lo abrió por primera vez: “Lloré como una niña, no me lo esperaba, había tanta comida y con tanto cariño y tanto amor en cada detalle... Me mandaron nueces, jamón serrano del bueno, cortadito y envasado al vacío, además de calcetines calentitos”. No pudo evitar emocionarse, incluso al recordarlo se le corta la voz. “Siempre me pasa cuando llega el paquetón, lleno de cosas ricas de mi tierra y con tantísimo amor, que no lo puedo evitar”.

civismo y limpieza

Una de las cosas que más sorprendió a la torrecampeña al llegar a Múnich fue la limpieza que había en las calles y todo su entorno. “Los perros están superbien cuidados, con las calles limpias y si algo se cae al suelo, la gente lo recoge, como una bufanda, y lo dejan en un lugar alto para que su propietario pueda recuperarlo después”. Villar cuenta cómo una amiga suya perdió su teléfono móvil en esas mismas calles y, preocupada, desanduvo el camino hasta dar con él. Estaba en lo alto del pollete de una ventana. “Alguien lo tuvo que dejar ahí, es imposible que ella lo olvidara. Una persona se tomó la molestia de cogerlo del suelo y ponerlo en ese lugar. Durante más de tres horas nadie más lo cogió ni lo tocó, es increíble. Dudo mucho que eso en España pudiera ocurrir, ya sabemos cómo somos ahí”, apunta la torrecampeña.

inviernos muy fríos
y calcetines “calentitos” enviados desde españa
idcon=13848619;order=15

El primer invierno que María Villar pasó en tierras alemanas fue “muy duro”. “Estaba que no sabía dónde meterme. Por suerte las casas están muy bien adaptadas y en la mía no paso nada de frío, pero es salir de casa y en un minuto, literalmente, estar ya como los polos, no puedes ni moverte, entonces sí que se nota mucho”, comenta la torrecampeña. “Cuando te encuentras el primer día la capa de nieve, todo es muy bonito, muy blanco, con tres metros de nieve. Pero se te pasa a la media hora, pues con nada que entre un poco de nieve por donde no debe, te entra el frío y se congela todo dentro del calcetín, el pie luego está chorreando. Además, entras en sitios y te quitas mil capas, que pareces cebolla. Hace calor, estas en manga corta y luego toca volver a salir, pasando de 24 grados a menos diez. Aquí sí que están curtidos”. Por eso, de lo primero que le llegó de Jaén fueron unos calcetines de lana, “como de abuela” que fueron “un éxito” y hasta compañeras del trabajo le preguntaron dónde las había conseguido. “Aquí no los encuentras”

COMPAÑEROS DE TRABAJO MUY PROFESIONALES
idcon=13848625;order=17

María Villar se siente una mujer con “suerte” porque ha conocido a personas muy interesantes en su trabajo y que, además, siempre la han tratado con mucha profesionalidad, donde ser extranjera no ha supuesto un inconveniente como tal y se ha sentido valorada por su trabajo.

amigos en todas partes del mundo
y más allá
idcon=13848630;order=19

La amistad es algo importante para la torrecampeña María Villar, y su carácter le ha favorecido entablar conversación y relacionarse con gente de todas partes del mundo. En Múnich también visita lugares donde hay italianos, griegos, portugueses y brasileños para charlar.

la familia, un pilar esencial en su pasado y su futuro
idcon=13848634;order=21

El día en que Villar se graduó en Podología fue de los más importantes de su vida, y compartió el momento con sus padres y su hermana, que siempre la han apoyado en sus decisiones, aunque estas impliquen hacer las maletas y recorrer miles de kilómetros para alcanzar sus sueños.

el “cachopo” alemán que triunfa entre
los extranjeros
idcon=13848638;order=23

El “Wiener Schnitzel” o escalope vienés es uno de los platos tradicionales de Alemania, con carne empanada y patatas fritas que se sirve acompañado de una gran jarra de cerveza. Una comida muy típica que, según María Villar y como demuestra con su mano, “no deja a nadie con hambre”.