“Embajadores” de Jaén

Donde van, el aroma del campo jiennense viaja con José Galián y Rosa Rico, un matrimonio que lleva siempre en su mochila un original pergamino que coloca junto a cada olivo que descubre por el mundo

17 feb 2019 / 12:37 H.

La patria —también la chica— no existe sin el amor de sus hijos”, proclamó Maura a principios del siglo XX, y un matrimonio jiennense lleva a gala esta sentencia del político mallorquín como un estandarte allá por donde van. José Galián Armenteros y Rosa María Rico Damas, a fuerza de querer a su tierra, se han convertido en embajadores entrañables del Santo Reino que, como credenciales, llevan siempre en su bolsa de viaje palabras amorosas hacia Jaén, un equipaje que no dudan en compartir con propios y foráneos y, así, dejar el nombre de su provincia en la memoria y ante los ojos de todo el mundo.

Viajeros incansables, aprovechan al máximo el tiempo libre que les brinda una jubilación bien ganada para disfrutar del planeta, bien en su segunda residencia o donde las ganas les lleven después de toda una vida de trabajo: ella, marteña, como profesora y él, de la capital y graduado social, en la Cámara de Comercio jiennense. “Desde hace muchos años tenemos un piso en Torremolinos (Málaga), donde nos reunimos con amigos españoles y del extranjero”, aclara Galián, y añade: “Empecé por regalarles, cada verano, botellas o latas de aceite; incluso, cuando compramos el piso, llevé la cepa de un olivo, lo planté en el jardín —ya lleva allí unos veinticinco años— y le puse una dedicatoria hecha por mí en la que explicaba el origen del árbol”. Una dedicatoria que, en realidad, es un elaborado pergamino con la leyenda que sigue: “Paseando por este jardín, atraídos por nuestro origen jaenés y marteño y recordando los textos de históricas crónicas, dedicamos nuestros más encendidos elogios a este olivo, cuyas ramas unidas al laurel formaban las coronas que orlaron las sienes de los poetas o de los triunfadores olímpicos, y en la antigua Roma los luchadores untaban sus cuerpos con aceite para hacerse más escurridizos”.

Se trata de una suerte de historia que informa a quien pasa ante un ejemplar sobre el valor que este árbol tiene desde tiempos inmemoriales y su honda vinculación con el Santo Reino. El pergamino continúa: “Árbol legendario y señor, signo de la abundancia, que da aceitunas y leña. Pero sobre todo aceite, el zumo de la aceituna ya madura, que es el oro líquido de la provincia de Jaén. Nobles olivos, hermanos de los de Getsemaní, con los que la tierra jiennense magnifica su nobleza, dándole clara luz, haciéndola alegre y viva como hace de este jardín...”. Sí, José Galián y Rosa Rico recorren el mundo y, donde ven un ejemplar olivarero, plantan su texto como si fuese una bandera morada. Un buen número de renglones que, resumiendo, concluye con un evocador párrafo: “...Así, en este lugar, mirando este olivo, soñará más de uno con los ‘avareadores’ y las ‘cogedoras’, que es decir con los aceituneros de Jaén, cuando con sus largas varas apalean cada invierno las sufridas ramas, dejando caer sobre los ‘lienzos’ o ‘fardos’ una copiosa lluvia de negras aceitunas que cubren el suelo. Y al ritmo de tradicionales coplas, el campo jiennense se cubre de sonidos campesinos que, entre otros, las ‘cogedoras’ cantan así: ‘Del hueso de una aceituna / tengo que hacerme un tintero, / para escribir a mi novio / una carta con salero”, cierra el escrito.

Toda una declaración de amor que los Galián Rico firman con orgullo y que han convertido en una auténtica tradición familiar, explica el impulsor de tan singular iniciativa: “Cuando voy por España y parte del extranjero me llevo el texto y, si no lo llevo, tomo nota del lugar en el que está el olivo y lo mando posteriormente”, aclara. No en balde, a día de hoy, sus peculiares “guías olivareras” pueden leerse a la sombra de estos árboles en puntos tan dispares como Loeches (Madrid), Torremolinos (Málaga), Fuerteventura, Lanzarote, La Florida (Miami) o a un tiro de piedra de Jaén capital, en Monte Lope Álvarez, cuna del beato Manuel Aranda: “En Fuerteventura encontramos un olivo a la entrada del hotel, y les dije que les mandaría un pergamino diciendo lo que es, porque usted lo ha plantado y no sabe lo que es”, recuerda Galián, “lo mismo que en Loeches, Torremolinos...”. No se limita este matrimonio a “marcar” los olivos con los que topa, también el proceso de fabricación del aceite entra dentro de su espíritu divulgador, hasta el punto de que, hace algún tiempo, imprimieron unas láminas explicativas sobre la elaboración del producto que también reparten entre la multitud de amistades que poseen.

Se sienten jaeneros hasta el tuétano y lo proclaman a los cuatro vientos no solo con los “souvenirs” con los que obsequian a sus amistades o identificando olivos por el mundo, no... Cualquier ocasión es buena para mojarse los labios en el nombre de su tierra, una de las prácticas más habituales de Galián: “Nací en el barrio de San Ildefonso, por lo que, como jaenero, tengo por vocación desde mi barrio de Jaén entero, sus calles, sus plazas, sus avenidas, sus monumentos... que hago de la Catedral bandera del Renacimiento. Mi condición de jaenero me hace ser pregonero de sus tradiciones, de sus fiestas y de su riqueza cultural, gastronómica y, en general, de todo el embrujo que encierra esta ciudad desde mi cuna, el barrio de San Ildefonso, cerca de la Virgen de la Capilla —mi vecina—, siguiendo por La Alameda, La Alcantarilla y esos barrios que rodean al de los antiguos hortelanos, aquellas pastiras y chirris que subían los borricos cargados de espigas y que los niños las cogíamos como manjar de nuestra tierra. Pastiras y chirris que también llevo siempre conmigo”, escribe, en la línea de cronistas como José Rus, el poeta José de la Vega o tantos otros literatos costumbristas, José Galián, y continúa: “En la Cofradía de la Virgen de la Capilla —de cuya junta de gobierno formó parte durante largos años— reuní doscientas y pico fichas de sendas niñas y niños pastiras y chirris, y en mi pregón a la Virgen, el año pasado, quise que estuvieran presentes estas figuras populares, que cantaron un bolero durante mi intervención. Chirris y pastiras, hombre y mujer jaenera, huertas y cortijos, hasta la Magdalena con su Lagarto, San Juan con su Torre del Concejo, San Andrés, La Merced, San Bartolomé, barrios típicos de Jaén... Aquel Peñamefécit, y de Norte a Sur y Este a Oeste, todo Jaén es bello, porque los que nacimos aquí no solo lo queremos, sino que lo llevamos dentro de nuestro corazón”.

Se confiesa el matrimonio “gente de fe”, de ahí que las apasionadas palabras de José Galián hagan hueco, igualmente, a esta condición religiosa: “Mi insignia es el Santo Rostro de Cristo, la reliquia más preciada de la cristiandad, que solamente tres ciudades tenemos el privilegio, la suerte y la dicha de ser relicarios de la cara de Dios”, presume quien es recordado, además, por su dilatada trayectoria como secretario de la Agrupación de Cofradías: “Nuestra Semana Santa de lirios y plegarias, a la que he servido prácticamente toda mi vida”, evoca. “Como escribió Machado —prosigue–, ‘del hueso de una aceituna / hice un tintero / para escribir a mi novia —hoy mi esposa, María Rosa— con gracia y salero...”, y sentencia: “Porque la quiero”.

“Hago en pergamino mi exaltación al olivo, que llevo por España y por el extranjero siempre conmigo, es lo que vemos, es lo que un jaenero entregado a sus tradiciones, ya desde los años 60, escribía en Diario JAÉN”, rememora.

“Oro líquido” en plata como regalo
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Además de viajar, en ocasiones, con cepas de olivo en la mochila para plantarlos en los lugares que visitan y de “marcar” para siempre los árboles sagrados que se encuentran en sus desplazamientos con el pergamino firmado por ambos, el matrimonio formado por José Galián Armenteros y Rosa Rico Damas tienen por costumbre obsequiar a amigos y familiares, por diferentes motivos, con un olivo de plata al que acompaña una plaquita alusiva al acontecimiento en cuestión. Así, lugares como Málaga, Madrid, El Rocío (Huelva), Roma, Córdoba o Sevilla, entre otros muchos puntos, lucen en las paredes de sus casas el hermoso presente: “Mis hijas se encargaban de entregárselo a los homenajeados y, entonces, yo me levantaba y leía el texto del pergamino”, asegura el jiennense. Una característica y personalísima manera de hacer patria a través de los símbolos más representativos de la provincia natal de ambos, de la que presumen allá donde va como auténticos “embajadores”.