Mentes maravillosas

La Comunidad Terapéutica de Salud Mental no es un hospital ni un psiquiátrico, sino un hogar en el que se ofrece tratamiento y ayuda a pacientes con algún trastorno. El objetivo es “entrenarlos” para afrontar una vida “normalizada”

20 nov 2016 / 11:34 H.

Es el último día de Ana Isabel en la Comunidad Terapéutica del Área de Salud Mental de Jaén. “No soportaba mi vida y me precipité por una ventana”. Esta joven, vecina de La Carolina, cuenta sin tapujos su historia. Un trastorno bipolar la venció en la primera batalla, pero la “guerra” continúa. Y ella está dispuesta a plantar cara. Durante el último año, ha aprendido a aceptarse y ha recuperado la ilusión por vivir. El pasado viernes, recibió el alta y, a partir de ahora, vivirá en un piso tutelado junto con otras personas que presentan algún tipo de trastorno mental y que también están en tratamiento para salir adelante. A su lado se sienta Andrea, su “mejor amiga” en estos duros meses de terapia y esfuerzo personal. Ella también pasó “por la séptima” —la planta de agudos del Hospital— cuando su enfermedad se agravó. “Ya estoy mucho mejor, cada vez más animada con la ayuda de los profesionales y de mis compañeros”. Igualmente, forma parte en la Comunidad Terapéutica, un centro que se ubica en los bajos de Urgencias del Neurotramatológico de Jaén. No es un hospital ni un psiquiátrico. Es un hogar en el que los pacientes viven para curarse: “Nuestro objetivo es que aquí lleven una vida lo más normalizada posible”, resume Pedro Torres, el coordinador de este proyecto en el que trabajan enfermeras, terapeutas, psicólogos, psiquiatras, monitores y trabajadores sociales.

Actualmente, quince personas residen en la Comunidad. Están allí por voluntad propia. “Realmente quieren curarse”, destaca Mari Carmen, una de las enfermeras veteranas en esta unidad. Un día cualquiera, sus mentes dejaron de funcionar de manera “normal”. Muchos pasaron por la “séptima”, donde recibieron el tratamiento que los estabilizó. Una vez diagnosticado el problema, son los profesionales sanitarios los que determinan la necesidad de comenzar un proceso de reinserción a través de la Comunidad Terapéutica. “Se habla con el paciente y se le ofrece la posibilidad de venir aquí”, explica el coordinador de la unidad.

Allí reciben tratamiento y terapia, pero también comen, duermen, se duchan, realizan actividades. En definitiva, viven para curarse, para vencer su mal. Todos sufren algún tipo de patología mental crónica: esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión son las más comunes. “Aquí no nos gusta ponernos etiquetas”, sostiene Juan, que lleva un año de tratamiento: “Llegó muy regresivo, con bastantes problemas. Ha dado un cambio espectacular, está mucho más integrado y participativo”, aclara Pedro Torres sobre este paciente.

Ana Isabel, Andrea, Cándido, Juan, Eva, José Manuel, Antonio... Todos tienen mentes maravillosas que no se quieren rendir. En la Comunidad Terapéutica comparten horas de aprendizaje, tratamiento y ocio. Reciben ayuda y se esfuerzan para poder aspirar a la ansiada reinserción social y laboral. “El triunfo no está en vencer, sino en nunca rendirse”, dice el lema que preside la sala de reuniones.

El día a día es cuadriculado. Un horario lo marca todo. Jacinto Rubio, uno de los monitores, destaca la importancia de que los pacientes pasen todo el día ocupados. “Intentamos que siempre estén haciendo algo, porque aburrirse significa darle vueltas a sus obsesiones”, señala. Se trata de entrenarlos para dotarlos de las herramientas para afrontar la vida fuera. La rutina es muy importante, porque el orden material se transforma en orden mental. La jornada para ellos comienza siempre con el desayuno y la asamblea del “buenos días”: Durante una hora, los miembros de la Comunidad Terapéutica se sientan alrededor de la mesa para tratar el día a día, cualquier asunto de la actualidad o sus propias inquietudes. También sirve para resolver cualquier conflicto derivado de las vivencias cotidianas. “Aquí tenemos unas normas que hay que cumplir. Cuando surgen problemas, se resuelven con diálogo en la asamblea de convivencia”, matiza el coordinador.

Una de las “disputas” más frecuentes, por ejemplo, es el volumen del televisor, ubicado en la sala de estar: no puede estar más alto de los catorce puntos. También hay peleíllas por la película que se ve cada noche. Todo se resuelve por votación a mano alzada. “Siempre se eligen mis propuestas”, dice Eva, con un punto de orgullo.

Tras las asambleas, es la hora de las consultas médicas y de los tratamientos. Sesiones de terapia individuales o en grupo que son la piedra angular de la comunidad. Un equipo de profesionales ayuda a los pacientes que sufren algún tipo de patología mental crónica para que puedan recuperar su autoestima y llevar una vida normalizada.

El resto del tiempo lo llenan con actividades de todo tipo. Es lo que se llama terapia ocupacional. La importancia de que no haya horas muertas, de mantenerse ocupado: “Para eso están aquí”, explica el coordinador del área. Los lunes, trabajan en la elaboración de la revista “CT Oye”, que sale cada seis meses y que ya ha cumplido 36 números. También van a la biblioteca. Los martes hay deporte o salida y talleres de cuentacuentos, cinefórum o manualidades. Los miércoles, taller de salud y terapia de aceptación y compromiso. El jueves es el día de la relajación y los viernes está reservado para el deporte y la salida de ocio. Van a un museo, a una conferencia o a una acción que tan simple como acudir a un cajero para sacar dinero. Algo que puede suponer un mundo para alguien que sufre un trastorno mental. En la Comunidad Terapéutica, también hay tiempo para el estudio y la formación. Es el caso de Antonio Reyes, que ha terminado con éxito un curso de FP. A este joven de 26 años, vecino de Mancha Real, le gusta escribir. De hecho, tiene su propio libro. Se titula “Frases para reflexionar”. “A ver si alguien me lo publica”, asegura, mientras enseña su habitación. Acaba de limpiarla y ordenarla —otra de las tareas del día de los pacientes—. Antonio ocupa uno de los ocho cuartos individuales del centro. Hay otros cuatro dobles. Todos son iguales. También hay un comedor, una sala de asambleas y el salón de estar. “Esto es como una casa en la que sus miembros tienen que aprender a convivir”, explica Pedro Torres.

De esa “familia” forman parte las enfermeras. El pasado viernes, en el turno de mañana, trabajaron Ana, Mari Carmen, Carmen y Teresa. Gente volcada con el proyecto casi desde el principio, que han visto cómo gente hundida por la enfermedad se levantaba una y otra vez. “Esto es una carrera de fondo, como todas las rehabilitaciones. Aquí se avanza lentamente, pero se avanza”, explica una de ellas. Y añade. “Aquí he visto de cerca historias de superación extraordinarias. Todos somos personas y los pacientes nos dan siempre una lección de vida”. Es la enseñanza de las mentes maravillosas, de aquellas que nunca se quieren rendir.

La ayuda de la familia
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Todos los profesionales que trabajan en la Comunidad Terapéutica de Salud Mental destacan la importancia que tiene para los pacientes el apoyo de sus familias. La estancia en este dispositivo asistencial no es, precisamente, corto. Se trata de un tratamiento que, como mínimo, dura seis meses y puede prolongarse durante años incluso. Por ello, los miembros de esta unidad deben estar convencidos de la necesidad de estar allí para curarse y en ese proceso juega un papel fundamental la familia. Los especialistas también señalan el rol que juegan los propios pacientes para ayudarse entre sí.

Apuesta necesaria

La Comunidad Terapéutica de Salud Mental de Jaén comenzó su andadura en noviembre del año 2005. La Junta de Andalucía creó este dispositivo asistencial para dar cobertura a aquellos pacientes que precisan de un tratamiento hospitalario a largo o medio plazo. Hay personas que, por la gravedad del trastorno mental que sufren, deben ser ingresadas en la Unidad de Agudos —la séptima— del Hospital. Una vez que son tratadas y su problema mejora, reciben el alta. No obstante, su estado de salud todavía no es óptima y sus familias aún no pueden hacerse cargo de ellas. Para estas situaciones se pensó la Comunidad.

Salidas como terapia
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Los monitores programan un amplio calendario de actividades con los pacientes de la Comunidad Terapéutica. Algunas se realizan en el propio centro, como los talleres de manualidades o las terapias de relajación o de aceptación. Sin embargo, otras deben hacerse obligatoriamente en el exterior. Los miembros de la unidad hacen deporte —juegan dos partidos de fútbol a la semana— o gimnasia; y también van al cine, realizan una gestión en el banco, se toman unas tapas en un bar o acuden a una conferencia. Igualmente, organizan excursiones por los pueblos de Jaén e, incluso, viajan a otras provincias. Jamás han causado un problema.

Un niño apadrinado

Los pacientes de la Comunidad Terapéutica de Salud Mental son gente comprometida. Cada mes, hacen una pequeña aportación económica que destinan al apadrinamiento de un niño en Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo. Gracias a su generosidad, el pequeño puede cubrir sus necesidades más básicas de alimentación y, además, puede ir a la escuela. En un corcho ubicado en la sala de reuniones, los pacientes pegan las fotos que les envía la familia de su ahijado. “No es el primero. Desde que estamos aquí ya hemos apadrinado a varios niños”, explica el coordinador, Pedro Torres.