Un “paraíso” cercano

A menos de diez kilómetros de la ciudad de Jaén, el Puente de la Sierra se convierte en el sucedáneo perfecto de la playa. Sus zonas comunes y su inigualable temperatura ofrecen un verano relajado y perfecto para familias

17 jul 2016 / 11:43 H.

Los mayores de la familia juegan al dominó resguardados bajo la sombra de los grandes árboles que decoran el jardín. Los pequeños se divierten chapoteando en la piscina bajo la atenta mirada de sus progenitores, tan pendientes como relajados en las hamacas colocadas en las orillas de la piscina. Es, indudablemente, una estampa veraniega, una de esas escenas que suceden todos los veranos en las zonas comunes de los bloques de apartamentos ubicados en primera línea de la playa, ya sea en la Costa del Sol o en el litoral atlántico. Sin embargo, la imagen tiene lugar en el Puente de la Sierra, en la periferia jiennense, donde muchas familias que no pueden veranear en el mar durante las vacaciones estivales se relajan con las chanclas puestas en un paraje que, desde hace décadas, sirve de excelente sucedáneo para aquellos a los que desplazarse la costa les parece ir demasiado lejos.

El Puente de la Sierra puede considerarse un pequeño pueblo a los márgenes de la ciudad. Tiene un campo de fútbol, supermercado, estanco, iglesia, línea de autobús y recogida de basura durante todo el año. También cuenta con tres restaurantes y un bar, parte esencial de todo municipio que se precie. Por tener, tienen hasta fiestas, que se celebran religiosamente todos los veranos. Y es que el Puente de la Sierra, pese a pertenecer al término municipal de Jaén, es más grande que muchos pueblos de la provincia. “Hay confusión con las cifras, pero nosotros calculamos que en verano viven aquí cerca de 7.000 personas”, explica José Miguel Díaz, gerente de la Asociación de Vecinos del Puente de la Sierra y habitante de la zona durante más de 30 años. En invierno, el panorama es más desolador, ya que no llega ni al 20% del total de la ocupación que tiene durante julio y agosto. Y es que la estacionalidad es, como en la playa, esencial para entender el éxito de este pequeño edén a los pies de la capital, un área tan apta para una escapada de fin de semana como para disfrutar de un verano entero respirando la tranquilidad que ofrece la zona. “Esto es un paraíso”, garantiza Gregorio Hermoso, miembro del colectivo vecinal.

La clave de todo es el calor. “La gente se baja aquí en julio y agosto porque, por las noches, te quitas cinco o seis grados de la ciudad”, argumenta Hermoso. “Somos la zona periférica más grande de Jaén, aunque las casas están muy diseminadas”, aclara el vecino. Él éxito del Puente de la Sierra se cimenta en su localización, ya que al estar bañado por los ríos Eliche y Quiebrajano, que unen sus cauces justo en la zona, el calor se soporta mucho mejor que en la seca ciudad de Jaén. Las piscinas y los bares, perfectos en estos meses, hacen el resto. “Aquí en verano no se tienen problemas, es un sustituto perfecto para la playa”, sentencia Hermoso.

pasado. No es de extrañar que la historia del Puente de la Sierra sea muy similar al de otras zonas periurbanas de la capital. Las tierras fértiles de las orillas del río alimentaron durante mucho tiempo las hortalizas que crecían en los huertos del lugar, una área pintada por pequeños cortijos diseminados donde los agricultores cuidaban sus vergeles en los meses estivales. Ahora, el panorama es diferente. Las casas casi chocan unas con las otras, y en muchos carriles ya no queda ni un hueco libre para construir. “El ‘boom’ de esto fue en los noventa, cuando la edificación se disparó en el Puente de la Sierra”, aclara Díaz. La fiebre de hacerse con una segunda vivienda lanzó a muchos jiennenses a adquirir o construir un chalé en la zona, lo que sobrepobló el lugar hasta límites insospechados. Ya con la crisis, la dificultad económica que tenían muchas familias para costearse unas semanas en la playa relanzó la idea de “bajarse” al Puente en verano. “Esto tiene una ventaja, y es que al estar tan cerca de la ciudad puedes ir y venir varias veces en el mismo día”, argumenta Díaz.

Pero la construcción sin apenas control también trajo consecuencias negativas. La actitud “consentidora” del Ayuntamiento de Jaén, como el mismo Díaz explica, provocó que muchas casas se quedaran en un limbo jurídico. “Cerca del 90% de las vivienda se hicieron sin permiso de obra, aunque desde el primer minuto pagaron sus facturas y sus contribuciones”, relata el gerente, lo que provocó que, aunque no eran ilegales, tampoco estuvieran del todo en regla. Aunque esto causó problemas durante algunos años, la solución llegó a través de un acuerdo entre el Ayuntamiento de Jaén y los vecinos, que poco a poco, y respetando las reglas de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, están pudiendo regularizar su situación.

También es difícil comprender el éxito actual del Puente de la Sierra si no se echa la vista atrás y se recuerda uno de sus puntos más destacados, Los Cañones. “Fue el germen, o uno de ellos, de esta zona”, sentencia Díaz. Aunque desgraciadamente las nuevas generaciones de jiennenses solo conocen un paraje sucio, peligroso y terriblemente abandonado, no hace tanto que aquel rincón era uno de los orgullos de los jiennenses de la capital, un motivo de honra por el que sacar pecho ante forasteros y turistas. “Era precioso. Había una picifactoría, que traía las truchas desde la misma Sierra de Cazorla, y un coto de pesca donde pasar los domingos entre niños y familias”, relata el gerente. También existía, como es habitual en cualquier zona de tránsito, un bar. “Bajabas en verano, con el fresquito de la noche, a comerte una trucha al restaurante, un ejemplar que tú mismo podías elegir”, relata, con evidente morriña, José Luis Díaz.

La lamentable situación de Los Cañones ha sido denunciada por los vecinos, sin apenas éxito, durante los últimos años. Ahora, por fin, se les ha escuchado. “El proyecto está listo. Ya está el plan y el dinero, solo falta empezar a rehabilitar la zona”, explica Hermoso. Sin embargo, el gerente es más precavido. “Es cierto que está todo a punto, pero ha habido ciertos problemas que han retrasado el comienzo de las obras”, comenta Díaz. Pese a esto, el vecino calcula que, en el peor de los casos, las máquinas no tardarán más de un año en arrancar sus motores y comenzar la restauración.

El Puente de la Sierra no es la playa, pero como si lo fuera. Sin la brisa marina, el frescor lo aportan el río y la piscina, y el bullicio de la costa se añade a través del trasiego de familias que nunca cesa en estos meses. Falta el pescado, que lo aportarán Los Cañones cuando estén, por fin, rehabilitados. Y es que esta zona es el lugar perfecto para disfrutar del verano como si se estuviera en playa, aunque a solo 10 kilómetros de Jaén.

Una fecha trágica
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El Puente de la Sierra está marcado por una fecha trágica. Fue el 15 de agosto de 1996, cuando unas intensas riadas provocaron el caos en todo el sector. Los ríos Eliche y Quibrajano se desbordaron debido a las intensas e inusuales lluvias que se dieron en aquellos días. El desastre, que afortunadamente se saldó sin víctimas mortales, dejó al descubierto las grandes vergüenzas de la zona. El cauce estaba en pésimas condiciones, y la situación de algunas viviendas, construidas sin permiso de obras, resultaron un problema difícil de solucionar. Se estimó que los daños ascendieron a 10.000 millones de pesetas.

Piscina para todos

Las piscinas son un factor común en todos los chalés del Puente de la Sierra. Para los propietarios son un motivo de orgullo, pese al trabajo que implica mantenerlas limpias durante todo el verano. Para los niños es como un parque de atracciones, una montaña rusa de emociones donde las posibilidades son infinitas, más aún con compañía. Y para los invitados de la casa son un atractivo más, ya que una visita de cortesía puede convertirse en la excusa perfecta para darse un refrescante chapuzón. Incluso para los abuelos, menos dados al baño, también puede servir de pretexto para disfrutar de los nietos en verano.

Entre Jaén y la sierra
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El puente más grande de la capital tiene una ubicación perfecta, ya que está a medio camino entre Jaén y la Sierra Sur. La Cañada de las Azadillas es un destino frecuente para los habitantes de la zona, donde pueden disfrutar de una tranquila tarde de cámping con la plana familiar al completo. El Pantano del Quibrajano, fuente de los grifos jiennenses, es otra buena opción para los fines de semana. Además, existen excelentes rutas para caminar, correr o montar en bici en toda la zona, completamente rodeada de verde una vez que acaban los chalés. Los Cañones, cuando se rehabiliten, serán otra llamativa opción.

El placer del dominó
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En las zonas comunes de los apartamentos, hay una sombra reservada para los mayores. Las mesas lucen a rebosar de todo tipo de barajas y fichas, manoseadas por sus propietarios con el nerviosismo propio de la partida. El juego estrella es el dominó, clásico de los veranos y las tabernas. Tampoco se olvidan las cartas, con más posibilidades a la hora de jugar. En un mundo plagado de tecnología, donde los niños no saben ser felices sin una consola o un móvil, los mayores de la familia demuestran que la felicidad plena no está tras una pantalla, sino en ganarle una manga a la brisca o al cinquillo al mejor de tus vecinos.