Un paraíso en Puente Tablas

Los jiennenses encuentran en la urbanización una lugar privilegiado para pasar los días
de verano, ya que es una urbanización tranquila y segura con un gran ambiente familiar

05 ago 2018 / 11:11 H.

Con los manguitos listos y la hora de la digestión más que pasada, los niños se colocan, casi con una perfección militar, en línea frente a la piscina. Una mirada cómplice es suficiente para que la imperturbabilidad del agua quede totalmente sacudida por el chapuzón. Las cartas, desparramadas por la mesa, desvelan una jugada estratégica que no acabó de buenas maneras (la revancha no quedó tan asegurada esta vez). Las tumbonas, de par en par y con una toalla de flamencos, espera a que las horas más altas de sol terminen para volver a ser ocupada en pos de un perfecto bronceado. Una chicharra canta.

El verano es la época de la diversión, de las meriendas en el bordillo de la piscina y del olor a protector solar. Una estación que en Puente Tablas se vive con especial intensidad, ya que es el momento en el que los jiennenses disfrutan al máximo de las hermosas casas que se reparten por la zona. Y son jiennenses, en general, no solo vecinos, ya que los autobuses urbanos y las idas y venidas de coches no paran de llevar a decenas de personas que aprovechan una deseada invitación a la casa de algún amigo o familiar. Así, con tantas visitas, no hay una tarde en la que las risas de los niños no se escuchen a través de las ventanas abiertas. Porque, a pesar de la ola de calor que ocupa la mayoría de las conversariones en Jaén, el aire sopla un poco más freco en la urbanización gracias a todos los árboles que hay en cada parcela y por la inexistencia de edificios altos que corten el viento. “Excepto ahora, en estos días, que hemos empezado a sentir más calor, aquí refresca bastante y se nota mucho que baja la temperatura, por lo menos cuatro o cinco grados, y desde el momento en el que cruzas el puente de la autovía lo notas. Esto es por las características del barrio”, explica Jaime Rormero, presidente de la Asociación de Vecinos Puente Ibérico, quien destaca que la zona está compuesta de parcelas grandes, de mil metros, en la que todos suelen tener jardín con árboles, con césped, riego... “Para nosotros es una zona privilegiada y todos lo pensamos igual”, comenta.

Sin embargo, Romero indica que la urbanización carece de un elemento fundamental que incrementaría las diversiones de los vecinos: una infraestructura para realizar actividades y talleres donde fomentar la convivencia. “Nuestros objetivo es tener una sede para poder hacer más actividades, tanto para mayores como para niños, y poder ofertar otra serie de servicios”, apunta, ya que afirma que hay una gran necesidad por parte de la asociación de generar más vínculos vecinales a través de, principalmente, de una sede y de volver a instaurar las fiestas del barrio. “Llevamos muchísimos años sin unas fiestas que son esos momentos los que te crean de ocio y de más convivencia entre vecinos”, dice. A pesar de esto, Puentes Tablas sigue siendo uno de los mejores lugares para vivir momentos que recordar para siempre. “Es un sitio muy bonito. Para aquellos que hemos vivido aquí desde siempre el verano te recuerda a cuando te juntabas con los amigos e ibas por la calle o al quiosco a comprarte tus patatas, tus pipas y tu ‘polo flash’, y luego te dabas una vuelta”, relata el presidente de la asociación vecinal, quien comenta que, duirante estos días, hay mucho traqueteo de niños por la zona. Describe que suelen ser pequeños grupos de amigos que tienen entre 12 y 16 años, que se juntan para pasear por el barrio, disfrutar de las piscinas de los diferentes chalés y charlar, en ocasiones, a toda voz.

Maribel Sánchez, vecina de Puente Tablas, expone algo muy diferente a Romero. Ya que, según afirma, antes se veían a muchos más niños en la calle. “Cuando yo criaba a los míos, las calles estaban llenas de chicos en bicicleta que iban de un lado para otro. Era mucho más bonito, porque se iban a una casa, luego a otra, iban en pandillas de diez, de doce... Ahora no ves casi a niños”, explica. El motivo principal que señala como causa de esto es que están con las “maquinitas” en las casas. Sánchez intentó combatir esto enseñando a sus nietos algunos de los juegos tradicionales para que se divirtiesen en la parcela durante sus vacaciones. Sin embargo, su iniciativa fue infructuosa y detalla: “A los juegos tradicionales ya ni se juega. Cuando intento mandarlos a jugar a algo de eso me miran con cara de ‘¿tú que estás diciendo?’. Quitando la pelota, el monopatín y todas esas cosas, te miran con cara de extraño. Como preguntando que qué les voy a pintar en el suelo para saltar”. Los únicos juegos alejados de las pantallas que interesan a sus nietos son, según dice, las cartas, el dominó y, por supuesto, las bicicletas. “Cuando vienen hay, por lo menos, diez bicis echadas en el poste”, subraya.

Los días son tranquilos en la urbanización. La gran mayoría de vecinos viven en la zona permanentemente, por lo que no hay un gran aumento de habitantes durante la época estival. En Puente Tablas, la familia de Maribel Sánchez se para todo el día en la piscina. Fue en su casa de la urbanización donde crió a sus hijos y ahora cria sus nietos, con los que ahora juega en el agua de la piscina. “Los niños se lo pasan muy bien, igual que nosotros. Ahora estamos mejor que en invierno, porque es más aburrido”, asegura. Eso sí, cuando llegan sus vacaciones, indica que ya están “un poquito hartos”, por lo que suelen irse a la playa unos quince días.

Que Puente Tablas es un sitio ideal para que los niños y jóvenes pasen el verano también es una idea que defiende María de los Ángeles Moral, quien apunta que sus hijos están allí durante todo el verano y andan “de casa en casa y de piscina en piscina”. De hecho, Moral aclara: “El sábado pasado celebraron el cumpleaños de mi hijo. Hubo, al menos, veinte chavales y se lo pasaron estupendamente. La otra noche, estuvieron en casa de otro chico. Y así van, de casa en casa. Ellos se lo pasan bien. Son los que realmente disfrutan el hecho de vivir en el campo”. Para esta vecina de la urbanización, el verano se traduce en tiempo para dedicarse a sus aficiones, entre ellas, las plantas. “Me gustan mucho y ahora en verano es cuando más se tienen que cuidar”, destaca. Además, también saca tiempo para dedicarse a la restauración de muebles, para la que aprovecha el bien tiempo y lo practica, al aire libre, durante las horas de menos calor. “Esto es lo que más disfruto”, asegura.

“Nosotros somos una familia que tiene dos niños pequeños y vivimos aquí todo el año muy a gusto”, exlica María de los Ángeles Barrionuevo, quien comenta que en su parcela tiene mucho espacio para que los niños puedan jugar y que su es muy tranquilo, donde no hay problemas ni mucho tráfico y donde, además, hace más fresquito que en Jaén. Argumenta que en su chalé están “estupendamente”, sobre todo en verano porque, según destaca, hay más gente y bajan muchas familias a pasar las vacaciones. “Mis hijos tienen 4 y 2 años y, para ellos, no es lo mismo que vivir en un piso, porque aquí tienen su patio, juegan, se bañan, tienen mucho espacio para coger su bici, jugar con la pelota... Aquí pueden gritar todo lo que quieran que no molestan a los vecinos”, expone Barrionuevo. Esto mismo piensan y viven muchas otras familias que dejaron de pensar en Puente Tablas como una residencia temporal, y pasaron a verla como un lugar que convertir en un hogar donde echar sus raíces.

El punto de encuentro
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Aunque Puente Tablas carezca de una zona común de restauración, los jiennenses tienen la posibilidad de disfrutar de un buen ambiente junto con el resto de sus vecinos en las terrazas de los bares El Ventorrillo y Bar Luque. No importa el día que sea. Las mesas se llenan, con gran rapidez, una vez llega la hora de la cena. El aire fresco es mucho más notable en la urbanización, por lo que, además de vecinos, son muchos los que viven en la capital que cambian las terrazas de la ciudad por un hueco en una de estos dos locales. Con platos generosos y ambiente familiar, se convierten en un punto de encuentro donde la gastronomía se mezcla con las risas y charlas nocturnas.