Un verano relajado

Alejarse de los rigores de los meses estivales es posible en Puente Jontoya. Una zona residencial ubicada a solo tres kilómetros de la capital, que permite a los vecinos, cada vez más, disfrutar de la tranquilidad y el buen ambiente

24 jul 2016 / 11:53 H.

Disfrutar de la tranquilidad de las largas tardes de verano, de la compañía de familiares y amigos, de un baño refrescante con el que hacer frente a las altas temperaturas que se han registrado en los últimos días en la provincia, y dejar de lado el estrés y las ocupaciones habituales del día a día también es posible, en pleno “mar de olivos”, sin necesidad de tener que desplazarse a la playa.

Prueba de ello se encuentra a escasos kilómetros de la capital, donde los vecinos de Puente Jontoya pasan los meses estivales sin sufrir los rigores de la canícula, puesto que las temperaturas son algo más llevaderas para la época, y además cuentan con la piscina como uno de sus principales aliados y como eje central de la diversión.

La estampa de una tarde cualquiera del verano es similar en los chalés particulares y en la urbanización que se encuentran en la zona. En el primer caso, en familia; en el segundo, en compañía de los vecinos. En el interior del residencial, los pequeños, en la mayoría de las ocasiones acompañados por sus padres que cuidan de su seguridad —aunque en también cuentan con un socorrista—, chapotean, nadan, juegan y disfrutan a lo grande en las dos piscinas: una para los más pequeños y la de los mayores. Se conocen de otros años porque, por lo general, son las mismas familias las que pasan los veranos en Puente Jontoya, aunque luego hagan alguna “escapada” extra con la que complementar sus más que merecidas vacaciones.

“Esto es como una familia grande entre la que reina la paz y la armonía. Y las personas que llegan nuevas se integran sin problemas”, explica Francisco Vallejo, que reside en la única urbanización que se encuentra en la zona. También destaca la tranquilidad y la ausencia de incidentes, a pesar de que durante estos meses la población que reside en la zona se incrementa considerablemente con respecto al resto de épocas del año. El fútbol es una de las grandes pasiones entre los niños de la zona; desde los más pequeñitos hasta los que ya rozan la juventud, y también hay lugar, cada jornada, para la práctica del pin-pon o del tenis. Y tampoco faltan las instalaciones infantiles, columpios y todo tipo de instalaciones en las que los pequeños pueden pasar las horas.

Los juegos de cartas y el dominó tampoco pueden faltar en unas buenas vacaciones que se precien. Cada tarde, al filo de la piscina, un grupo de mujeres coloca sobre la mesa la baraja española para jugar, entre otros, a los populares “cinquillo”, la “brisca”, el “chinchón” o el “tute”. Por lo general, son entre cinco y seis las habituales de esta práctica que, papel en mano para llevar bien los cálculos, disfrutan de las tardes del verano entre risas y algún que otro “as” en la manga.

Un poco más alejados, buscando la sombra, los mayores hacen lo propio con el dominó alrededor de una mesa en la que, además de sentir el caer de las fichas blancas y negras, también se cuentan historias y recuerdos de otros tiempos. Experiencias de vida y, en algunos casos, rememoranzas en común, puesto que muchos son ya los que llevan más de cuarenta años con el Puente Jontoya como la principal opción para disfrutar de las vacaciones.

La historia del núcleo residencial es análoga a la de otros de similares características por los que Diario JAÉN realiza este verano un recorrido semanal y acompaña a sus gentes. Así, fue aproximadamente por los años setenta del siglo pasado cuando los hortelanos que poblaban la zona comenzaron, en algunos casos, a vender sus terrenos y, en otros, a quedarse con las casas y traspasar las propiedades que hasta la fecha habían trabajado. Puente Jontoya pasó, de esta forma, a ser una opción vacacional para muchos jiennenses, que además de por la cercanía con la capital cuenta, entre otras de sus bazas, con unas temperaturas más suaves que hacen más llevaderos los rigores del verano.

La población se incrementó con el paso de los años y, a las casas y chalés unifamiliares se sumó un residencial de apartamentos ubicado junto al puente por el que cruza el río Jaén, que cuenta con todo tipo instalaciones pensadas para el ocio de mayores y pequeños. E, incluso, para muchas familias ha pasado de ser un lugar de residencia durante las vacaciones a convertirse en el lugar ideal en el que residir durante todo el año.

la historia. El paraje por donde el río pasa más próximo a la ciudad, según explica Juan Antonio López en la publicación “Jaén tras la muralla”, es el del Puente Jontoya. Un lugar donde siempre hubo un vado, junto a las huertas de Los Tejares, Fraila y Juan Ramos. Era también paso del camino que comunicaba Jaén con la vecina población de La Guardia; una calzada de forzoso tránsito durante la Edad Media hacia el reino de Granada, del que hablan con cierta asiduidad las crónicas medievales.

Aparte de ser un lugar de paso obligado de los hortelanos de las huertas de Fraila, Vega de los Morales y Vega del Infante, también contaba con un molino harinero en el lugar. Era conocido como Alguacil, y estaba situado junto al vado, que con frecuencia desaparecía por las aguas turbulentas de las periódicas tormentas que se registraban en la zona. Precisamente por ese motivo fue por el que a veces se levantó algún puente de sencilla construcción, que por lo general tampoco duraba mucho tiempo.

A mediados del siglo XIX, el molino Alguacil pasó a manos de Manuel Jontoya Taracena, madrileño de nacimiento, liberal, que fue diputado por Jaén y en algún momento estuvo exiliado en Francia. Fue el encargado de convertir el molino en una fábrica de harinas que funcionaba con energía hidráulica. Sus influencias políticas permitió que el Ayuntamiento construyera el puente que facilitara el paso a los hortelanos, viajeros y porteadores de su factoría, que recibió popularmente el nombre de su promotor. Sin embargo, tuvo vida efímera y una tormenta lo destruyó.

Nuevos intentos quedaron solo en proyectos, hasta que el nuevo propietario de la fábrica de harinas, el médico Fidel Álvarez Ochoa, santanderino, llegado a Jaén en 1893, promovió la reconstrucción del puente a costa de los interesados. Se aceptó el proyecto de la Sociedad altos Hornos de Bilbao para construir uno metálico, que se acabó en el verano de 1897. También en este caso se lo llevaron las aguas años después. En la construcción de hormigón armado actual se pueden observar todavía parte de los pilares de piedra originales.

Pequeños huertos
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Puente Jontoya era una zona tradicionalmente habitada por hortelanos, puesto que al estar ubicado en las cercanías del río se convierte en un lugar ideal para cultivar los productos de la tierra y, con ellos, disfrutar de una gastronomía más que saludable. Aun así, todavía son muchos los que aprovechan la extensión de sus chalés para tener sus pequeños huertos. Prueba de ello es un vecino, que salía de casa con varias cajas de alcaparras, dispuesto a venderlas entre aquellos residentes amantes de este producto que, por lo general, en cocina se utilizan encurtidas, maceradas con agua, vinagre y sal, como aperitivo.

Un lugar tranquilo

El sonido de las chicharras y los olores de las plantas que aún se encuentran en flor seducen a los que pasan por Puente Jontoya. La tranquilidad se respira en cada uno de sus rincones. Y a pesar de que se encuentra cerca de la ciudad, a tan solo tres kilómetros, la zona permite desarrollar diferentes prácticas deportivas al aire libre, como el senderismo o el ciclismo. En el caso del residencial, también se encuentra habilitado de instalaciones pensadas para la práctica deportiva, como una pista de fútbol, otra de tenis, mesa de pin-pon o futbolín. Sin olvidar la natación, el deporte más completo y saludable.

Fieles a la tradición
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La mayor parte de las tradiciones que se celebran en la capital también se trasladan hasta el Puente Jontoya, que se considera como uno de los barrios residenciales más de Jaén. Ese es el caso, por ejemplo, de las tradicionales lumbres de San Antón que se celebran cada mes de enero, o los monumentos a la Cruz que se erigen cada mes de mayo. Una muestra más de que el núcleo urbano no es, en la actualidad, una zona tan solo de veraneo, puesto que cada vez son más las personas que prefieren vivir en la naturaleza, alejados del tráfico, de la contaminación y del estrés que se respira en la ciudad.

Bien informados
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Muchos son los que aprovechan, durante las vacaciones, para cultivar aquellas aficiones a las que a lo largo del año, por falta de tiempo, no pueden dedicarle tiempo. Por eso es habitual, tanto en las playas como en las piscinas, ver a la gente, por ejemplo, con un libro en la mano. Pero también hay quien, a pesar de encontrarse de vacaciones, de descanso o, simplemente, alejado por unas horas de la rutina, mantiene sus tradiciones. Ese es el caso, en la imagen, de la vecina que aprovecha su tarde de relajación para conocer e informarse de todo lo que ocurre en la provincia de manos de Diario JAÉN.