Un navero con mucha moral

El ingeniero electrónico Juan Francisco Merino Baena reside desde hace más de un año en Polonia —ahora reside en la céntrica ciudad de Lodz—, un país europeo que lo ha sorprendido gratamente por su belleza y hospitalidad

03 sep 2017 / 11:18 H.

Sin miedo a error puede decirse que Juan Francisco Martín Baena tiene más moral que el Alcoyano. Este ingeniero electrónico de Navas de San Juan criado en Jaén habla con filosofía, como si tratara de anécdotas, del cúmulo de adversidades con las que ha lidiado en Polonia, donde se afincó hace algo más de un año. El lo resume en la frase: “Polonia quiere matarme”. “Tuve dos infecciones de oído y no sé cómo me las arreglé en el hospital para que me entendieran con mi nivel cutre de inglés al principio; me corté el dedo preparando la comida para ir a trabajar y me presenté en la empresa con la mano vendada, cuatro puntos en el dedo y una ‘flojera’ de piernas; tuve dos accidentes con la bicicleta en el que en uno de ellos rompí mis audífonos; se ‘suicidaron’ dos móviles en dos festivales diferentes, uno se me cayó al váter y el otro de un golpe; me contagié de la varicela en el vuelo de vuelta y estuve una semana en casa sin poder salir a la calle; perdí un tren tres autobuses de golpe por que se me quedo el móvil sin batería y no escuche la alarma, ¡y para colmo! tuve que dormir en la estación de trenes con vagabundos. Pero por muchas cosas malas que me ocurran, no van a lograr asustarme lo suficiente para que vuelva corriendo a casa”, dice.

Y es que pese a las vicisitudes para él primera lo positivo, pues está encantado con la belleza del país y con la acogida de sus gentes. Subraya que llegó a Polonia de modo inesperado. “Todo empezó cuando acabé mi máster a distancia por la Universidad de Sevilla en enero del 2016. Estaba tan saturado de las noches de estudio, tan agotado emocionalmente que necesitaba unas vacaciones para desconectar de todo y resetear mi mente. Tenía unos ahorros guardados que los conseguí vendiendo unos apuntes del curso anterior del máster a un excompañero de clase. Desde el primer instante supe que este dinero lo iba a invertir en mí, en viajar, en darme ese Erasmus que nunca pude conseguir e intenté dos veces. El primer país que me vino a la mente fue Polonia porque durante mi estancia en la UJA conocí varios estudiantes polacos de Erasmus y nos llevábamos muy bien desde el inicio. Me hablaron maravillas y curiosidades de sus ciudades, sus comidas, sus costumbres incluso de la música que estaba de moda en ese momento. Así que decidí ir allí sin pensármelo dos veces y averiguarlo por mí mismo”, relata. La llegada fue en marzo con “mil euros en mano” y una mochila de cuarenta litros. Su primer destino era Cracovia y a partir de aquí pensaba moverse por Europa. A los tres meses de viajar por Polonia y República Checa, decidió quedarse en Cracovia y buscar trabajo. Quedó prendado de los montes Tatra, de la amabilidad de las gentes y de la historia de un país con una fascinante cultura eslava. Por ello, cambió el plan inicial de dirigirse, por segunda vez, a Irlanda para mejorar su nivel de inglés. “Me siento a gusto aquí”, detalla el navero.

Actualmente, Merino reside en Lodz, justo en el centro del territorio polaco, una ciudad considerada la capital del cine y de la moda. Trabaja como agente de atención al público para el mercado español. No descarta cambiarse a otra urbe,. a ser posible para dedicarse a la ingeniería. También lo atraen las opciones de obtener el C1 de Inglés, aprender una tercera lengua o inscribirse en un máster, ya que la Universidad en Polonia es gratuita para europeos. “Si tengo que volver algún día a España, me gustaría empezar de nuevo en Granada, un lugar donde tienes montaña y playa, la Alhambra y Sierra Nevada y, sobre todo, muchos extranjeros para seguir hablando en inglés”, razona Juan Francisco Merino. 1

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un lugar
con empleo

Si hay algo que agrada a Juan Francisco Merino es la situación del mercado laboral en Polonia. Se trata de un país con un tasa de paro envidiable, máxime si se compara con España. Concretamente, es del 6%. “Como suele decir mi familia, quien no trabaja es porque no quiere”, manifiesta. Esta circunstancia hace que las posibilidades de mejorar sean muchas, sobre todo para jóvenes dinámicos y formados como él. En este sentido quiere poner en valor su formación como ingeniero electrónico, a la que se añaden los másteres. Por ello está convencido de las oportunidades que le depara la nación eslava. Merino se siente satisfecho con su nivel de inglés, ya que, en un anterior desplazamientos a Dublín comprobó que es mejor de lo que pensaba, de modo que esto le permite desenvolverse. “Fuera, los extranjeros siempre nos ayudamos entre nosotros”, remarca.

personas cordiales

Merino valora el carácter de la gente de su país de acogida. “La mayoría de la gente piensa que los polacos son gente fría y gris, muy serios. Esa es la impresión que dan cuando los ves andando por la calle en los meses fuera de verano, pero cuando los conoces y te haces amigos de ellos, son muy generosos y hospitalarios”, resalta. Una de las cosas que más le impresionó fue el alcoholismo que hay. “En una misma calle o manzana puedes encontrar muchas tiendas de alcohol, farmacias y gimnasios”, dice. Admite que en comparación con España, la gente no sociabiliza tanto y se centran en sus vidas. “A rasgos generales es una sociedad un poco más racista y machista que nosotros. Aunque este tipo de roles suelen ocurrir en ciudades poco turísticas, de la ‘Polska’ (Polonia en polaco) profunda”, apunta el joven residente en Lodz.

cosas que añora de españa, de la provincia de jaén y, sobre todo, de su municipio de el condado
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El profesional asegura que lo que más añora es a sus amigos íntimos de Jaén, jugar con sus sobrinos, las grandes reuniones familiares en Navidades, el placer de bañarse en playas no tan frías como las polacas, comer marisco de primera calidad, todas fiestas de su pueblo, acurrucarse enfrente de la chimenea en los meses de invierno y disfrutar del fresco debajo de la parra de su patio en pleno agosto. “También echo mucho de menos la comida andaluza y sobre todo los postres que cocina mi madre que la familia entera se pelea por llevarse la última cucharada del plato. Estos pequeños momentos no los valoramos ni los echamos de menos hasta que te encuentras a tres mil kilómetros de tu tierra y llevas nueve meses sin volver a casa. Las echo mucho de menos pero sé que siempre van a estar ahí para cuando vuelva, mientras cumplo mis sueños. Por otro lado me da mucha pena perderme el crecimiento de mis sobrinos, pero es un precio que debo de pagar”, manifiesta el joven navero, que, aun así, se siente muy cómodo fuera.

prestos para celebrar
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De los polacos, Merino valora que les encanta la cultura española, “ya sea la comida, el futbol, turismo o la música”, así como celebrarlo todo. “Las bodas que duran d días, hay fiestas por cumplir la mayoría de edad y abundan las barbacaos”, evoca el jiennense para ejemplificar el gusto de los nativos por la alegría colectiva.

naturaleza única
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Del entorno polaco solo tiene palabras de elogio. En este sentido, lo impresionó el paisaje de Zakopane, una ciudad montañosa del sur del país próxima a la frontera con Eslovaquia. En este sentido, a Juan Francisco Merino le encantan las escapadas en las que encontrar refugio en lugares de cuento como una pequeña cabaña.

la nieve es normal
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El blanco meteoro es habitual en Polonia, sobre todo en los meses invernales. Sin embargo, se trata de un país perfectamente preparado para su aparición. Por ello, la vida cotidiana se desarrolla con absoluta normalidad con nevadas que, por ejemplo en España, podría causar problemas importantes a la ciudadanía.

convivencia fácil
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Vivir en Polonia posibilita al navero entrar en contactos con personas de muy diferentes nacionalidades, con las que convive con la más absoluta normalidad. De hecho, tal circunstancia le permite aumentar su acervo cultural y, sobre todo, avanzar en el dominio del inglés y en la capacidad para comunicarse e improvisar.