La vuelta al mundo

José Manuel Crepo ha vivido en numerosos países, ya sea por estudio o por trabajo. La falta de oportunidades laborales en España le han llevado hasta Coyoacán, en el Distrito Federal de México

11 dic 2015 / 20:36 H.

José Manuel Crespo es de esas personas que se puede decir que ha recorrido medio mundo. Ha pasado por Francia, Nicaragua, consiguió una de las pocas becas que otorgaba el Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá en España para investigar en territorio norteamericano, en Quebec, logró financiación del programa de Jóvenes Investigadores del Banco Santander para ir a la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), para, al final, acabar en el Instituto de Geografía de la institución educativa de enseñanza superior más importante de América Latina: la Universidad Nacional Autónoma de México, donde reside desde hace nueve meses. Es doctor por la Universidad de Jaén desde 2013 e investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México desde el 15 de febrero de 2015. Con 36 años dejó la capital del Santo Reino, a su familia, a sus fieles amigos y a su pareja para emprender una nueva vida.

“Cuando llegué a México, empezaba a amanecer y el mar de luces artificiales se apagaba. ¿Qué mar? ¡El océano de luces fijas pasaban a ser móviles como hormigas en un inmenso territorio! Nunca había visto desde el cielo una ciudad tan extensa. 25 millones de personas, concentradas en una megalópolis. Y en la tierra, gente, mucha gente y joven, muy joven. México es un país vivo y se siente. Es un país con una gran diversidad cultural y eso lo hace especial”, relata. Lo que más le ha costado de México es aceptar el ritmo de los trámites burocráticos. Tanto la empresa pública como la privada están sumergidas en un papeleo “absurdo y constante”, en opinión de José Manuel Crespo. “La corrupción se vive con tanta naturalidad como se reniega de ella”, asegura. Además, el tráfico “a lo salvaje” es otro mal que complica la vida en la ciudad. Una curiosidad es que cuando una persona sube a un taxi tiene que guiar al conductor para que le lleve al lugar a donde desea llegar.

Una de las ventajas de viajar por medio mundo, es que ha podido testar, de primera mano, la opinión que fuera hay de España y de Jaén. “Me he encontrado jiennenses por casi todo el mundo por donde he estado. Los que he conocido y viven lejos de Jaén son críticos, inquietos, bien formados, luchadores y valientes”, aplaude José Manuel Crespo.

Desde el otro lado del charco, este jiennense, de raíces granadinas, tiene muy claro qué es lo que más añora. “El paisaje que rodea mi ciudad: el cerro de Santa Catalina coronado por el Castillo, la Mella, la Peña, Jabalcuz, el río Guadalbullón, Los Cañones. Añoro escaparme a los pueblos los fines de semana. Los domingos de liga en el estadio de La Victoria con mi padre y las eliminatorias de ascenso con mi madre y mi hermana. El encontrarme a mi hermano por una calle o el aparcamiento de San Francisco. Los cafés con mis amigos en las plazas Pósito y Deán Mazas. Las cañas con mi pareja al salir de trabajar. El quedar con mi amigo Ángel en el Gran Eje para ir a correr al Bulevar. Las aceitunas de cornezuelo y los embutidos que acompañan una caña en el ya desaparecido Bodegón. A veces, al salir del trabajo, cierro los ojos y me imagino en el Paseo de la Estación”, recuerda, con nostalgia.

Pero no se arrepiente de haberse ido. Para los que quieran seguir sus pasos, recomienda que disfruten como si de una aventura se tratase. “No es lo mismo irse de Jaén voluntariamente, que sentirse expulsado. Ambos escenarios hacen de la experiencia una vivencia diferente. Hoy la provincia tiene menos población que en 1955. La sangría migratoria jiennense no ha sabido ser cortada ni en la dictadura ni en la democracia. Es una enorme asignatura pendiente. La UJA se ha convertido en una enorme máquina de emigrantes cualificados”, lamenta.

Corazón jiennense

Nació en 1978, en Granada, pero sus padres se mudaron a la vecina Ciudad Real, donde residió hasta los 7 años. “Mi madre, como buena granaína, recordaba su tierra, lo que motivó a mis padres a aprovechar la primera oportunidad para trabajar en suelo andaluz. Así pues, antes de la descentralización de la sanidad, consiguieron un mejor puesto de trabajo en el hospital Doctor Sagaz, o popularmente conocido como El Neveral”, recuerda. “Las curvas de aquel peligroso paso de Despeñaperros me trajeron a tierras jiennenses. Nos instalamos en el residencial Goya. En Jaén nació mi hermano menor, Javier. Y Villargordo se convirtió en mi pueblo favorito gracias a mis compañeros de clase los villargordeños: Juan Ramón, Juan Francisco y Juan Manuel”, recuerda con nostalgia. En 1996 comenzó la licenciatura de Humanidades en la Universidad de Jaén, época de la que conserva grandes amistades.

La pasión geográfica

“El profesor en Análisis Geográfico Regional Eduardo Araque me contagió el gusto por la Geografía. en general, y a la rural, en particular. Pedí una beca de investigación pre-doctoral en el UNIA. Allí estuve cuatro años que compaginé con los cursos de doctorado y mi diploma de estudios avanzados en la Universidad de Granada. En esa etapa Manolo y Ángeles estuvieron siempre a mi lado”, relata. Al regresar a Jaén, tras seis meses en Francia, decidió seguir con la tesis con una beca de asistente de lengua extranjera (español/francés) del Ministerio de Educación, que le permitió trasladarse a Niza. Los siete meses iniciales, se convertirían en tres años. Además, fue tres meses cooperante internacional en Masaya (Nicaragua). Con 30 años dejó Niza y recumplió un sueño: trabajar como profesor de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Jaén.

Un jiennense encantado de recibir a sus compatriotas
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José Manuel Crespo tiene claro cómo enseñar la ciudad de México. Comenzaría la ruta por el Zócalo. Después de visitar la catedral de la Asunción de la Virgen —similar a la de Jaén—, continuaría la ruta por el museo de Templo Mayor, fundamental para entender la cultura Azteca. De allí, ya en otro día, se acercaría al impresionante museo de Antropología. Al salir, es muy agradable caminar por el paseo de la Reforma. Otros lugares del centro son el palacio de Bellas Artes, la Alameda y el museo mural Diego Rivera, donde la sorpresa llega de la mano del mural Sueño de una tarde dominical. “Al que le guste gastar dinero en productos caros le es imprescindible pasear por el barrio de Polanco”, ironiza. Coyoacán y San Ángel son los lugares más entrañables, con su museo de Frida Kahlo, los jardines, las casas pintadas de múltiples colores, los mercados de artesanía y una obligada vuelta por la zona cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México. Necesario es, también, conocer el Polyforum cultural Siquiros, la casa de Luis Barragán y el taller de Agustín Hernández.

AMISTAD.
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Una de las cosas que más aprecia José Manuel Crespo es la amistad, compañeros de viaje que hacen que su estancia lejos de la tierra sea más llevadera. En la imagen, aparece con Leticia (Brasil), Eduardo (México), Márcio (Brasil) y José Luis (México), una amalgama de multiculturalidad que enriquece su círculo.

TURISMO.
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El jiennense de adopción está especialmente orgulloso de poder compartir momentos mágicos con los amigos que ha hecho en sus numerosos viajes. En este caso, se encuentra en Ciudad de México

con Annie, su mejor amiga de Niza, que fue a verle un verano y no dudó en hacerle una completa ruta.

GASTRONOMÍA.
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Junto con su amigo Óscar, José Manuel Crespo no duda en probar todas las singularidades gastronómicas que ofrece la cocina mexicana. En su caso, además, sus numerosos viajes le han dado la oportunidad de descubrir infinidad de sabores y peculiaridades de cada país, costumbres que se reflejan en los fogones.

INTERNACIONAL.
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José Manuel Crespo viajó hasta Cali, en Colombia, de la mano de su amiga Justine, una compañera francesa que conoció en Jaén cuando ella disfrutaba de la beca Erasmus. Hacía ya más de diez años que no se habían vuelto a ver y las casualidades de la vida o el destino hicieron que, al otro lado del charco, se reencontraran.