La Virgen, primero

Los litigios patrimoniales en el Santuario de la Virgen de la Cabeza ya van para siete siglos. Hay que mirar atrás para entender el presente

03 ene 2016 / 10:27 H.

Era Oscar Wilde quien decía que “la sociedad moderna olvida que el mundo no es propiedad de una única generación”. Y estos días, en Andújar, cuando el tema de conversación callejera y cibernética no es otro que quiénes son los propietarios del Santuario de la Virgen de la Cabeza y de sus terrenos aledaños, habría que recordar, con el escritor irlandés, que son propiedad de las generaciones que durante mas de siete siglos han vivido en esta ciudad, cuya historia está vertebrada por el fenómeno que rodea a la Virgen de la Cabeza, un fenómeno poliédrico que se ha contemplado desde todos sus ángulos, desde el religioso al político, desde el sociológico al artístico, desde el económico al civil. Ha venido siendo como la columna vertebral de la ciudad, desde su conquista en el siglo XIII, momento crucial de la historia de Andújar, hasta hoy. Y, como no podía ser de otra manera, su historia esta jalonada de luces y sombras, pero también de gloria y litigios.

En estos días se está escribiendo una nueva página de esa historia centenaria, una más, no la única. Las hubo más trágicas. Conocer la historia hace relativizar los problemas y dejarlos en su justo termino, sin histrionismos, sino con sentido común. Los viejos andujareños, cada vez que se discutía sobre asuntos de la Virgen, el santuario o la cofradía zanjaban la pelea levantando una copa y brindando mientras decían: “La Virgen, primero”.

El conflicto tuvo su punto álgido con un escrito firmado por el obispo de Jaén, Ramón del Hoyo, el pasado 15 de diciembre y en el que decretaba la intervención temporal de la Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza de Andújar. Entre otras razones, el texto alude “al proceder de la Presidencia y parte de los miembros de la Junta Directiva, que interpuso un expediente de dominio sobre la Iglesia y demás propiedades del Santuario ante el Juzgado de Primera Instancia número 3 de Andújar, sin conocimiento del Obispo Diocesano, ni del Hermano Mayor de la Cofradía, algo que, según el Código de Derecho Canónico y en sus propios Estatutos no está permitido a la Cofradía, sin licencia previa del Ordinario”. A la vez designaba un “Comisario que, en su nombre, dirija temporalmente a esta Asociación, removiendo de sus cargos al señor presidente, vicepresidente, tesorero, secretario y algunos de los vocales de la Junta Directiva”. Pone, además, a disposición del comisario una “Comisión para que le ayude a gestionar los derechos y obligaciones de esta Cofradía, y para preparar nuevas elecciones cuanto antes”.

Se trata de una decisión pasajera que no ha debido de ser fácil para un obispo que en estos días espera a su sucesor, una vez rebasada la edad canónica. Las tres partes implicadas se sienten doloridas. El obispo, por tener que tomar decisión tan dolorosa al final de su pontificado y después de las muchas gestiones realizadas en favor de esta devoción jienense. Igualmente la Orden Trinitaria, cuyo rector, el padre Conesa, se ha venido sintiendo ofendido públicamente y calumniado, especialmente a través de las redes sociales. Y la cofradía matriz, especialmente la terna cesada, por considerar que es una injusticia y que lo que pretendía no era sino inmatricular el templo para facilitar a la Iglesia la labor aunque, desde agosto, las tensiones entre los religiosos y los directivos cofrades se habían deteriorado, especialmente en las redes sociales, pese a un documento de entendimiento firmado este verano.

La junta gestora tiene ahora una misión de conciliación difícil y necesita la ayuda de todos los cofrades. La junta saliente está estudiando recurrir el decreto por considerar que se lesionan sus derechos, y a la Orden Trinitaria correspondería también analizar lo pasado, porque no es esta una historia de buenos y malos, sino de falta de comunicación. Y esa falta ha sido de todos, pese al esfuerzo desde el Obispado en mediar. Apelo a lo que dice Albert Camus en su novela “La Peste”: “Fueron necesarios muchos días para que nos diésemos cuenta de que nos encontrábamos en una situación sin compromisos posibles y que las palabras ‘transigir’, ‘favor’, ‘excepción’ ya no tenían sentido”. Hubiera hecho falta mucho de eso...

siete siglos de conflictos territoriales. Han pasado más de siete siglos desde que las mesnadas castellanas, leonesas y navarras, ayudadas por las órdenes militares, el arzobispo de Toledo, algunos nobles ambiciosos y un nutrido grupo de clérigos mendicantes atravesaran Sierra Morena para iniciar en 1212, concretamente en las Navas de Tolosa, la conquista del Alto Guadalquivir, lugar estratégico para la derrota final de un fraccionado al-Ándalus. Casi siete siglos desde que, conquistada Andújar, la primera ciudad en su mapa de operaciones, comenzaran un lento proceso repoblador entre los años 1227 y 1236. Casi siete siglos desde que, conquistada y poblada la tierra, aquella guerra, revestida de cruzada, la Iglesia comenzara a pedir facilidades para sacralizar el espacio conquistado. Para ello, llegaba con los soldados un ejército de frailes procedentes de órdenes mendicantes para rehabilitar el culto, instruir a los nuevos pobladores, administrar sacramentos y levantar templos, aunque fuera sobre los cimientos de viejas mezquitas.

Y entonces comenzó todo, cuando, conquistados los montes que coronan el Jándula, los nuevos colonos levantaban alquerías, chozas, poblados y aprovechaban el comercio que llegaba por las muchas vías que se abrían por los altos de aquellas serranías, no lejos del camino Real que uniría Valladolid con Toledo, Córdoba y Sevilla. Un lugar privilegiado, incluso para la conducción de ganado. Había que sacralizar aquel espacio cuanto antes. Frailes poco instruidos, pero con ardor evangelizador, hombres con hábitos toscos que vivían de limosnas en cenobios improvisados.

Necesitaban templos, ermitas y alguna imagen que atrajera a los campesinos. Y tomaron cuerpo lo que más tarde se llamó las leyendas de frontera, referidas a imágenes de la Virgen encontradas escondidas entre los pedregales y a las que había que levantar ermita y celebrar culto, o imágenes de la Virgen que se aparecían con signos portentosos, agradeciendo los esfuerzos conquistadores. Repasando las advocaciones de esa época, los modernos estudiosos del tema han encontrado en cada adveración líneas comunes, tales como aparición portentosa, milagro para demostrar ante las gentes el fenómeno, petición de construir un templo y hacer del lugar un espacio de culto.

En la ciudad de Andújar, ya conquistada y en proceso de estructuración, el Rey había dejado bien atadas las cosas y bien asentados a quienes debían gobernar, tanto en el Concejo, como en la Justicia y la Iglesia. Andújar recibía su propio fuero, basado en el de Cuenca, una de cuyas principales características era la de dominio sobre un amplio alfoz, es decir, un territorio extenso. Toda la sierra era del Concejo, por lo tanto realengo, a excepción de algunos donadíos a alguna orden militar o a la nueva diócesis que se estaba reorganizando en Baeza hasta su traslado a Jaén. Era el rey el dueño y señor de todos los territorios conquistados, aunque para administrarlos firmaba sus cartas de concordia, sus privilegios forales o sus patronatos, pero todo pertenecía al Patronato Real.

terrenos realengos, cedidos como patronato. Desde el comienzo, en aquellos pagos serranos fue creciendo la devoción a la imagen de la Virgen, la que llamaron Cabeza por haberse aparecido en el monte más alto de entre todos los que rodeaban el río. Y en Andújar, alertados por un pastor, se comprometieron a edificar un templo para la imagen, siguiendo así los deseos del rey y ayudando a una mayor cristianización de una zona largamente habitada por musulmanes. Hubo un primer intento en 1228, cerca de la ciudad, en los parajes de San Amancio y San Ginés, pero no prosperó hasta que en 1245 no empezaron las obras en el actual emplazamiento. El Concejo había construido un hospital de enfermos pobres, aún sin la advocación, y de cuya existencia ya se habla en 1235. Estaba atendido por la Orden de los Hospitalarios de San Juan, que recibieron de Fernando III, en Andújar, unas pocas heredades. En 1245 se funda en la ciudad la Cofradía de Caballeros Hijosdalgos, a los que se les encarga la administración de dicho hospital. Sería el embrión de lo que poco más tarde sería la Cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza, advocación que desde entonces recibe el hospital.

Y será este grupo, cuyos nombres nos han llegado por historiadores antiguos, el que se haga cargo de la deseada construcción de la ermita, en lo alto de la sierra, a la imagen aparecida y a la que ya la ciudad empezaba ya a tener devoción. Sin embargo, no será hasta 1287 cuando se inicien las obras, terminándose en 1304, que fue cuando, al parecer, empezaron las romerías. Se trataba de una pequeña ermita con una sola nave de estilo gótico con piedras de sillería y rematada con una sólida espadaña.

La cofradía, sólidamente establecida, concedidos los terrenos de realengo, con las debidas autorizaciones del clero, recibe la responsabilidad de edificar, cuidar, administrar y alentar la devoción del templo. Es el momento en el que, como era costumbre en la Edad Media, especialmente con Fernando III, se les concede el patronato sobre el santuario, refrendado posteriormente largos siglos, aunque con las variaciones propias del Derecho Civil y Eclesiástico sobre esta figura jurídica. Y la Cofradía de la Virgen de la Cabeza, ateniéndose a ese derecho regio, mantuvo siempre, especialmente en los siglos difíciles del XIV y el XV, este derecho contra quienes se lo deseaban arrebatar desde ámbitos bien eclesiales o bien civiles. En este sentido conviene ver en una pieza de este reportaje qué se entiende por patronato real. Aclarará mucho de cuanto aquí se dice.

No obstante, y pese a los muchos esfuerzos realizados por los responsables cofrades de estos siglos oscuros, la devoción se mantuvo gracias a ellos y al fiel cumplimiento del patronato encomendado y que sería de gran valor en el siglo siguiente. Resulta curioso que en los estudios realizados sobre los siglos XIV y XV no aparezca entre el nomenclator de la diócesis la ermita de la Virgen de la Cabeza en la jurisdicción del Obispado de Baeza, trasladado después a Jaén. En 1311 Andújar es arciprestazgo propio con parroquias como Santa María, Santiago, San Miguel, Santa Marina y San Bartolome y como parroquias de término La Higuera, Marmolejo, Mármol y Villanueva, pero no aparecen ermitas. Tampoco se hace alusión al edificio en las actas de los sínodos de 1368, 1478 y 1492. Será a comienzos del siglo siguiente cuando sí cambiará la cosa.

EL AUGE EN EL SIGLO XVI. El siglo XVI será el siglo de consolidación definitiva de las cofradías y su importante aportación a la Iglesia, no exentas de dificultades. Será el siglo, especialmente durante el reinado de Felipe II, en el que tanto las cofradías como las ermitas y los santuarios tengan privilegios propios y autonomía , unas veces concedida por decretos reales, otras por bulas pontificias y otras por los propios obispos diocesanos. Repasando las famosas relaciones mandadas hacer por Felipe II en la década de los 70 del siglo, muestran una geografía eclesiástica plagada de ermitas, santuarios, especificándose en las respuestas al cuestionario la condición legal de cada uno de los espacios religiosos.

Fue el siglo en el que se consolidó la devoción a la Virgen de la Cabeza, así como su santuario y la Cofradía de la Virgen. No olvidemos el lugar estratégico de Andújar y su amplio término territorial, una ciudad con gran riqueza agrícola y cinegética.

Sería el obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce el que dotara de organización jurídica al santuario y a la cofradía redactando, en 1505, los primeros estatutos, en los que confirmaba los privilegios de patronazgo anteriores y las bulas que lo demostraban, confirmando también algunos aspectos que venían realizándose consuetudinariamente. Más tarde, en 1557 y 1565, los obispos gobernantes confirmaron la aprobación hecha de su antecesor.

Pero no faltaron altercados ni clérigos que se opusieran al obispo y los estatutos. Concretamente en 1517, un clérigo llamado Cristóbal de Olivares acudió a Roma a protestar por los derechos que creía usurpados. No llegó a la Ciudad Eterna, pues el barco en el que viajaba naufragó y murió en el mar, pero sus legados en Roma siguieron con el pleito, que perdieron pese a haberse gastado gran cantidad de dinero. En el empeño le siguió otro clérigo, Francisco Valtodano, a quien también se le negó. El 13 de febrero de 1520, el mismo obispo que firmó los estatutos avaló las bulas papales en las que concedía el derecho de patronazgo a la cofradía de Andújar. En ellas se mandaba que desde allí en adelante para siempre jamás no fuese inquietada la cofradía en el derecho del patronato perpetuo del santuario y poniendo gravísimas censuras a los que lo intentasen perturbar.

En 1590, la Orden de los Carmelitas Descalzos se valió de favores para con el prioste y diputados para que hicieran donación del santuario a su orden, siendo anulada dicha donación en 1593, aunque estuvieron un tiempo en el recinto sagrado. Para lo cual también tuvieron que ser presentadas las bulas papales ante el obispo Sarmiento de Mendoza. En este mismo deseo estuvieron tambien los teatinos, quienes lo consiguieron por algún tiempo, pero tuvieron que desistir.

Muchas de estas diatribas se iban solucionando con diversas concordias entre cofradías diversas, con quienes también se abrían pleitos. Famosa fue la Concordia de 1555 indicando el puesto que cada cofradía debía ocupar en la romería.

Y así transcurrieron los siglos XVI y XVII, coincidiendo con el mayor esplendor cofrade. Y fue entonces cuando abundaron las obras escritas para avalar la leyenda, la romería, los privilegios y todo lo que rodea a una de las romerías que, según Miguel de Cervantes, era de las más famosas de España. Ahí están las plumas de Salcedo de Olid, Terrones, Pérez Guzmán, Gimena Reche, etcétera.

DECLIVE, PLEITOS E INCAUTACIÓN REAL EN EL SIGLO XVIII. Corría el año 1703 cuando un nuevo pleito llegó sobre los terrenos del santuario en la ciudad de Andújar, el Obispado y la cofradía, contra el marqués del Cerro de la Cabeza, don Alonso de Tavira y Benavides, al cual Carlos II le había otorgado dicho marquesado comprendiendo entre otros terrenos la dehesa del cerro de la Cabeza. Lo cuenta Enrique Toral y Peñaranda.

Se trata de un largo pleito promovido por el corregidor de Andújar, en nombre de la ciudad, y el propio obispo de la Diócesis de Jaén contra dicho nombramiento, pues la Real Cédula reconocía a los Tavira como dueños y señores del cerro y de todo lo que en él se aposentaba, lo que suponía un varapalo tanto para la ciudad de Andújar, que ejercía patronato sobre la cofradía matríz, como para el propio Obispado de Jaén, pues ejercía su jurisdicción sobre el santuario y su cerro, y la propia cofradía, que vio mermados sus derechos legítimos otorgados a través de los siglos por diversas bulas pontificias, en favor de los Tavira.

Eran los años en los que la nobleza, buscando cada vez más propiedades en el santuario, litigaba en Madrid para conseguir espacios. No fue solo este noble, sino otros muchos. De hecho, también el marqués de Falces se fue apoderando de terrenos que, pasada la guerra, concedió a varias cofradías filiales para sus casas de hermandad. Eran años de abandono del santuario, como atestigua la obra de Pérez Guzmán y otros histroriadores posteriores.

Pero los litigios no cesaban y hasta la Cofradía de la Virgen de la Cabeza de Arjona quiso apropiarse del recinto y la imagen aduciendo que el mítico pastor de Colomera vivía en la vecina ciudad.

Ya en el siglo XVIII, la cofradía de Andújar cesó en la administración exclusiva del santuario en 1703, y el Real Consejo de Castilla, durante el reinado de Carlos III, suspendía y disolvía las cofradías prohibiéndose la celebración de romerías en el cerro en 1773. Después de solicitada su reposición, el 24 de mayo de 1782, el rey derogó lo dispuesto y se aprobaron los nuevos estatutos de la corporación.

Sin embargo, el 24 de mayo de 1782 el Real Consejo de Castilla aprobaba nuevos estatutos, puesto que muchos habían caído en desuso o no se cumplían. En estos estatutos, los rectores adquieren un mayor protagonismo en el interior del templo, quedando la organización del evento romero y otras muchas actividades, curiosamente dedicadas a caridad y atención a los pobres, a los miembros cofrades. Fue en esta ocasión el Ayuntamiento, por indicación de la Corona, el encargado de hacer entrega de los estatutos y de seguir su cumplimiento. Eran las prerrogativas del aún llamado patronazgo real, que en esos años ilustrados estaba en auge y en diatriba conla Santa Sede.

INVASIONES, DESAMORTIZACIONES Y CONCORDATOS. Durante la invasión francesa el templo y los edificios colindantes pasan a propiedad del nuevo gobierno y la imagen de la Virgen es bajada a la ciudad de Andújar. Las propiedades también cambiarán de mano en la Desamortizacion de Mendizábal y en el listado que el Obispado de Jaén pasa a las autoridadesss como propiedades para desamortizar aparece el santuario. El hecho se lleva a cabo por el decreto del gabinete de Espartero, en 1841. El 24 de abril de 1844 Isabel II fue la restitución del santuario e imagen de la Santísima Virgen firmándose el decreto de restitución en diciembre de ese año.

Tras la desamortización llegaron las concordias para que las propiedades fueran ocupadas por sus responsables, sin perder la Corona sus prerrogativas. De ahí que en 1845 la cofradía visita al rector del santuario para ponerse a su disposición. En 1859, el vicario capitular de Jaén, como responsable del santuario, promulga un laudo en el que dispone todo lo relativo a las celebraciones y los cultos. En 1870, el Ayuntamiento actúa de árbitro entre la cofradía y el Obispado mediante una concordia en la que, de nuevo, se distribuyen las funciones que habían venido siendo motivo de discusión y enfrentamientos. Es cuando se funda la llamada Diputación, presidida por el arcipreste, los priores de Andújar, los cofrades que hayan sido hermanos mayores y aquellos hermanos que se hayan distinguido por su ayuda al edificio o su celo cofrade. En 1877 se ratifica este acuerdo . El Obispado lo hará en 1879. Segun Rodríguez de Gálvez, fiel amanuense de estas normas, es el momento en el que el servicio de atención, cuidado y culto que venía coordinando la cofradía, ante la debilidad en la que vivía en ese momento, es tomado por el Obispado, que es quien nombra el rector y a los sacerdotes a su cargo, mientras la cofradía atenderá las fiestas romeras y actos en la ciudad.

Con La Gloriosa, el obispo de entonces, Antolín Monescillo, que visita la romería, escribe posteriormente a la Nunciatura alabando el fervor y quejándose de cómo se ha despojado a la Iglesia diocesana de sus archivos, incluido todo lo relacionado con esta cofradía. A finales del siglo XIX es el obispo diocesano quien nombra un rector que se haga cargo del culto del santuario. Juridicamente está enclavada en la parroquia de San Bartolomé, pero el rector y los sacerdotes que le ayudan son nombrados por el obispo, no por la cofradía. Ya el patronato había sido cambiado en sus fines. Incluso cuando se hacen inventarios, la cofradía hace el propio y el santuario el suyo. Es el Obispado el responsable directo del recinto sacro y de atender el culto. Eran años difíciles, que fueron superados gracias al esfuerzo de un gran número de vecinos de Andújar que prepararon la coronación de la Virgen y lograron que el Papa la nombrara patrona de Andújar en 1909. Fueron los años de mayor unión entre clero, cofradía y Obispado.

Pasados los fastos del VII centenario, uno de los momentos de más impulso en la devoción, la actitud del entonces rector, su caracter arisco y sus modales, además de su connivencia con caciques locales y dueños de fincas de los alrededores, con los que andaba metido en litigios, hicieron que el obispo buscara una comunidad religiosa que atendiera el recinto sacro, que había vuelto a recuperar su esplendor. El 1 de abril de 1930, el obispo Manuel Basulto Jiménez entregó el santuario a la Orden Trinitaria, firmándose un convenio en el que se compromete a realizar en la práctica las labores de patronazgo que hasta entonces y en siglos anteriores había tenido la cofradía. Desde entonces vienen rigiendo el santuario, primero, y luego la parroquia creada en el año 1948. Solamente tuvieron que abandonar el santuario durante la Guerra Civil.

Las órdenes religiosas pueden recibir donaciones territoriales, como la Iglesia, las parroquias o cualquier cofradía. Es algo fácil de averiguar con solo mirar los inventarios que obran en el Obispado o en los archivos de cada institución. Por eso hoy más que nunca es preciso que se cuide el archivo de las instituciones, especialmente del de la cofradia matriz, muchos de cuyos fondos han ido desapareciendo en los últimos cincuenta años.

CALLEN CANAS Y HABLEN CARTAS. Las opiniones están divididas y todos quieren saber. Callen canas y hablen cartas, o lo que es lo mismo, “verba volant y scripta manent”. Sí. Las palabras vuelan y lo escrito permanece. Nunca como ahora viene a pelo este viejo refrán español. Y es que si hay una ciudad que, a pesar de su riqueza, se haya esquilmado más su patrimonio archivístico y documental, ha sido esta, una de las más importantes, ricas y principales del viejo reino de Jaen. Todos andan a la zaga buscando y rebuscando documentos, legajos, libros o cualquier papel que acredite de quién es el santuario de la Virgen de la Cabeza, en Sierra Morena. Más de siete siglos de historia han dado para mucho.

La ciudadanía de Andújar, cofrades o no, está dividida ante esta decisión del prelado diocesano, quien, como ha manifestado varias veces, se ha tomado su tiempo de consultas, consejos al más alto nivel y sin dejar de oír a las partes implicadas. Las redes sociales han servido de altavoz de este acontecimiento que está siendo el centro de atención de la ciudad durante estos días navideños. Hay opiniones para todos los gustos y los foros cofrades andan ocupados, a veces escondidos en el anonimato y otras con insultos y con informaciones incompletas muchas veces. En el fondo palpita la pregunta sobre quiénes son los propietarios del santuario de la patrona de Andújar y de la Diócesis de Jaén, cuya romería el último domingo de abril congrega a miles de creyentes y tiene fama secular, como atestiguan textos de escritores clásicos como Cervantes o Lope de Vega.

He intentado ofrecer alguna información al respecto, huyendo del argot histórico impropio de una pieza periodística, aunque lo suponga, y pueda servir para informar, aunque sea un poco, sobre algunos datos que sirvan de base para cuanto en estos días se vive en relación con un tema tan espinoso. Pero fundamentalmente para mostrar que hace falta el sentido común y que es precisamente la historia una de las vías que más acertadamente nos conducen a ese sentido de comunión que evite el escándalo y que ponga las cosas en su sitio.

Y no olvidemos que en las diatribas por la historia se pierde el horizonte que es el hombre, el cristiano de a pie que se escandaliza con lo que sucede. No hay más que una historia: La historia del hombre. Todas las historias nacionales no son más que capítulos de la mayor.

La primera de ellas es ir aclarando a qué propietarios fueron a parar muchas de las parcelas, terrenos e incluso edificios que manejó con mano ancha y con cierto servilismo la institución Regiones Devastadas, el organismo creado para restaurar lo derruido en la Guerra. Una biografía de José Moreno Torres, su director general, bien conocido en Andújar por haber trabajado en los años 20 en la construcción de La Lancha, propietario de una de las primeras y más bellas Viñas de la Alcaparrosa, con fuertes lazos de diversa índole en la ciudad.

Cuando se suprimió el organismo, reconstruido el santuario y otros edificios de alrededor, siguiendo las leyes de los primeros años del gobierno de Franco, especialmente la ley del suelo de 1944, los archivos darían muchas pistas sobre fincas, terrenos, edificios y otros bienes, procedentes de la cofradía matriz, del Obispado y de algún que otro noble depurado por sus ideas de izquierdas. La segunda de ellas es la que debería hacer la Guardia Civil, organismo público, no privado, que, como recompensa por el asedio, recibió terrenos y edificios, escriturados a su nombre.

Ante el conflicto que se vive en Andújar también el pueblo se pregunta qué terrenos están inmatriculados a nombre del Benemérito Instituto. No solo el cuartel, recién remozado, sino también otros lugares y fincas. Sería un gran servicio al pueblo de Andújar conocer este detalle. Si fuera privado, no tendría por qué, pero siendo un organismo público, es de todos los españoles y tiene derecho a saberse. La tercera es la situación registral de muchas casas de cofradías, de peñas romeras o simples espacios de grupos particulares que se edificaron en los años 60 del siglo pasado, sin más prueba documental.

Un secular expolio

En la base, para muchos, está la falta de documentación, algo de lo que siempre ha adolecido esta cofradía. La pérdida de documentación histórica en una institución que supera los siete siglos no ha sido solo obra de guerras, incendios y saqueos, sino de cierta desidia e indolencia. El padre Miguel Gutiérrez, sacerdote paúl, oriundo de Andújar, escribió un libro titulado “Andújar y su santuario” en1947, impreso en Ayamonte. En el prólogo, la queja de este religioso ofrece datos de interés sobre la pérdida de muchos legajos que hoy pudieran ofrecer luz. Todo el prólogo es una queja continua por el trabajo que le costaba consultar documentos existentes entonces en conventos de ciudades de la diócesis y las negativas que recibía. Cita el autor libros que fueron escritos entres los sigos XVI al XIX y que en la actualidad se usan como únicos avales de las pretensiones, tales como las obras de Terrones, Salcedo de Olid, Pérez Guzmán, Giménez Reche, Massia Llompart, Fe Jiménez, Torres Laguna, etcétera. Muchos de ellos se limitan a copiar y referir el clásico “Panegírico historia” de Salcedo de Olid, quizás el único que, junto con Terrones, es fiable por haber consultado la documentación precisa, aunque no toda.

Uno de los textos importantes es el que se refiere a la documentación del convento de Santa Catalina de Baeza que inventarió el canónigo de Jaén Manuel Muñoz Garnica, quien escribió cinco cartas sobre su experiencia en el cerro a peticion del párroco de Santa María. En una de las cartas se especifican todos y cada uno de los documentos existentes, y ya desaparecidos, en dicho convento. Fueron años difíciles y tras La Gloriosa y el Sexenio revolucionario fue mucho lo que se perdió, tras la Ley de Incautacion de Archivos Eclesiásticos. El entonces obispo de Jaén, Antolín Monescillo, que visitó la romería un año, como nos describe en un artículo de la revista “Mirando al santuario” el actual vicario general, Martínez Rojas, escribió a Nunciatura dando información del fervor de la romería y cómo se había perdido con las leyes del gobierno revolucionario mucho de cuanto allí se conservaba. El padre Gutiérrez siguió, no obstante, sus pesquisas en conventos de Jaén, Úbeda y Baeza, aunque poco pudo lograr por la negativa de algunos responsables de archivos. Lo más importante que transcribe en su prólogo es el inventario, fechado en 1644, que mandaron hacer Luis Palomino, prioste de la cofradía y del patronato de la misma, y Fernando Pérez de Vargas, alcalde y diputado de ella y que estaban guardadas en una caja. Eran veintiún legajos en tres cajas con tres llaves. Advertido también de que en la Biblioteca del Instituto de Cordoba había más documentación, según le comunicó el profesor Muñoz-Cobo, allí acudió y nada encontró. Pero sí recordaba la existencia de los famosos tumbos, que eran los libros escritos por comunidades religiosas, municipios e instituciones públicas en los que se anotaba todo. Se les llamaba tumbos por estar tumbados, dado su gran volumen. Cuenta cómo los vio, siendo niño, en la iglesia de Santiago de Andújar y quiso usarlos para unos artículos que estaba escribiendo. Estaban, segun cuenta, en unas alacenas, pero fueron trasladados a la parroquia de Santa María, de donde se debieron perder.

Y todo por
seguir la ley Aznar de 1998

Cuando, en 1998, el Gobierno de José María Aznar llevó a cabo una reforma en la Ley Hipotecaria, el colectivo Europa Laica puso el dardo en la diana de la Iglesia. Dicha reforma le permitía inscribir lugares de culto y otras propiedades que no estuvieran registradas. El registro se podría hacer solo con una certificación del obispo. Los ecónomos diocesanos se pusieron en marcha, buscaron asesoramiento y procedieron a inmatricular muchos templos que secularmente habían venido siendo ocupados por la Iglesia sin que mediaran documentos que lo demostraran.

El primer conflicto salto en Córdoba cuando los ciudadanos averiguaron que, en 2009, la mezquita había sido registrada a nombre del Obispado tres años antes. Al liberar el suelo, también le concedió a la Iglesia un resquicio legal que le permitió hacerse con templos, ermitas, casas parroquiales, cementerios y fincas de todo tipo. Esto lo permitía la Ley hipotecaria de 1944, en la que se equipara al eclesiástico con un fedatario público, es decir, a un notario. El conflicto estaba entre las autoridades civiles y las eclesiásticas.

En Andújar, sin embargo, el conflicto está entre la misma Iglesia. Basándose en esa reforma legal de 1998, ya hubo quien intentó inmatricular el emblemático santuario de la patrona de la diócesis, la Virgen de la Cabeza, y se le negó por parte del Obispado, que, por otra parte como en el resto de las diócesis españolas, según acuerdo de la Conferencia Episcopal, ya se venía haciendo. Hay muchas versiones sobre quiénes fue ese colectivo o asociación, si fue la Orden Trinitaria o si fue la propia cofradía. En estos días en que corren tantos bulos, lo mejor es atender a papeles fidedignos. No se llevó a cabo. Sin embargo, hace unas semanas se dio el paso para realizarlo. El problema estuvo en que se hizo a espaldas del Obispado y sin su aprobación y consentimiento. Y estalló un conflicto que tiene dividida a la opinión publica. Y lo que resultaba más extraño es que la pugna sea entre instituciones del mismo ámbito religioso, que se rigen por el Derecho Canónico, el obispo diocesano, la cofradía matriz, como institución pública de la Iglesia, como la Orden Trinitaria, guardiana del templo desde 1930. Se trata pues de algo más extraño aun y que para muchos cristianos está siendo un motivo de escándalo y para los no creyentes, de mofa.

El derecho de patronato, argumento para la “inmatriculación” del santuario

Desde 1245 y hasta el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, el llamado derecho al patronato, concedido por el rey o por la Iglesia, ha sido uno de los temas más controvertidos en la historia de la Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza. Dicha entidad canónica y jurídica ha venido siendo avalada por bulas papales o decretos episcopales. Una aclaración sobre el tema y su significado puede servir en el actual conflicto que se vive en la ciudad de Andújar.

Según historiadores del Derecho Civil como son los casos de Magdalena Rodríguez o el del profesor Torres López, seguidor de la Escuela de Derecho Alemana denominada “Eigenkirchen”, es decir, “iglesias propias”, se entiende el derecho de patronato como el conjunto de prerrogativas que corresponden a los que han fundado o dotado iglesias o beneficios, y se les llama patronos a los poseedores de estos derechos. Continúa la profesora de la Universidad Complutense de Madrid diciendo que “los derechos son útiles, honoríficos y onerosos, aunque a estos más bien se les debería llamar obligaciones”. El principal de los derechos del patrono es el de presentación, que consiste en presentar al obispo un sujeto idóneo para que le confiera un beneficio vacante; al acto del obispo de dar la colación al presentado se le llama institución. El derecho de patronato es un derecho de tipo espiritual.

La Iglesia creyó que debía conceder algunas prerrogativas a los fundadores, ya para recompensar su generosidad, ya para excitar la piedad de los fieles a hacer iguales fundaciones. Antes del siglo XV no solo los romanos pontífices, sino también los obispos, concedían el derecho de patronato por privilegio, sobre todo por pequeños aumentos de dotación en las iglesias o por beneficios. Se arregló la legislación canónica en esta parte, y el Concilio de Trento quitó, después, todos los privilegios, excepto los concedidos sobre las iglesias catedrales y los pertenecientes a los emperadores, reyes y príncipes con derechos majestáticos en sus dominios. Los obispos no pueden, por tanto, conceder privilegios después del decreto tridentino mencionado; y por lo que hace al Papa, tendrá que atenerse, para derogar las leyes eclesiásticas, a la regla del Derecho Canónico de hacerlo por necesidad o por utilidad de la Iglesia.

Tres incógnitas que habrá
que resolver sobre otras propiedades

Hay tres incógnitas en lo que se refiere a las propiedades de los terrenos que rodean al santuario que convendría ir resolviendo o poniéndose al descubierto. Ahora le ha tocado a la Iglesia y sus instituciones.