Tragedia en la mina

Seis mineros fallecieron en el último viaje con el que terminaban la jornada laboral del 21 de marzo de 1967. Cincuenta años han pasado desde aquella fecha que, sin duda, permanece aún en el recuerdo de los linarenses

26 mar 2017 / 11:31 H.

Cuando se recuerda la historia minera de Linares se hace referencia, entre otras cuestiones, a la mina de Baebelo, de la que Aníbal Barca extrajo montañas de plata. A cómo sus minerales eran conocidos en todo el Imperio Romano, o las grandes empresas y personalidades extranjeras y españolas que, desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el XX, generaron tal cantidad de riqueza que, al tiempo, precisaba de una gran estructura para su mantenimiento como el ferrocarril, la banca, el tranvía o los edificios burgueses e industriales que condicionaron la fisonomía de la antigua villa hasta convertirla en una gran ciudad. Pero rara vez se habla de las personas sencillas que con su esfuerzo, trabajo, dolor y sufrimiento constituyen el alma de la historia.

En el caso de los conocidos como “6 de San Vicente” sí que se recuerda su historia, marcada por la tragedia. Al parecer, la sobrecarga de la jaula que los elevaba, en la que llevaban un carrete, hizo que uno de los cables se soltase, lo que propició que los mineros cayeran y perdieran la vida en el pozo más hondo del país, de unos 1.000 metros de profundidad.

Cuentan los que estuvieron allí que el suceso se pudo deber a una imprudencia de los mineros motivada por la impaciencia. Solo les quedaba un viaje a la superficie para acabar su jornada laboral, estaba anocheciendo y decidieron subir los seis en la jaula junto con el pesado cable submarino que debían sacar de las profundidades del pozo. Con la palanca dieron la señal para que los ascendieran: un golpe y otros tres a continuación. Lentamente, somo solían ser esas ascensiones, empezó el último trayecto en dirección al cielo abierto a través de las paredes hormigonadas

“Luto en las minas de Linares”. Ese fue el titular con el que Diario JAÉN dio a conocer, el 23 de marzo de 1967, el accidente registrado en el pozo de San Vicente, en el que fallecieron Manuel Jiménez, Blas Muñoz, José Gago, Francisco Varela, Fernando Rus y Jorge Antuña, que dejaron “seis viudas y diecisiete hijos”, según se hizo eco el rotativo.

Aún hoy, cincuenta años después del accidente, a muchos se les pone el vello de punta al recordar la tragedia. Ese es el caso de Blas Sánchez, que tenía 18 años, llevaba cuatro trabajando en la mina y se encontraba sobre las 19:00 horas en el pozo de San Vicente, cuando se registró el suceso. En concreto, estaba, junto a más gente, ubicado en las compuertas: “Yo esperaba para que me dijeran los avances en el trabajo para darlo a conocer a la empresa en Madrid —ese era mi trabajo, junto al reparto de la correspondencia, entre otras cuestiones—. Por lo general, acabábamos más tarde, sobre las 21:30 o las 22:00 horas, pero recuerdo que ese día, que además era Martes Santo, había un partido de boxeo, por lo que se adelantó el cierre. Nosotros vimos la jaula a unos sesenta metros ya del exterior cuando sucedió todo”. Su voz aún tiembla cuando recuerda los hechos. Además, fue el portador de las malas noticias para tres de las familias que vivían en el paraje. “Rompí a llorar cuando tuve que decírselo”, afirma.

Sánchez recuerda que, a pesar de que en muchas ocasiones se ha hablado de que el de los seis mineros era el último viaje antes del cierre de la mina, aún quedaban trabajos que realizar para clausurarla oficialmente. De hecho, así consta en la hemeroteca de Diario JAÉN: “La Sociedad Obras Subterráneas, que tiene la misión del desagüe de diversos pozos de minas de esta zona, estaba realizando en este pozo de San Vicente sus últimos trabajos que, según nos dicen, acabarían probablemente en unos días”. La plantilla total que se encontraba en esos momentos era de cincuenta personas entre técnicos, obreros y administrativos.

En las inmediaciones del lugar se encontraba Miguel Avi, que por entonces tenía 21 años. En concreto, en el lavadero de la compañía Emiter: “Estaba trabajando tan cerca de la mina cuando sucedió el accidente, que inmediatamente fueron en busca de gente al lavadero. Nosotros teníamos infraestructura y mucho material, pero se dieron cuenta de que hacían falta otros medios para intentar bajar y rescatar los cuerpos”. Recuerda que, de inmediato, se personó la Guardia Civil de Arrayanes, familiares de los fallecidos se acercaron hasta el lugar, representantes de la Dirección General de Minas... “Un trasiego de coches que habitualmente no se veía por ese camino, y que se prolongó durante todo el tiempo que duró la investigación”.

Miguel Avi reconoce que durante los días que siguieron al accidente se escucharon muchos comentarios sobre los intentos de bajar al pozo: “Pero además de que tenía una altitud de 1.000 metros, y de hecho era el más profundo de la zona, todos los pozos que se encontraban en las inmediaciones desaguaban ahí. Al tiempo se dieron cuenta de que aquello era imposible. Al poco tiempo se comenzó a rumorear que se iban a dar indemnizaciones a las familias”. También de esa posibilidad se hizo eco Diario JAÉN los días posteriores: “Fue elevada al exterior la jaula descendente, con la que chocó la hundida y que obstruía el pozo. Los trabajos de búsqueda de las víctimas siguen sin interrupción”. Pero, finalmente, tuvieron que desistir en el intento y los restos de los seis mineros reposarán para siempre allí.

La cuestión es que el pozo de San Vicente, ubicado en la mina de San Miguel, parecía, al igual que ocurría en otros núcleos similares, un pueblo. “Y, de la noche a la mañana, un silencio... Quedó más o menos como se encuentra ahora”.

Y, aunque Julio Lardín —minero, al igual que sus antecesores y vinculado al sector aún en la actualidad, eso sí, desde un punto cultural y de difusión— era un niño de tan solo 6 años por aquel tiempo, recuerda con total claridad lo ocurrido. “¡Se han matado unos mineros en San Vicente! Es lo que se escuchó en el barrio en el que vivíamos (de Villalonga, una colonia minera ubicada a tan solo dos kilómetros), y todos los compañeros salieron corriendo en dirección a la mina para ver en qué podían ayudar”, manifestó. También, a pesar del tiempo que se estuvo hablando de la posibilidad de recuperación de los cuerpos, recuerda las exequias, celebradas en la parroquia de San Francisco, como un acontecimiento multitudinario.

Al poco tiempo se organizó una colecta popular para las familias y hasta un jovencísimo Sebastián Palomo Linares ofreció una corrida benéfica con el mismo objetivo. La gente se volcó con las esposas y con los hijos. “Siempre hay flores de los familiares o de gente vinculada a la minería”, dice Lardín.

Una tragedia que permanece latente en el recuerdo de los linarenses y, prueba de ello, son las flores que siempre lucen junto a la lápida que recuerda a los seis mineros que perdieron la vida aquella fatídica tarde de Martes Santo.

Propiedades técnicas
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El Pozo San Vicente ha constituido siempre un ejemplo de la integración entre las minas y la ciudad de Linares. Además de su profundidad, su principal característica, tiene una casa para máquina de bombeo, erigida en 1872, muy modificada para electricidad. Se han perdido la parte superior de la planta alta y el muro de un lado. La pared del balancín tiene 5 pies y el cilindro vertical un diámetro de 60 pulgadas. Se conservan aún en la actualidad los muros y asentamientos de una pequeña casa para máquina de vapor de extracción, además de una gran casa para máquina eléctrica de bobinado.

Recuerdos escritos

Mucho se ha escrito sobre el accidente ocurrido aquel 21 de marzo de 1967 en la mina de San Miguel. Ese es el caso, por ejemplo, de las publicaciones de José Manuel Sanchís, Pedro Belinchón o Francisco Lutier de Guzmán. A ello se suma la taranta dedicada por el autor Juan Parrilla Sánchez a los mineros fallecidos: “Suena una triste elegía/desde el Pozo/San Vicente. Seis mineros de la Tierra/se encontraron con la muerte. Suena una triste elegía/ desde el Pozo San Vicente./ Su trabajo y su sudor/ quedarán en la memoria/ para toda la eternidad./Forman parte de la Historia,/siempre los recordará.”

Reconocimiento
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El Ayuntamiento, asociaciones y colectivos de diversa índole —Colectivo Proyecto Arrayanes, Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos y de Grados en Minas y Energía de Linares, Granada, Jaén y Málaga, Centro de Estudios Linarenses, Asociación Vecinal Estación de Almería, Federación Himilce, Voluntarios por el Patrimonio Minero, Centro Cultural Poveda y Asociación Promoción Social 28 Febrero— organizaron una intensa programación de actividades con el objetivo de darle un merecido reconocimiento a los trabajadores de la mina que sufrieron calamidades y pérdidas debido a un oficio que resultaba muy duro.

El homenaje será hoy

La presentación de un sello conmemorativo del cincuenta aniversario por parte de la sección filatélica del Centro Cultural Poveda; la quinta ruta senderista “Un Millón de Pasos”, que coincide con el acto de homenaje que, en el Pozo San Vicente, se celebrará hoy, a las 11:00 horas; la conferencia “Sociedad civil y defensa del Patrimonio Minero”, a cargo de José Susi en la Estación de Almería, además de la exposición “Proyecto de Futuro”. El acto central será hoy, cuando está prevista la celebración de una ofrenda floral en memoria de los fallecidos, una actuación flamenca de cantes por tarantas y un recital de poesía.