Mínimo común múltiplo

    07 ago 2016 / 10:00 H.

    Silverio siempre ha tenido presente la frase matemática: “Comunes y no comunes elevados a su ... exponente”. En los puntos suspensivos, durante toda su vida, ha presentado la duda de si va la palabra “mayor” o “menor”. Realmente, el mínimo común múltiplo (mcm) siempre ha sido para Silverio una fuente de dudas, porque también dudaba en los acentos de mínimo, de común y de múltiplo. La relación existencial de Silverio con el mcm tiene distintas fases. Una fase de tolerancia, que ocupó su infancia y adolescencia; pensaba que aquello del mcm se resolvería solo, como le ocurrió con el tema de los Reyes Magos, que a la edad conveniente, en un instante y sin dolor excesivo se solucionó. Una fase sincera, que abarca su juventud, y en la que luchó por comprender el significado del mcm. Y finalmente, una fase comparativa. La fase sincera comenzó en su décimo séptimo cumpleaños y en respuesta a las palabras: “Silve, dile a tu hada madrina qué regalo quieres para este cumpleaños” —A su madrina le gustaba que la llamara como cuando tenía cinco años: “Hada madrina”—. Silverio decidió hacer frente a sus dudas tomando clases. Terminó con auténtica aversión hacia el profesor de matemáticas que su madrina pagó durante un semestre. El profesor primero le enseñó el significado de mínimo, de común y de múltiplo. Después hizo un ejemplo fácil para más tarde complicarlo con números de tres, cuatro y cinco cifras. Y Silverio fue mezclando las explicaciones con palabras que le llegaban sin ton ni son: mínimo común divisor, común divisor, reglas de divisibilidad, descomposición factorial, números primos, máximo común divisor. En la cabeza de Silverio se agolparon todas las combinaciones posibles de aquellas malditas palabras y la duda metafísica de pensar en qué problemas aplicarlo y qué utilidad tendría. El informe piadoso del profesor a su madrina fue: “El gran problema de Silverio es que tiene, por no decir otra cosa, una mala base en matemáticas, y eso, a estas alturas, es imposible de corregir”. Sus padres también supieron de estas palabras y entre todos encauzaron la vocación. Silverio se refugió en la carrera de Derecho y posteriormente en unas oposiciones. Conforme Silverio fue cumpliendo años y la rutina se consolidó en su vida, apareció la fase comparativa. Se dio cuenta de que la intransigencia que había tenido con el mcm, no la había tenido con otras cosas. Había hecho un listado de ejemplos entre los que figuraba: E=mc2; ¿por qué se ve siempre la misma cara de la luna?; el motor de su propio coche y las ondas electromagnéticas. Después de este análisis vino la pregunta: “¿Qué hubiera pasado si hubiera aceptado la duda del mcm y hubiera seguido mi vocación?”.

    Toda esta historia, que Silverio vivió en silencio y sin salir de su cabeza, sirve para aclarar por qué sus últimas palabras fueron: “No os puedo perdonar lo del mínimo común múltiplo”.