La natural historia de un pueblo sencillo

17 jul 2016 / 11:43 H.

Los naturales y estudiosos de la Sierra de Segura cuentan desde hace poco tiempo con un nuevo libro para entender el pasado y futuro de esta rica, mágica y entrañable comarca de la provincia de Jaén. Su título es: “Esta tierra es mía. Ocupación de los montes y baldíos del norte de Segura en el siglo XIX” y su autor, alguien muy conocido en esa comarca y en la provincia, David Avilés Pascual, nacido en esta tierra, en la aldea de Berjaga, perteneciente a Puente de Génave. Su trayectoria biográfica se desarrrolla en dos campos, el magisterio y la política municipal y provincial. Ambas trayectorias se desarrollan de forma convergente en esta tierra y entre sus gentes. Durante dos décadas fue alcalde del municipio al que pertenece una gran cantidad de aldeas diseminadas en su término. Pasión, amor a la tierra, estudio detallado y deseos de aprender de dónde venimos, para entender en dónde estamos y hacia dónde vamos. Un buen servicio en estos tiempos que corren de amnesia y nomadismo desnaturalizado.

El libro, con poco más de doscientas páginas, fue editado con la colaboración de la Asociación Rural Mediterránea y está impreso en los talleres gráficos más emblemáticos de la sierra, Graficas Vera Cruz, de Orcera. La obra, fruto de horas de investigación en archivos diversos, ofrece tres niveles de lectura que la hacen aconsejable. Se puede hacer una primera lectura rápida por parte de quienes, naturales de estas tierras, están familiarizados con la geografía y la toponimia del lugar. En un segundo nivel, la obra puede interesar a estudiosos de los movimientos de población en el siglo XIX, teniendo en este estudio de David Avilés conclusiones novedosas que , estudiadas en el conjunto de la evolución histórica de la Sierra de Segura y de la provincia, adquieren más valor. Hay, en tercer lugar, un tercer nivel de lectura y es el camino que puede abrir a jóvenes investigadores que deseen profundizar en algunos aspectos que aquí quedan enumerados y que pueden ser aún más desbrozados.

Hasta la independencia jurisdiccional de la vecina localidad de Arroyo del Ojanco, Puente de Génave era el municipio más joven de la comarca, segregado de la Puerta de Segura en los años treinta del siglo pasado, asignándosele entonces un término municipal con muchos y pequeños núcleos de población que se habían ido construyendo, con el paso de los años, con tesón, esfuerzo y no pocos problemas. Los primeros pobladores, a los que el autor llama “colonos”, aunque habría que diferenciar y no entender en este caso la “colonización” en el sentido despectivo y opresor con el que se entiende en otras tareas repobladoras. Eran gentes de la misma sierra, de la zona alta, pero también llegaron de Albacete y los campos de Montiel, de Alicante, de Murcia y pocos de la campiña andaluza, en aquellos años en los que no se habían integrado en lo que sería la provincia de Jaén. De entonces queda aún en el lenguaje de los más viejos la expresión “bajar a las Andalucías”, para referirse a las zonas del Condado hacia abajo. En la introducción, el autor hace un bello y entrañable relato en el que justifica el estudio desde su pasión por conocer sus raíces, pero, además, de las causas que trajeron a los colonos, la mayoría en busca de mejor calidad de vida, otros comprando tierras del Estado o de las Ordenes Militares. Lentamente, como va contando Avilés Pascual, se fueron consolidando pequeños caseríos que iban creciendo y a los que se les dotaba de servicios públicos, religiosos, educativos o sanitarios. Era una población alimentada por los trabajos agrícolas, ganaderos y madereros que llamaron la atención de quienes, procedentes de otros lugares, huían del hambre y la miseria. Más tarde, la mejora del paso de la carretera general, Córdoba-Valencia, hizo que se incrementara la población en el núcleo principal, Puente de Génave, aumentando el sector servicios, mientras que las aldeas se fueron despoblando.

El autor , y aquí está uno de los méritos del trabajo, hace un recorrido sugerente, documentado y clarificador por cada una de las aldeas, cuyos nombres responden a apellidos familiares o a una toponimia geográfica. El autor que arranca diciendo “voy a escribir la humilde historia de unas gentes humildes, que vinieron, algunos aun lo hacen, a unos humildes lugares”. Esboza al comienzo un resumen de la historia de la comarca para contextualizar el estudio. Además, relata el devenir del municipio matriz, para adentrarse en cada una de las aldeas. En los apéndices se incluyen fotografías de los documentos estudiados.

No cabe duda que estamos ante un trabajo interesante, novedoso y enriquecedor, escrito desde la pasión que llevó al autor a la investigación de los primeros hombres y mujeres que ocuparon este rico e inmenso solar serrano. En el prologo, el periodista Pablo García, natural de esta tierra, alaba el contenido, estilo y motivación de la obra. A mi, después de leerlo, recordando aquellas aldeas, buen conocedor de aquella tierra tan entrañable para mi, me queda la satisfacción de haber aprendido mucho. Sin embargo, me queda también un sentimiento triste viendo cómo este gran esfuerzo no ha tenido cabida en las publicaciones de editoriales más señaladas de la provincia. Es el destino de las gentes sencillas, como lo fue el de aquellos primeros colonos.