“Estampé equipaciones hace 20 años y aún llevan el número”

Felipe García

24 feb 2019 / 17:25 H.

Murciano de Calasparra, nacido en 1947, se confiesa un enamorado de Jaén, la tierra natal de su esposa, una guardeña cuya pérdida, hace tres años, le ha supuesto un duro golpe. Se ha pasado la vida entre tintas como profesional de la estampación, un oficio que aprendió en su etapa como emigrante en Cataluña y que le ha granjeado amistades y prestigio en la provincia.

¿Siempre se ha dedicado a la serigrafía y la estampación?

—Toda la vida. Cuando tenía catorce años emigré a Cataluña en busca de futuro, y allí fue donde aprendí el oficio de estampador. Entré en una fábrica de estampados, en el año 1963, empecé de aprendiz, luego llegué a oficial de máquina y estuve en ella veinte años, hasta que cerró.

¿Cómo recuerda aquella etapa?

—Fue una época bastante importante para mí. Además, en Cataluña conocí a mi mujer, que aunque era de La Guardia se fue con toda su familia a buscarse la vida. Allí nacieron mis dos hijas. Fue una buena etapa, yo era oficial, tenía buen sueldecillo en aquellos tiempos, horas extras bien pagadas... Pero llegó la crisis del 80 en el textil y ya éramos cien mil estampadadores en las puertas pidiendo trabajo.

A raíz de la crisis del textil, decidió establecerse en Jaén.

—Sí. Mi cuñado Cipriano, ya fallecido, que era de Jaén, me avisó de que iban a poner una empresa de publicidad y necesitaban un estampador. Hablé con mi padre, porque había que poner una cantidad de dinero, y me dijo: “Adelante”. Creamos una empresa en 1982 entre cinco socios, de serigrafía y publicidad, estampacion de camisetas...

Llegó usted a la provincia cargado de experiencia y conocimientos que le serían muy útiles, ¿verdad?

—Yo en aquel tiempo era un Juan Palomo, yo me lo guiso y me lo como; los clichés los hacía un dibujante o diseñador, pero sí me encargaba de las pantallas y las mezclas de colores, que lo había aprendido antes. En Cataluña te mandaban a la “cocina” y otras veces, a otras secciones. La norma de la fábrica aquella era que cualquiera tenía que hacer un trabajo en un momento dado que se necesitara.

Sin embargo, aquella empresa no duró demasiado tiempo.

—Cuatro años, éramos demasiados para mandar y pocos para trabajar. Entonces, cuando cerramos, podía haber vuelto a Cataluña y con trabajo, pero me encantó Jaén, me enamoré de él. Vi que aquí había oportunidad de vivir medio bien y, aunque mi mujer quería irse a Cataluña, al final nos quedamos aquí.

¿Así empezó Yosa Publicidad, su empresa desde los años 80?

—Sí, tiré yo solo, puse la empresa, que fue muy difícil al principio, porque teníamos trampas por todos lados, pero tuve la suerte de que varias personas que me conocían confiaron en mí y con el paro, que entonces se podía cobrar todo de una vez, lo invertí. Tuve que coger el maletín e irme a Sevilla, a Málaga, a Granada... y hablar con los proveedores de la anterior empresa. Yosa Publicidad ha sido mi vida hasta mi jubilacion hace tres años, a raíz de la muerte de mi mujer.

Una vida profesional larga y en la que ha dejado huella.

—Con Yosa, toda una vida de trabajo en Jaén. Recuerdo que, muchas veces, me decían los amigos: “Eres más conocido de lo que tú te crees”. La verdad es que me siento orgulloso de trabajos como las primeras banderas constitucionales que se pusieron en Jaén, que las hice yo allá por el 83 u 84. También la primera “Expoliva”, cuando se colocaron unos cartelones míos en las torres del Parque Felipe Arche. Son cosas que han quedado en la memoria de la gente.

¿Ha tenido que adaptarse, a lo largo de los años, a las nuevas tecnologías en su sector?

—No, porque ha habido trabajos que no los he hecho, los he encargado directamente a las casas que tenían servicio de serigrafía. He tenido que adaptarme solo a los nuevos colores, las nuevas tintas, pero no he llegado a trabajar por ordenador, me he mantenido completamente artesanal. Me dan un dibujo, me lo hacen en papel vegetal, lo cojo, le doy su emulsión y tiempo de insolacion... y ya está.

¿Hay alguien a quien no le haya estampado una camiseta en Jaén?

—Las del Real Jaén, no. Lo que sí le hicimos fue, cuando pusieron los nuevos asientos en el antiguo campo de La Victoria, numerarlos, ¡que venía el Linares a inaugurarlo! Tuvimos que inventar de qué manera hacerlos, porque los asientos ya estaban fijos, y lo hicimos con tinta, fue un trabajazo, uno a uno. Eso fue en el año 83, cuando el Jaén estaba muy arriba. Hicimos también unos banderines de ascenso a Segunda del Real Jaén, y luego resultó que en el último partido perdió y no ascendio. El que lo encargó nos dejo también colgados.

¿Le hubiera gustado realizar un trabajo distinto?

—La verdad es que siempre me ha gustado mi trabajo. Cuando salí de Cataluña dije: “Ya no toco más tintas!, pero luego no lo cumplí. Ha habido trabajos que vedaderamente me han interesado, trabajos en cerámica, pero la verdad es que con lo mío ya tenía bastante.

Tiene usted tres hijos. ¿Ha seguido alguno de ellos su camino?

—Si alguno de mis hijos hubiera querido seguir con esto, yo hubiera tirado para adelante; de hecho, mi hija pequeña hacía unos dibujo estupendos por ordenador, pero luego prefirió estudiar. ¡Y eso que lo han mamado toda la vida!

A fuerza de tratar con clientes durante tantos años, conocerá muy bien a los jiennenses...

—Aprendí una cosa: cuando venía uno a que le diera presupuesto y me decía: “Conmigo no hay ningún problema”, me daba miedo. Me han dado palillazos tremendos, de dejarme doscientas mil pesetas de aquellos tiempos, un dineral, pero llegaba un momento en el que tenía que cerrar ya ese capítulo, porque no podía estar pendiente de cobrarlo y descuidar el trabajo. La verdad es que me he recorrido prácticamente todos los pueblos de la provincia de Jaén, que tuve que visitar al principio, cuando abrí la empresa, para ofrecerme a los clientes.

¿Cómo ve el futuro de su oficio?

—Mi oficio está desapareciendo, ya todo se hace por ordenador, la serigrafía tal como se entiende hoy en día ha dejado de ser artesanal. Imagino que seguirá, pero lo artesanal cada día va a menos. Hoy en día, lo único que se necesita es una “plotter”, llegas con el ordenador, haces un dibujo y ya está. Ahora, ¡coge una equipación y que dure el estampado! He hecho equipaciones hace veinte años y todavía llevan el número pegado a la espalda, eso no pasa con lo de hoy, a veces hasta a los equipos de Primera se les va despegando el número. Recuerdo haber paseado, hace tiempo, por la Vía Verde, cuando vivía en Las Fuentezuelas, y ver gente con camisetas del cross del Quiebrajano, con una pila de años, y no se les iba la tinta.

Si mira hacia atrás, ¿está satisfecho con su trayectoria?

—El balance es bueno. Sinceramente, no soy una persona ambiciosa. Mi única ilusion ha sido siempre y es mi familia. Mi mujer no tuvo que fregar suelos en Cataluña, que era el destino de casi todas las inmigrantes, o estar explotada en una fábrica. Tener para vivir, por supuesto, hacer un viaje de vez en cuando, nuestras vacaciones, los estudios de mis hijos... Eso lo he logrado.

Hace tres años que se jubiló. ¿A qué dedica su tiempo?

—Soy futbolero, del Barcelona, y me gusta ver los partidos por televisión. Pero una de mis verdaderas pasiones es leer de todo, historia, novela, biografías... Ahora estoy con un libro de Vázquez Figueroa, “Piratas”. Y escuchar música de todo tipo, aunque prefiero el pop de los 60, 70 y 80. También me ha gustado mucho andar, aunque ahora lo hago menos. También, a lo largo del año, viajo para estar con mi familia.