Génave (o Jenabe)

07 oct 2018 / 12:36 H.

El jenabe es una planta de la familia de las crucíferas, como el jaramago, que crece silvestre pero que también se cultiva pues su hoja puede ser utilizada como forraje y de las semilla, rica en lípidos, se extrae aceite, tanto para uso industrial como alimentario. Pero su mayor utilidad, ya desde la antigüedad, viene dada de sus cualidades medicinales y también, por ser el ingrediente básico para la elaboración de la mostaza amarilla. Su nombre en latín era y es sinapi. Los árabes lo llamaron assinabi. Y ya en castellano evolucionó a lo largo de los siglos: assenabe, axenabe, senabe y jenabe.

Al llegar la primavera, brota sin control por todas partes, sobre todo en cunetas de caminos y carreteras, en ribazos y también en las tierras de cultivo donde, para nada es bienvenida por el agricultor que se las ve y desea para eliminarla. Pero en la parte nororiental de la provincia de Jaén, en las inmediaciones del municipio de Génave, su desarrollo es espectacular, convirtiendo sus tierras en un inmenso manto amarillo. Esto nos hace pensar que el nombre de la localidad, que ya existió en época árabe, como lo atestiguan los restos de un antiguo castillo que después se convirtió en la Torre de la Tercia, no es más que una evolución de jenabe, el nombre de la planta y de la mostaza amarilla. En el siglo XVI, en las Relaciones Topográficas de Felipe II, los vecinos del lugar preguntados se expresaban así: “al primero capitulo dixeron questa villa se llama Xenabe y que ansi sienpre la an oydo nonbrar e ansi lo oyeron dezir a los antiguos y que no se sabe que aya tenido otro nombre ni porque se le puso este nonbre”. Precisamente en este siglo los vecinos lograron independizarse obteniendo el título de villa, si bien no gratuitamente, ya que tuvieron que pagar a la corona la friolera de “un quento y setecientos cuarenta y dos mil maravedís porque la eximieran de la jurisdicción de Segura de la Sierra”. En el XIX, Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico Estadístico Histórico, nos dice: “Esta villa es pueblo de mucho paso como lo tienen dicho desde el Reyno de Valencia y Murcia y Mancha para el Reyno de Granada, Andalucía y Sevilla...”. Así fue durante siglos, lugar de paso y de transición. Pero cuando a finales del siglo XIX se construyó la carretera nacional, se hizo sobre un nuevo trazado, a unos cinco kilómetros al norte de la población, lo que pudo influir en el comienzo de su decadencia. Aún así, en 1940, alcanzó su mayor número de habitantes, 2085. Hoy, apenas quedan una cuarta parte. He comenzado hoy con Génave (¿o Jenabe?) una serie de breves reseñas históricas de esos pequeños pueblos de nuestra tierra que se resisten a morir. Los poderes públicos y la sociedad en su conjunto están obligados a ayudarles a sobrevivir. ¿Acaso no hacemos un gran esfuerzo por la conservación, por ejemplo, del lince ibérico? Pues eso.