La gran sinfonía del agua

La mayoría de manantiales y saltos de agua están estos días en su plenitud gracias a las generosas lluvias que han llenado los veneros y los cauces de arroyos y ríos en toda la provincia

11 mar 2018 / 11:10 H.

El Ojo de Buey echa un guiño y el Cristo de Charcales responde haciendo honor a su apellido cuando el agua, como ahora, es la protagonista. En todo el paraje de la Fuente de la Peña, donde están los antiguos lavaderos de Jaén —uno público y otro privado al otro lado de la carretera que es bastante más antiguo—, el líquido elemento rezuma de las piedras con estas recientes lluvias que llenan de alegría al olivar y a las desperdigadas huertas que se nutren de estos manantiales.

Toda la provincia de Jaén se prepara para una primavera reventona y feraz como pocas, tras la travesía del desierto por la pertinaz sequía. En manantiales y fuentes, el sonido del agua es pura música y cuando se suman ríos, cascadas y arroyos, pura sinfonía.

Aunque la alegría que trae la lluvia es inmensa, no es oro todo lo que reluce, pues a los grandes embalses de la provincia, esto, solo le supone un respiro. Menos da una piedra.

Los pantanos de El Tranco, Giribaile, Jándula y La Fernandina, siguen en niveles preocupantes, entre el 27 y el 39 por ciento de agua embalsada. El Tranco, con una capacidad de 500 hectómetros cúbicos, está al 39 por ciento. Eso sí, los embalses menores están a reventar de salud. El Dañador y el Aguascebas, a tope, y el Encinarejo, lo roza. Una alegría que, de momento, se mantiene, porque los ríos discurren a tutiplén o como dirían los latinistas “totus plenus”, pues eso, a tope. De hecho, en Mogón, pedanía de Villacarrillo, el cauce de las aguas ya reunidas del Aguascebas Grande y el Chicho va tan lleno, que los vecinos se acercan a contemplarlo.

También los manantiales y saltos de agua, que son muchos en la provincia de Jaén, muestran estos días su mayor espectacularidad, agua, agua y más agua. De la que gusta ver y disfrutar, nada de inundaciones y escorrentías salvajes.

El paraje de Las Chorreras, en Valdepeñas de Jaén, se expresa con plenitud y son muchos los vecinos que acuden a disfrutar de este singular entorno natural de la Sierra Sur que, hace apenas un par de semanas, estaba más seco que un polvorón de almendra, por lo que allí, el agua, en sí misma, da alegría. Por aquí discurre un río de aguas bravas, el Susana, flanqueado por árboles de gran porte que hacen del paraje un lugar único, con innumerables saltos de agua a lo largo del recorrido. En la misma Sierra Sur, y cerca de Valdepeñas, en Castillo de Locubín, el nacimiento del río San Juan es hoy otro lugar a tener en cuenta. Habilitado como merendero y área recreativa, aquí puede contemplarse el agua brotar desde el suelo en las amplias pozas con columnas de burbujas que suben a la superficie. Unas aguas especialmente frías, aunque también lo son en verano, ya que proceden directamente de las entrañas de la sierra.

Sin dejar aún esta comarca, en el casco urbano de Frailes, brota el Nacimiento, un manatial de agua cristalina que, como su nombre indica, aflora allí desde una cueva y atraviesa la plaza, para ser recogida en el lavadero público. Desde antiguo, estas frescas y cristalinas aguas movían molinos harineros y almazaras de aceite.

Dejamos la Sierra Sur y en Hinojares, al este, en la Sierra de Cazorla, estos días es todo un espectáculo contemplar la cascada de La Vinatera, majestuosa. Un tremendo salto de agua que nutre al río Turrilla cerca de la aldea de Cuenca. La Vinatera constituye la excepción, ya que solo se puede ver cuando llueve lo suficiente. Algo fugaz. Pues, cuando escampa para largo, deja de discurrir el agua y si te he visto no me acuerdo. Este gran salto de agua se forma con lo que llega del arroyo Las Palomas que atraviesa los altos cerros de Hinojares y desciende al valle del Turrilla hasta el Guadiana Menor. El alcalde de Hinojares, Maron Martínez Sevilla, comentaba a este periódico: “Cuando La Vinatera se asoma, es porque la sierra está harta de agua”. Es un hecho tan excepcional que los vecinos celebran con gran alegría que tras varios años de sequía, el agua volviese a saltar en La Vinatera. Buena señal, pues significa que el agua no faltará en todo el año y es garantía de una buena cosecha de olivar y de pasto fresco para el ganado. La Vinatera está a dos kilómetros del casco urbano. Existe un reciente sendero señalizado que conduce hasta este paraje.

Algo más lejos, en Tíscar, Quesada, la Cueva del Agua es una sinfonía de sonidos. Tal cual. Un paraje único en cuyo santuario se venera a la imagen de la Virgen de Tíscar y que, desde hace unos años, constituye un escenario natural de excepcional sonoridad, que acoge conciertos de todo tipo, organizados por el Ayuntamiento de Quesada, sobre todo en las noches de verano, donde la frescura del clima y del agua hacen que cada velada sea algo muy especial.

En Marmolejo, municipio vinculado íntimanente al agua, al menos desde 1869, año en el que sus aguas fueron declaradas minero-medicinales para mayor esplendor de su balneario. Su alcalde, Manuel Lozano, comenta que se prevé que “para el mes de junio o de julio” se abra al público el Centro de Interpretación del Balneario: “La idea es que este museo empiece a funcionar, aunque la obra irá para largo y no estará terminada. Estará en lo que conocemos como Casa del Médico, que era donde estaban las termas. También se recuperarán los manantiales de las fuentes Agria, San Luis y Buena Esperanza, para que el público que vaya pueda beber sus aguas”.

SIERRA DE SEGURA. Si la de Jaén es una provincia de contrastes, la Sierra de Segura es su quintaesencia. Aquí se puede disfrutar de impresionantes saltos de agua como El Saltaor o la Cueva del Minero. En ella, el clima puede oscilar desde el frío extremo a temperaturas suaves. Esa es su virtud. En zonas del término municipal de Santiago-Pontones los termómetros están bajo cero, de ahí que los ganaderos, ya que la zona es eminentemente ganadera, practiquen la transhumancia y lleven sus reses, ovejas y cabras, cada invierno, a zonas más benignas. Existen parajes espectaculares, como el nacimiento del río Segura, en Pontones, aunque, como aclara Ángel Muñoz, vecino de Santiago, este manantial tarda unos días en reaccionar a pesar de las abundantes lluvias: “Esta fuente y las del Berral, el Muso o Río Frío, tardan mucho en coger. Será porque son fuentes muy profundas. Un ejemplo es que la que tenemos en Santiago de la Espada todavía no ha salido. Es un manantial que, con tantos años de sequía que hemos tenido, ha estado seco. El problema, quizá, es que se bombea mucha agua para la piscina en verano y a la fuente la dejan lista. Todos estos manantiales necesitan de 600 o 700 litros para arriba”. Ángel Muñoz manifiesta que eso mismo es lo que le ocurre a Fuente del Segura: “Un técnico de Pontones me comentó que, como no caigan de 700 litros para arriba, Fuente Segura no revienta. Ya falta poco. Hay una laguna que está en lo alto, la de Cañada la Cruz, que es enorme, y cuando se llena, cuando el agua llega a unas piedras y a unos pinos, entonces Fuente Segura pega el reventón. Este es una especie de nivel que tienen ellos”.

Estos días, todos los ríos son un espectáculo. En esta zona es un goce contemplar como bajan el Zumeta y el Segura, dos cauces hermanos que convergen en las Juntas, donde se unen y, a partir de ahí, un único río cruza lo que queda de la provincia de Jaén y toda la de Murcia, hasta fundirse con el Mediterráneo.

Cueva del Minero, un fenómeno congelado
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El de Santiago de la Espada es uno de los términos municipales más grandes de España. También uno que tiene los inviernos más rigurosos. De hecho, estos días, a las puertas de la primavera, los termómetros marcan 17 grados centígrados bajo cero en algunos de sus parajes. El resultado son cascadas congeladas y chuzos de hielo del agua que mana de las paredes de roca calizas. Algo espectacular.

“Aquí se da mucho ese fenómeno que llaman de ‘cambio térmico’. En lugares como los Campos de Hernán Perea, los días de calma invernal, las temperaturas son muy bajas y mucha gente no se explica como se dan 17 o 18 grados bajo cero. Este fenómeno lo estudian en la Universidad de Murcia, porque se han dado casos de temperaturas de 16 grados bajo cero en pleno mes de julio”, asegura Ángel Muñoz, comerciante, vecino de Santiago de la Espada y gran aficionado a la fotografía. Este fenómeno se da en otros puntos de España, pero en la Sierra de Segura es muy habitual.