Solidaridad transatlántica

Nazaret Fernández se lió la manta a la cabeza y se enroló de voluntaria en Honduras, una opción que para ella se ha convertido en un estilo de vida, ya que no concibe su día a día sin dedicarlo a ayudar a los más necesitados

07 feb 2016 / 10:27 H.

Nazaret Fernández nació en la década de los 80 y, como una jiennense más, jugó en las calles de la capital del Santo Reino. Estudió Psicología en la Universidad de Jaén y se especializó en Recursos Humanos. Trabajó en consultoras de informática, en el proceso de selección de personal para distintas empresas. Después se trasladó a Málaga, siempre centrada en el mismo sector profesional. “Esta etapa, en la que vivía para trabajar, me hizo entender que no entraba en mis planes continuar con este sistema de vida. Así que, promovida por un interés por conocer nuevas culturas me marché a Inglaterra, y, meses más tarde, participé en un programa de voluntariado europeo con destino a Viena (Austria)”, relata. Corría, entonces, el año 2010. Colaboró dando clases de español a niños en exclusión social. Convivía, compartía y viajaba por Europa con personas de distintas partes del mundo. “Hice grandes amigos, cayeron estereotipos, me comuniqué en otro idioma. Era el momento de hacer realidad mi sueño, conocer Latinoamérica”, explica. Esta era una idea que le rondaba en la cabeza desde hacía años pero no se sentía preparada. “No tenía el valor de romper con lo que conocía y dar ese paso. Y ése era el momento idóneo, una vez el voluntariado me había aportado otra perspectiva, un estilo de vida que encajaba más con mis intereses”, confiesa.

De esta manera, en 2012 contactó con una organización no gubernamental en Honduras, guiada por un proyecto que le resultaba interesante y que consistía en trabajar en el área educativa en Secundaria. “Suponía un gran reto para mí, colaborar y vivir en una casa hogar con más de 300 niños huérfanos o abandonados en un entorno rural, ambiente al que yo no estaba familiarizada. Allí eres voluntaria 24 horas al día pues no solo compartes la jornada laboral con estos niños y jóvenes, sino que convives todo el día junto a ellos. Se estrechan unos lazos con estos niños muy fuertes y difícil de explicar”, explica la jiennense emocionada.

Después de todo el tiempo dedicado a esa labor, Nazaret se ha dado cuenta de que no conocía la realidad de la sociedad hondureña. “Viviría protegida en un entorno seguro”. Fue entonces cuando tomó la decisión de continuar su labor en otro centro educativo. De esta manera, trabajó en un departamento de Orientación en el que se apoyaba la formación profesional a un grupo de jóvenes que provienen de barrios marginales.

“Reconozco que soy de naturaleza curiosa, y después de más de dos años en Honduras, conociendo diferentes realidades e implicada en las desigualdades sociales, decidí trasladarme nuevamente a la capital, Tegucigalpa, y colaborar en otros proyectos en el ámbito escolar con niños que viven en unas condiciones de escasos recursos como agua, electricidad, alimentos”, relata. En ese momento, pudo aportar muchas experiencias y vivencias. Pero, aunque reconoce que la labor del voluntario es “inmensamente enriquecedora”, también supone un gran esfuerzo económico. Llegado a ese punto, ha regresado a España para recibir apoyos y poder financiar parte del proyecto. “La verdad es que no había una planificación, una estrategia bien planteada, todo surgió desde la buena fe de la gente que me rodea”. Ahora, emprende el camino con otra organización y dedica su tiempo a mejorar las condiciones de personas que se encuentran en riesgo de exclusión social. “Honduras, para mí, no es una experiencia, supone una transformación en mi vida”, confiesa y, por eso, va a regresar. Lo hará con nuevas ideas, con más experiencia y con mayor energía.

Jaén es solidaria

La vida del voluntario es muy activa, es comprometida, de maneará que cada día se vive con mucha intensidad. La jiennense confiesa que no hay jornada que pase en la que no surjan grandes emociones, a veces contradictorias porque comparar culturas es inevitable. “Tiene esa doble vertiente, por un lado te satisface enormemente pero por otra te frustra, te decepciona porque entiendes que tu labor es limitada y aceptar que la justicia tal y como tu la concibes no existe allí es difícil de encajar”, relata. “Me ha quedado más que demostrado que España, y Jaén, en concreto, es solidaria. Considero que hay gente que quiere ayudar, ya sea con su tiempo, con aportación económica o con otro tipo de donación, en general noto en la población un halo de desconfianza hacia ciertas organizaciones que impiden más participación activa”, explica, muy orgullosa de la gente de su tierra.

sin pedir nada

Nazaret Fernández es consciente de que hacer algo desinteresadamente también se da en otros países, pero tiene algunos matices. “Es curioso que he visto más acciones altruistas entre la población más pobre que en la más favorecida, quizás porque tienen más capacidad de empatizar con el sufrimiento del vecino”, confiesa. “Soy positiva ante la solidaridad en nuestro país, aunque considero que aún queda mucho por hacer, muchas personas por concienciar y muchas más acciones que emprender”, asegura. Por eso, mucho de sus esfuerzos van encaminados a ayudar a todas aquellas organizaciones no gubernamentales que se dejan la piel por echar una mano a los que no tienen recursos, los que están en riesgo de exclusión social, los que no tienen acceso a servicios básicos como, por ejemplo, la educación o la sanidad.

Honduras, una país con mucho que ver, pero con grandes necesidades
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La población de Honduras supera los ocho millones de habitantes y, en su mayor parte, se dedica a actividades agropecuarias, además del comercio, manufacturas, finanzas, y servicios públicos entre otras actividades. El país es multiétnico, dividido en cuatro grandes familias que son los “blancos o mestizos”, que son la mayoría: los pueblos indígenas (lencas, misquitos, tolupanes, chortis, pech, tawahkas), garífunas y criollos de habla inglesa. Su territorio es muy accidentado. Lo conforman altas filas de montañas, elevadas planicies, valles profundos en los que se encuentran llanos extensos y fértiles cruzados por ríos más o menos caudalosos y algunos navegables. La agricultura se convirtió a finales del siglo XIX en la columna vertebral. A pesar de que la importancia ha declinado, los cultivos de banano y café conformaron un tercio de las exportaciones. El Gobierno llevó a cabo proyectos para promover y expandir el sector industrial, diversificar la agricultura, mejorar los medios de transporte y desarrollar proyectos hidroeléctricos.

mis chicas.
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Es tal el cariño que esta jiennense toma a las personas con las que trabaja que a algunas las llama “mis chicas”. Se abraza a ellas y mantiene un contacto permanente, muestra de ese cariño que se requiere, más que nunca, cuando todo lo que te rodea parece predestinado a marginarte y llevarte a situaciones extremas.

difusión.
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Difundir la labor que realizan las organizaciones no gubernamentales es de vital importancia, ya que es la forma de llegar a todos los hogares. Por eso, Nazaret Fernández se esfuerza en explicar la labor que desempeñan los voluntarios siempre que tiene oportunidad, sobre todo, en su tierra natal, la capital jiennense.

emoción.
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El día a día del voluntario tiene muchos sinsabores, pero también regala momentos de inmensidad absoluta. Es el caso que se ve en la imagen, por ejemplo, cuando Nazaret Fernández pudo acompañar a los pequeños durante su graduación. Unos minutos mágico del que no todo el mundo tiene oportunidad de disfrutar.

amigos.
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Uno de los objetivos de Nazaret Fernández durante su estancia en España es poder recoger fondos para colaborar, en todo lo que sea posible, con los más necesitados. Y en esta campaña no duda en organizar actividades divertidas en las que se involucran todos sus amigos. Pasan un rato divertido a la vez que son solidarios.