Misioneros por el Mundo

Hoy es el segundo domingo del tiempo de Adviento. Como sabéis, este tiempo litúrgico comenzó el domingo pasado y nos sirve a los cristianos para prepararnos para la Navidad, para el nacimiento de Jesús. Es un tiempo de espera fructífera, cuatro semanas en las que hay que preparar no solo nuestra casa y ambiente, sino especialmente el corazón para volver a acoger la Navidad. Es un tiempo de “conversión”, es decir, desechar lo malo y acoger lo bueno en nuestras vidas. Según nuestro Papa Francisco: “Es el tiempo de la misericordia para todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura”. Si el primer domingo de Adviento pasado empezaba con paso firme con la invitación a la vigilancia, la de este segundo domingo de Adviento no es menos impactante: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Es la apremiante llamada de un Dios que nos quiere salir al encuentro, que se quiere dar a cada uno, que se regala sin pedir nada a cambio... pero, sin embargo, no se puede imponer, sino que necesita de la libre aceptación de cada uno. Dios está muy cerca, no es un Dios lejano; él está presente en los corazones de sus hijos, creados a su imagen. Además, en Jesucristo se nos revela y entrega de modo pleno. La llamada del profeta que recoge el Evangelio es muy bella: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. La imagen nos habla de un Dios cercano, más bien, que se acerca; que está en movimiento, que no se queda apartado o aislado, sino que se pone en camino. La tarea del hombre es que ese camino sea lo más llano posible, sin baches, sin tropiezos. Preparar estos caminos es el empeño espiritual por la conversión; conversión es dirigir hacia Dios nuestros pensamientos y sentimientos, nuestras actitudes, nuestros actos... enmendar, enderezar, corregir todo aquello que no responde al don que Dios nos hace de acercarse a nosotros.

La conversión es un reto apasionante cuando pensamos que no hay proporción entre nuestro esfuerzo y el don que recibimos, que es Dios mismo. A Juan Bautista lo presenta el Evangelio de hoy con la misión de llamar a la conversión; buena parte de la misión de la Iglesia estriba también en hacer esta llamada, que sale del corazón de Dios, para que reconozcamos su cercanía.

Este tiempo de gracia lo viven especialmente los misioneros que se encuentran fuera de sus lugares de origen. Ellos ven a diario cambios en las personas que atienden y eso les hace estar en constante revisión también. Para conocer más sobre las experiencias que viven, la semana pasada comenzó en 13TV la nueva temporada de “Misioneros por el Mundo”. Podéis ver todos los viernes este programa a las 21.15 horas de la noche y conocer de primera mano la historia de sus vidas, de sus espacios de misión, del caminar de otras iglesias hermanas que viven el Evangelio a pesar de las dificultades, las necesidades y las incertidumbres. Programas como este pueden ayudarnos a trabajar este Adviento y a prepararnos para una auténtica Navidad donde lo de menos sea lo que vamos a comer, a vestir, a beber, a regalar y lo importante sea con quién vamos a celebrar este tiempo y con qué actitudes.

Nosotros como cada semana tenemos una cita en la cárcel de Jaén con nuestros amigos que quieren conocer más de cerca al Señor y muchas veces salimos con la sensación de que ellos nos cambian a nosotros, nos hacen mejores, nos ayudan a estar en una continua conversión desde sus historias personales de sufrimiento y desaciertos. Este jueves les hablábamos del verdadero sentido del Adviento y de la Navidad. Como vivimos y nos sentimos misioneros siempre, les transmitimos nuestro amor por llevar a Dios a los demás y algunos de ellos nos manifestaron sus deseos de poder llegar a ser misioneros cuando estén fuera de la prisión. Para nosotros, solo escuchar de ellos ese deseo de que el mundo sea mejor, es una emoción y nada más que nos sale decir “gracias” por este regalo de compartir la vida con personas que desde su sencillez, a pesar de sus equivocaciones, buscan a Dios y tienen un sincero deseo de cambiar.