En la “Andalucía escocesa”

La relación de Julia Espinosa Molina con la capital escocesa, Edimburgo, donde reside en la actualidad, es la historia de un flechazo, un amor a primera vista que ha llevado a esta pegalajareña sedienta de aventura a tierras célticas

06 ago 2017 / 11:18 H.

Julia Espinosa Molina no solo habla de la ciudad en la que vive, no; sus palabras son la declaración sentimental de una “enamorada” de Edimburgo y, con ellas, esta licenciada en Filología Inglesa y Turismo, y máster en Inglés como vehículo de comunicación intercultural —titulaciones ambas expedidas por la Universidad jiennense— redacta el primer capítulo de su particular “Laudatio urbis”, a la manera de los viejos apologistas urbanos de la Italia del Quattrocento.

Nacida en Pegalajar, los paisajes de Mágina han acostumbrado sus ojos a la belleza, que dice haber encontrado también, a manos llenas, en la capital de Escocia. Llegó en 2007 a Newcastle, como becaria Erasmus, y en su primera visita a tierra edimburguesa sintió el flechazo. Tan hondo le caló que, a partir de entonces, entre sus metas vitales —acabar la carrera, trabajar y concluir el posgrado— ocupó un lugar preeminente volver a Reino Unido. Cumplió consigo misma —se licenció, impartió clase y rubricó su tesis sobre los “efectos de los videoclips de Youtube en la competencia oral del inglés— y, “con buen sabor de boca” tras tachar los objetivos marcados, se echó para Reyes —llegó a Edimburgo el 6 de enero de este año— el ansiado regreso.

Su nueva vida empezó de la mejor manera, con un par de semanas de “vacaciones” que dieron paso a una etapa laboral remotamente relacionada con su formación académica pero que le permite subsistir dignamente en Edimburgo y convivir con distintas culturas, algo que la apasiona. Y es que comparte faena con polacos, paquistaníes, latinoamericanos, chinos y compatriotas españoles tras las puertas de un restaurante de comida tailandesa, todo un reto idiomático que, por ahora, supera con creces pese a los mínimos problemas de comprensión que ha llegado a tener: “En Escocia, el acento es muy peculiar y utilizan también algunas palabras diferentes”, asegura. “He aprendido el menú y los platos en tailandés”, afirma Espinosa. No solo eso: su mente, siempre dispuesta a recibir influencias, se ha abierto a la novedad de la gastronomía asiática, que, confiesa, no era lo suyo. Trabajar cara al público la llena bastante, hasta el punto de encontrarse satisfecha con su empleo actual, pero no tanto como para convertirlo en su modo de ganarse la vida en el futuro; y eso que su “manager” —el jefe español de toda la vida— es “flexible y comprensivo” con los horarios y los días laborales y de que dispone de dos días libres a la semana—.

Sí, Espinosa disfruta de su cotidianidad en una “ciudad cosmopolita, con una gran oferta cultural y académica” —dice que es posible estudiar una carrera universitaria sin coste alguno—, pero los pies están sobre la tierra y sus planes pasan por opositar, finalmente, para regresar a España y quedarse, ya con un trabajo estable. La familia tira mucho, y Espinosa no es una excepción a esta querencia; la familia... y el sol, que echa de menos en un lugar en el que, un mismo día, las cuatro estaciones se hacen presentes —”una locura”—. Los amigos y el tapeo típico de Jaén son otras añoranzas de Julia Espinosa, que palía con las visitas de compañeros de estudios a los que, por supuesto, revela los secretos de su amado Edimburgo. Morriña aparte, la experiencia de esta filóloga pegalajareña en territorio celta la anima a vender las bondades escocesas y, de paso, a ponderar el enriquecimiento que, a su juicio, supone alejarse de la patria chica para “empaparse” de la vida cultural que, a tantos kilómetros de distancia del Santo Reino, ofrece la aventura de amanecer una hora antes.

horarios singulares

Como ocurre en las Islas Canarias, en Edimburgo siempre es una hora antes que en la Península, aunque esta no es la particularidad más llamativa de la capital escocesa en este ámbito. Según Julia Espinosa, los horarios de las comidas sí que resultaron toda una sorpresa, al menos para quien, como ella, llegaba desde un país en el que se desayuna al levantarse, se come a mediodía, se merienda por la tarde y se cena a la noche. Si bien es cierto que la primera comida sí coincide con el amanecer español, los británicos toman un “snack” o tentempié a eso de la una de la tarde para, de esta forma, “aguantar” hasta las cinco o las seis, que es cuando la gente se sienta a la mesa; esa comida hace las veces, también, de cena, una costumbre muy saludable de los ingleses, enemigos tradicionales de irse a la cama con el estómago lleno. “Al final te acostumbras”, apostilla Julia Espinosa.

valioso patrimonio

Tan hermosa le parece a la pegalajareña Edimburgo que lo compara con Toledo —por lo “monumental”— y con Sevilla —por lo “compacta”—. “Tiene algunas cuestas, igual que Jaén, pero esto solamente pasa en el barrio antiguo”, añade Espinosa. Si se le pregunta por los lugares típicos edimburgueses, lo tiene claro: “No soy objetiva, estoy enamorada de esta ciudad”. Pero, a pesar de ese apego, es capaz de trazar una suerte de plano para el lector interesado en conocer la capital de Escocia. “Lo máximo es una arteria que divide Edimburgo en dos zonas”, afirma, y añade: “Las fotografías se toman en “Royal mile” —la milla real—, donde abundan establecimientos hosteleros y comercios de alto nivel en los que se puede adquirir ropa y un sinfín de artículos. Y todo ello, con unos alrededores naturales de lujo, gracias a la lluvia, una vecina de siempre.

el relato de un día cualquiera en la vida de una española en reino unido
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Julia Espinosa acude a su trabajo en el restaurante tailandés donde se gana la vida. El local está a unos quince kilómetros de su vivienda, que salva en autobús. Un servicio que la jiennense califica como de “muy bueno”.Normalmente vuelve a casa —en el barrio nuevo de Edimburgo— caminando, para disfrutar de la belleza de una ciudad que la tiene completamente extasiada, y recurre a una aplicación informática para establecer contacto con gente que también se encuentra fuera de sus lugares de origen. De esta manera, se relaciona, además de con sus compañeros de empleo, con italianos, españoles y gentes de diversas nacionalidades asentadas en la capital escocesa. La amplia oferta cultural edimburguesa, con ejemplos de gran repercusión mediática, triplica la población —normalmente, de unas 450.000 personas— es uno de los principales reclamos a la hora de salir con los amigos a disfrutar de una ciudad que, en su opinión, es “muy abierta de mente, con mucha gente de paso que deja su influencia allí”.

en el trabajo
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Formada como filóloga y con estudios de Turismo, máster por la UJA y en continuo proceso de ampliación de conocimientos, Julia Espinosa —que se toma un “selfie” con un compañero en el restaurante en el que ambos trabajan— dice sentirse satisfecha con un empleo que le permite vivir dignamente en Edimburgo.

de concierto
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Bien acompañada, la pegalajareña aprovecha la oferta cultural de la capital escocesa para salir a disfrutar, como en esta ocasión, en la que posa con la entrada en la mano minutos antes de mezclarse entre el gentío en uno de los conciertos a los que ha asistido desde que llegó a la ciudad que la tiene totalmente enamorada.

entre flores
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Dice que merece la pena caminar por Edimburgo para descubrir la belleza de la ciudad. Entre los encantos que posee, Julia Espinosa, que no se cansa de explorarla, visitó el Jardín Botánico, en el que se muestra la rica variedad vegetal de un territorio en el que la lluvia, generosa, favorece la exuberancia de la naturaleza.

“arthur seat”
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Uno de los más enormes parques edimburgueses es el dedicado a Arthur Seat. La filóloga jiennense lo visitó con un grupo de amigos y todos aprovecharon para inmortalizar el momento, con la ciudad detrás de ellos y, en medio, el paisaje relajante del césped verde, uno de los más característicos de la capital escocesa.