Susanna Griso: “Lo de Jordi Pujol fue un desgarro, me engañó”

La imagen de su padre, literalmente empapelado con las publicaciones del día, diarios y revistas, y los debates en torno a la mesa familiar han sido algunas de las razones por las que Susanna se hizo periodista. Para ella, informarse y opinar eran un ejercicio aprendido. Siempre ha tenido facilidad para la comunicación pero también, y esa virtud ya es más rara, ha sabido escuchar. Quería ser periodista, aunque la psicología estaba en su campo de intereses.

12 oct 2014 / 16:33 H.

Terminó el Bachillerato en EE UU y allí, en Colorado, comprendió que las redacciones y la información eran su vida. Cada mañana, a partir de las cinco, arranca su jornada; desde ahí emerge una mujer consciente de que el periodismo se reinventa cada día y de que un directo exigente y agotador puede ser lo más duro pero, está claro, es lo que la amarra a esta profesión. Amable, reflexiva y pausada en la entrevista, Griso nos mostraba el contrapunto de las tensiones, la urgencia y la pasión con que cerraba, despidiendo, su programa de hoy. Jorge Gallardo, subdirector de “Espejo Público”, le comentaba que ayer fueron líderes y comenzaron la reunión de equipo. En televisión casi todo es virtual y efímero. Hoy hemos tenido ocasión de conocer un perfil periodístico, humano y perfectamente real.
—¿En situaciones como la que vivimos en la actualidad, asunto ébola, cuál es el papel de los medios de comunicación?
—Es una responsabilidad enorme. Cuando supimos que la ministra de Sanidad convocaba a los medios por este asunto, Rubén Amón, colaborador del programa, nos envió un ‘tuit’ en el que decía: “En este momento los contertulios están mutando en especialistas, en expertos microbiólogos en ébola”. Parece una broma, pero es verdad; la actualidad te obliga a estar muy informado de muchos temas. Hay gente que jamás hablará con un médico o con expertos en esta materia y nosotros somos su referencia. Eso nos obliga a ser muy serios y muy rigurosos. En este caso hemos tratado de contar con los mejores especialistas, voces que puedan arrojar luz sobre los temas para que quien nos siga tenga la certeza de que se ofrece una información veraz, que emana de fuentes informadas y fiables. Hoy, entre otros, hemos hablado con Juan José Badiola, una persona de gran prestigio y con enorme experiencia, un referente sin duda. Es una garantía. En lo que no podemos caer es en la tentación de pontificar y de pontificar siempre. Debemos ser muy prudentes. Quizá lo que estemos echando en falta ahora en la comunicación del Gobierno es un “Badiola”, alguien que, con conocimiento, claridad y aplomo asuma su comunicación. Esta figura no existe, hay una laguna evidente. Si el ciudadano no encuentra en las autoridades esa información, mira a los medios como recurso fundamental y muchas veces lo que transmitimos es la preocupación del ciudadano, precisamente por falta de información, y eso crea alarma.

—¿Cuál es la percepción que tiene de nuestra realidad social?
—Creo que estamos viviendo tres crisis: la crisis económica, la institucional y la de valores. Las dos últimas van muy de la mano. Estamos asistiendo a un momento histórico porque, de alguna manera, asistimos al desmoronamiento de todo lo que habíamos construido en los últimos años y en lo que creíamos. Si miramos a nuestro alrededor el panorama es terrible. Las tarjetas de Bankia, el símbolo sindicalista de Rodiezmo, Bárcenas, Pujol, los Ere. Es como si no hubiera esperanza, todo está contaminado: sindicatos, partidos, patronal, banca... Podemos tiene la campaña hecha. Con que no se equivoque mucho o no profundice en su programa, ya está. El desánimo que se ha instalado en la sociedad no sé en qué se va a traducir, puede pasar cualquier cosa y eso me preocupa. Creo que todo esto ha ocurrido porque durante muchos años ha habido impunidad y se han tapado muchas cosas. Que afloren, se conozcan y se juzguen es higiénico, es necesario. Para preservar esas instituciones que nos dimos hace años se ha hecho, demasiadas veces, la vista gorda. Hablo de todos, políticos, medios de comunicación, patronal, sindicatos… todos, incluso la judicatura. Hay que acabar con esto o seguiremos dando argumentos a Podemos.

—¿Cómo ve el comportamiento de la Judicatura en este momento?
—Ahora a quien demando más es a los políticos, al poder legislativo. Los jueces aplican las leyes que hay, además con ciertas dificultades por las condiciones de trabajo en Justicia, por falta de medios. Los jueces no viven al margen de la sociedad, no viven en un espacio aislado. Saben lo que pasa y cómo está la sociedad, conocen el malestar. Se está notando, sobre todo en la corrupción, en los delitos de guante blanco, que los jueces están apostando por sentencias ejemplarizantes. Algunos abogados me dicen que las sentencias no deben llevar ese apellido, ejemplarizantes, ni serlo. Sin embargo, hablando con un grupo de jueces del CGPJ, me decían sí y que no quieren que los defraudares fiscales se vayan de rositas. Son muy conscientes del momento que vivimos en España.

—¿Cómo ha asimilado la sociedad catalana el caso Pujol?
—No sabría decirte cómo lo está asimilando la sociedad catalana, sería un análisis demasiado amplio. Lo que sí puedo decir es cómo lo estamos asimilando mi familia y yo. Sospechas sobre los hijos puede que las haya habido siempre, no probadas, pero estaban ahí. Sin embargo Pujol pasaba por un referente ético, de una honestidad intachable. Un hombre con mucho sentido común, hasta el punto de que los que no le votaban se fiaban de él y le reconocían una cierta autoridad. Por esto, a raíz de algún caso de corrupción, se envolvía en la bandera catalana y hacía creer a la gente que todo respondía a un ataque de Madrid a Cataluña. Tras la entrevista que le hice y en la que me negó todo —antes, durante y después de esa entrevista, me negaba todo—, pensé que estaba comprometiendo su palabra, apoyada en algún documento, frente a un documento del diario El Mundo que citaba fuentes de la UDEF pero que resultaba muy etéreo. Lo terrible fue este verano, cuando confesó lo que confesó. Ahí yo sentí un desgarro tremendo. Él, de alguna forma, era un padre de la patria, un hombre de Estado, y te queda la sensación de que un padre te ha fallado. Te das cuenta de que nos ha estado engañando durante más de veinte años. A mí me ha engañado personalmente durante aquella entrevista, y antes, asegurándome siempre que todo era mentira. Esto me ha vuelto escéptica. Ha sido muy doloroso.

—¿Qué falta en la relación entre Cataluña y Madrid?
—Faltan diálogo y comprensión. Esto se ha convertido en un diálogo de besugos. Se han solapado dos debates y eso es muy peligroso. Se solapan el derecho a decidir y el tema de la independencia y ya no sabes, no ves claro, quien está por una cosa por la otra. Había muchas personas que querían votar y que votarían no a la independencia y ahora, molestas por no poder decidir, podrían votar a favor. Lo que en un primer momento era un movimiento soberanista minoritario, que podía no superar el 20%, y con el que yo he convivido siempre, se ha convertido en una posición mayoritaria. Esta es la situación a la que se llega por falta de diálogo. Me gustaría un debate real, con las cosas claras. En este momento solo se escuchan los argumentos de una parte, la otra está envuelta en una espiral de silencio.

—¿Cuál es el alma, el espíritu de “Espejo Público”?
—Somos, tenemos muchas almas. Somos un equipo que vive permanentemente en el alambre. Nos gusta arriesgar y no ceñirnos a un guion establecido. Nos encantan los programas abiertos. Tiene muchos registros, pero donde yo me siento más cómoda es en la batalla de la actualidad. Es lo que me gusta. Desde que tengo uso de razón he querido ser periodista vinculada a la información. Me han ofrecido de todo en la radio y en la televisión, pero siempre me negué. Tenía las ideas muy claras, quería hacer informativos. He sido siempre muy curiosa, ese es un requisito fundamental para ser periodista y yo lo traía de serie. Tuve algunas dudas pero, finalmente, aquí estoy.